Esta España nuestra: Lanzarote, una Navidad entre volcanes (II)

Por Salpebu

Aprovisionamientos y toma de contacto Después de descansar en el sosegado ambiente de la casa de Muñique, en la que solamente el murmullo del viento se dejaba oír, y comprobando que, por la diferencia horaria con la península, ya eran las 8’30 de la mañana, hubimos de aprestarnos a buscar solución para nuestro desayuno, ya que la noche anterior al final no habíamos logrado cenar, por los retrasos y deambulación en busca del alojamiento. Se nos había indicado por la anfitriona que tal vez pudiéramos hallar café con leche y alguna pasta en una gasolinera a 4 km., en la localidad de Tiagua, y hacia allí nos dirigimos, pero la cafetería anexa a las bombas estaba cerrada y el empleado nos indicó que si seguíamos hacia Tinajo encontraríamos no solamente algún bar-cafetería y pastelería, sino inclusive un supermercado bastante surtido y una buena pescadería. Y así fue, porque en Tinajo nos adentramos en una pastelería que ofrecía unos bocadillos de magnífico aspecto, con jamón, tomate y otros fiambres de la isla, más queso de la isla (delicioso), a un precio más que razonable, y de dos de ellos dimos buena cuenta, regándolos con sendas cervezas “Tropical”, que es la marca
canaria por excelencia, a lo que agregamos unos pastelitos deliciosos y unos cafés con leche. Restablecido mínimamente el equilibrio alimenticio, en la misma calle (carretera a su vez), vislumbramos una pescadería, en la que entramos por curiosidad y hallamos un precioso surtido de pescados de varias clases, chernes, viejas y otras especies locales, como el bocinegro, por lo que decidimos comprar un buen ejemplar de éste, que nos adecuó con maestría el pescadero para preparar a la espalda. Nos anunció el vendedor que todos los días tenía pescado fresco, que él mismo recogía en el cercano puertecito de La Santa (a unos 6 km.), y ello nos ilusionó para retornar a buscar nuevas especialidades de pescados. Por lo demás, había cerca un supermercado de una conocida cadena canaria, y en él pudimos adquirir pan y otros elementos mínimamente necesarios, incluyendo un
vino blanco de la zona de La Geria, en la misma isla, que ya sabíamos era de buena calidad. Sin embargo, queríamos comenzar a adentrarnos en más espacios de las islas, y por ello fuimoshasta la población de Tías, en las cercanías de Puerto del Carmen (zona muy turística), al sur-este de la isla, y allí hallamos de todo: pequeñas patatas aptas para preparar las famosas “papas arrugadas con mojo”; mojos verde y picón, frutas, vino tinto de la propia isla, algunas verduras y tomates canarios (deliciosos). Un buen surtido para varios días. De esta guisa ya pudimos sentirnos pertrechados lo suficiente para iniciar nuestros periplos lanzaroteños. Y los iniciamos siguiendo la carreterita local (muy bien asfaltada), que desde Tiagua pasa por La Vegueta y llega a Mancha Blanca, bordeando la ermita de la Virgen de los Dolores (patrona de Lanzarote), y desde allí nos adentramos en el llamado “Parque Natural de los Volcanes”, por la vía que
contornea la Montaña del Cortijo y se adentra en una gran superficie en la que
sobresalen, sobre las rocas de lava negra y la arena del mismo color, multitud de montañas que en su día fueron cráteres de esos volcanes. El paisaje es impresionante, a la vez que desolador, porque hasta el horizonte y en derredor no se vislumbra ni un solo árbol y apenas plantas, solamente unos matojos de líquenes de escaso verde. La zona es enormemente atractiva, y en ella se ha dispuesto a ambos lados de la carretera de espacios para el aparcamiento de vehículos, de los que parten unos senderos y rutas muy frecuentados, casi tanto como los que las bicicletas recorren la isla de cabo a rabo. Decidimos volver a la zona para experimentar las sensaciones del senderismo sobre el magma solidificado y “oír” el silencio, pero cuando enlazamos con la carretera principal LZ-30, ya percibimos que nos hallábamos en la zona de los viñedos, de los famosos viñedos de La Geria, que producen vilos muy apreciados por su calidad natural, la mayoría de cepas de la variedad Malvasía, con tendencia a producir fruto bastante abocado, y cuyos viñedos ofrecen la pintoresca apariencia de estar como sumidos cada uno de ellos en una hondonada, que protege un murete de piedras de origen volcánico, se nos dijo que para preservar del viento habitual en la isla. En estos parajes aparecen bastantes bodegas, que cuentan con espacios para degustación, venta que quesos y productos lanzaroteños, a la par que ilustran
sobre aspectos turísticos de la isla. Llegamos a la bonita población de Uga, antesala de las planicies del sur, para alcanzar Yaiza, una bella localidad con sus casas blancas (en todo Lanzarote lo son), visitando la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios –- con recuerdos de la época colonial del reino de Castilla—y un espectacular montículo cercano, artificial, que reproducía con meticulosidad los aledaños de la localidad, en cuyo interior, en una cueva, se había montado un belén. La temperatura era agradable, primaveral, unos 22 grados, e invitaba a seguir visitando lugares, y nos hicimos el ánimo de llegar a Playa Blanca, el punto más al sur de la isla, en la que visitamos la Punta Pechiguero y Punta Limones, deteniéndonos en el puerto, desde donde parte una pasarela paralela a la costa (casi toda rocosa, solamente una playa de arena y pequeña, bordeada de hoteles con vistosos jardines de cactus, en cuyas terrazas piscineras se tostaba al sol una buena cantidad de turistas de etnia claramente extranjera, con piel y rostros enrojecidos. Al regresar al puerto de Playa Blanca, desde el que parten los ferrys que comunican esta isla con Corralejo (en la de Fuerteventura), es escasos treinta minutos. En la oficina de turismo adquirimos un bono especial oara visitas a monumentos y lugares especiales de la isla, cuyo importe de 30 Euros por persona resultaba ventajoso, pues permitían en acceso a seis puntos, cuando el precio unitario para cada uno era de seis euros. El buen solecito y la brisa nos indujeron a pasear un rato más, y emprendimos el regresos a “nuestros lares” en Muñique, estavez por la llamada “”Ruta de los Volcanes”, que parte de Yaiza y por la carretera local LZ-67 se adentra en el Parque Nacional del Timanfaya, hasta llegar a Tinajo. Pero del recorrido por esta bellísima e impresionante zona llegará información en la siguiente crónica. Por el momento, ya estábamos absortos en la belleza y grandiosidad de la “falta de vida volcánica” que se nos ofrecía. Obvio es indicar que las fotografías fueron tan repetidas que al regresar al alojamiento hubimos de seleccionar las mejores, que eran muchas, para enviarlas por Whatts App a la familia y amigos que habían quedado en la península. Nuestra toma de contacto con Lanzarote había resultado apasionante. SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA