Esta españa nuestra: una escapada a la alcarria conquense (i) caracenilla y la casa del canónigo

Publicado el 21 enero 2014 por Salpebu

La Alcarria es una comarca natural española situada en la Submeseta Sur, que comprende la mayor parte del centro y sur de la provincia de Guadalajara, el noroeste de la provincia de Cuenca (ambas en Castilla-La Mancha) y el sureste de la Comunidad de Madrid. Geográficamente está formada por un relieve tabular coronada por la superficie estructural del páramo calizo que se ve continuamente cortado de norte a sur por ríos y arroyos que forman angostos glacisy cuestas margosos y profundos valles fértiles. Esto genera una geomorfología que produce un notable contraste entre los encinaresy la agricultura de secano del páramo, y las pequeñas huertas, los olivares y las hierbas aromáticas de las cuestas y valles.
Precisamente, la abundancia de plantas aromáticas como el romero, el tomillo, el espliego y la lavanda hacen posible la apiculturade la que resulta la miel de la Alcarria. Otros productos dados en la comarca son el corderode raza alcarreña, el aceite de la Alcarria y los vinos de denominación de origen de Mondéjar y Sacedón y Arganda.
El paisaje antropogenizadode la Alcarria ha sido marco contextual de célebres varias obras literarias, entre las que destaca fundamentalmente Viaje a la Alcarria de Camilo José Cela.
Etimología
El nombre de alcarriaproviene del árabe andalusí y los arabistas modernos identifican con el término al-Quaryat, al igual que alquería, nombre que reciben pequeñas casas de labor y que, algunas, han evolucionado en pequeños poblados. Hoy al término alcarria se le da el significado de "terreno alto, raso y de poca hierba". El adjetivo gentilicio propio de la comarca es alcarreño.
Extensión y límites
Al tratarse de una comarca natural, no hay una claridad sobre los límites geográficos de la Alcarria en su parte nordeste y oriental, donde enlaza con la sierra Ministra y las parameras de Molina. De norte a oeste sí está delimitada en el polígono formado por los ríos Henares, Jarama y Tajo, como límite geológico y morfológico del páramo de la Alcarria.
Habitualmente se distinguen varias zonas dentro de la propia comarca de la Alcarria dependiendo de cada una de las provincias donde se extiende. Así, en la provincia de Guadalajara, donde la

Caracenilla

Alcarria tiene mayor extensión, se distingue entre la Alcarria Alta, en la zona más septentrional, en la orilla derecha del río Tajuña, donde el páramo alcarreño alcanza su mayor altitud, y la Alcarria Baja, en la zona más meridional, en la orilla izquierda del Tajuña y en torno a la vega del Tajo. También en la Comunidad de Madrid el Tajuña sirve de separación entre los páramos de la Alcarria de Alcalá, al norte, y de la Alcarria de Chinchón, al sur. En la parte más meridional, desde la margen izquierda de los ríos Tajo y Guadiela, se habla de la Alcarria conquense por extenderse en la provincia de Cuenca
(De Wikipedia y otras fuentes)

LA ALCARRIA CONQUENSE

Municipios Población (2011)

Huete 2.004 hab.

Priego 1.133 hab.

Barajas de Melo 1.086 hab.

Villalba del Rey 613 hab.

Torrejoncillo del Rey 541 hab.


La Alcarria Conquense se sitúa en el extremo noroccidental de la provincia de Cuenca. La diversidad paisajística, su riqueza patrimonial, gastronómica, artesanal y la oferta recreativa, convierten a la comarca en un lugar digno de ser visitado, en el que se puede disfrutar de sus tradiciones y de la sencillez y hospitalidad de sus gentes. Debido a su gran extensión, en la comarca abundan las alcarrias con sus tonalidades pardas que quedan salpicadas por arbustos que se mantienen encaramados en las laderas guardando el equilibrio; también hay lugares en los que los ríos excavan bellas hoces tapizadas por una abundante vegetación de pinos, al igual que zonas de ribera en las que los alamedas, con sus verdes o amarillos, se van desnudando poco a poco con la llegada del invierno. Históricamente la Alcarria Conquense ha recibido influjos desde épocas prehistóricas. Los Íberos, pueblos provinientes del este de la Península crean los primeros asentamientos estables de la comarca. Sobre ellos, y tras su conquista, los romanos construyeron un entramado organizativo que ha dejado su huella en el paisaje alcarreño mediante puentes, calzadas y ciudades. El dominio musulmán tuvo una notable impronta en esta tierra, conservándose aún restos de alcazabas como la de Huete o Priego. La Alcarria Conquense fue uno de los escenarios de la Reconquista de los siglos XI y XII. Algunos pueblos, como Albalateo Alcantud, poseen topónimos que denotan esta antigua población musulmana. A finales del medievo y durante toda la Edad Moderna, incluido el siglo XVIII, la comarca llega a su máximo esplendor cultural, económico, y artístico. Durante los siglos XIX y XX se cimentan las bases de una nueva sociedad que ha llegado hasta nuestros días, manteniendo los pueblos su economía tradicional basada en la agricultura y en la ganadería, y a absorber la creciente demanda del Turismo Rural.
La Alcarria Conquense posee un espacio fragmentado debido a la variedad de paisajes, costumbres, cultivos y artesanía, que podemos encontrar en ella. Este es el motivo por el que la cuenca cerealista del Río Gigüela, las estribaciones montañosas de la Sierra de Altamira, las extensiones de girasol del Valle del Río Mayor o del Guadamejud, las Alcarrias del centro de la comarca, las zonas mimbreras de la Vega del Trabaque, los campos de olivares de la Hoya del Infantado o el impresionante Estrecho de Priego, constituyen la esencia de un territorio diverso y único como es el de nuestra comarca.
(Del blog “la Alcarria conquense”)

Productos de la Tierra
La gastronomía popular de la Alcarria Conquense es sencilla, honrada, fuerte y auténtica, como corresponde a la forma de vivir de sus gentes. Platos contundentes de la tierra, elaborados por tradición

La miel

para degustar con buen gusto.

Departir entre figones compartiendo mesa y mantel, una de las mejores maneras de entender lo auténtico de cada lugar.
El mimo y cariño de su preparación ennoblece a la cocina, los ingredientes, sabiamente utilizados, proceden de una tierra de contrastes, de colores y sabores autóctonos, la tierra de la Alcarria Conquense.
Gachas, caldereta, matahambre, cochifrito, migas de patata, cordero a la miel o zarajos, son algunos de los numerosos platos de una variada gastronomía.
Deliciosos postres como torrijas, flores, garabatas, dormidos o piñas, dejarán un sabor dulce en el paladar del visitante, invitándole a repetir esta exquisita experiencia.
( De Internet y otras fuentes)

Caracenilla es una pedanía del municipio español de Huete, en la

Ermita

provincia de Cuenca. Se encuentra situado a 12 km del núcleo principal del municipio y cuenta con 60 habitantes. Se encuentra situado en la ladera de un pequeño monte, en el valle del río Mayor.

Se cree que Caracenilla surgió a principios del siglo XIII. Según se cuenta, fue fundada por lugareños de Caracena(Soria) que participaron en la reconquista de España y se asentaron en la actual Caracenilla, de ahí su nombre.
Como Patrimonio histórico-artístico destacan la iglesia de San José y de Santo Domingo de Silos, del siglo XVIII, construida por Juan de Toca (iglesia neoclásica con planta de cruz latina con cúpula y cimborrio) y la ermita de la Inmaculada Concepción, de principios del siglo XIX (neoclásica con planta de cruz latina, cúpula y bóveda de medio cañón)
(De Wikipedia)

La Casa del Canónigo (Siglo XVII), catalogada como Patrimonio Histórico por la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, está al lado de la antigua Iglesia románica del pueblo de Caracenilla.
(De Wikipedia)

He de reconocer que, a pesar de mis muchos viajes por España, y del conocimiento bastante completo que a lo largo de los años he ido teniendo de Castilla La Mancha, y más concretamente de Cuenca y su provincia, ni me había planteado conocer la Alcarria conquense. Débese a la juvenil inquietud y conocimientos culturales sobre España de nuestra hija Katia, que me disponga ahora a escribir varios relatos y comentarios sobre esta comarca española tan desconocida, en su zona de Cuenca, aunque sin ánimo de emular aquel inimitable “Viaje a la Alcarria”, de Camilo José Cela.
Y es que la Katia se dignó ofrecernos y regalarnos a su madre y a mí mismo una estancia de fin de semana en un hotel con encanto que ella ya conocía en Caracenilla (Cuenca), llamado “La Casa del Canónigo”.
Cuando recibimos el regalo, en esa forma de marketing tan actual que es el “bono regalo”, poco nos faltó para decirle a nuestra hija que
era una osada, organizándonos viajes a nosotros, que tantos países, lugares y caminos llevamos recorridos.
Pero preferimos informarnos de forma más completa y aquellos tenues deseos de reproche fueron trocándose en interés y agradecimiento por el obsequio y la sugerencia, no ya por el hotelito elegido, que semejaba muy completo y bien dotado, sino por lo adecuada que parecía la zona para una escapada, especialmente porque era desconocida para nosotros.
Y así, después de almorzar en nuestro domicilio y descansar algo, que nuestras edades ya demandan una sosegada digestión, tomamos nuestro automóvil híbrido y la autovía A-3 en dirección Madrid, que nos brindó una cómoda ruta hasta llegar a Minglanilla, población ya de la provincia de Cuenca en la que nos desviamos a la carretera autonómica CM-211, con buen trazado y firme en condiciones correctas, que, casi en solitario, recorrimos hasta llegar a Almodóvar del Pinar, punto de intersección con la carretera N-320, que asciende desde Motilla del Palancar y, pasando el puerto de la Tórdiga, llega hasta Cuenca, bordeándola, para continuar hacia Guadalajara.
En la capital conquense nos desviamos por la autovía A-40, durante unos veinte kilómetros, hasta la salida a la carretera comarca CM-2019, que indica la dirección a Huete.
Ya había anochecido, pero los escasos treinta kilómetros que nos faltaban, los recorrimos sin más incidencia (que no fue tal) que una fina llovizna, hasta vislumbrar a nuestra derecha, en un altozano, como una especie de castillo, iglesia o monumento, muy iluminado en tonos ocre/anaranjados, que luego supimos es la ermita de Caracenilla.
Y en llegando a Caracenilla, encontrar La Casa del Canónigo, fue tan fácil como que a la segunda curva de entrada a la población, su fachada color rojo o burdeos, nos denunció su presencia.
La casa, en la parte más llamativa o pintada en ese rojo/burdeos, se presentaba en el chaflán a una calleja, pero el acceso era por una puerta o portón desde la misma carretera, junto a la cual diversos distintivos de organizaciones hosteleras, como Top Rural, Select Hoteles, Turismo Rural, y algunos más denotaban el destino del edificio.
En cuanto accedimos a la casa apreciamos, primero, una amabilísima acogida por parte de una solícita propietaria, que inclusive se brindó a llevarnos nuestro escaso equipaje, y un detallismo en la decoración, entre clásico y rústico, que parecían anunciar lo que era el resto de la casa-hotel.
Ya habíamos llegado después de unos tranquilos 240 kilómetros, recorridos en alrededor de dos horas con toda comodidad, y después de los trámites de registro (parece que ahora los regentes de establecimientos hosteleros han de comunicar a una web de la Guardia Civil o de la Policía, los datos identificativos de los clientes), accedimos a nuestra habitación, en la tercera planta, que presentaba
un aspecto abuhardillado, con el techo en madera y viguerío a la vista y sendas ventanas sobre el techo amansardado, por los que podía vislumbrarse el exterior, es de suponer que las estrellas por la noche, aunque en nuestro caso solamente los golpecillos regulares de la llovizna denotaban que iban a negársenos los luceros.
Eran poco menos de las ocho de la tarde, y se imponía una visita a la aldea, que no otra cosa era y es la población, en la que, si no contamos mal, había unas nueve calles y dos plazas, la principal llamada de la Constitución, con dos bares recayentes a la misma (¡cómo en España un poblado sin bares!), y comprobamos que había rótulos y reclamos de albergues o alojamientos rurales en varias puertas cerradas.
La fina llovizna fue tornándose fría y ello nos empujó a retornar al calor de la Casa del Canónigo, en uno de suyos salones tomamos un vino de la tierra (más delante comentaré al respecto), para esperar hasta la hora de la cena, que en nuestro caso fue muy frugal, con una ensalada y unos huevos con patatas.
Era un viernes, y después de una semana laboral, y por la relajación que el propio ambiente imponía, pese a lo agradable que resultaba el
salón, con la estufa de leña trasmitiendo calorcillo y ese olor tan característico de esos artilugios, decidimos retirarnos a descansar, aunque puedo garantizar que ni realmente ni en sentido figurado pudimos ver las estrellas, que por algo la lluvia seguía golpeando con monotonía en los inclinados cristales del techo de la buhardilla.
Hasta nos permitimos bromear, antes de que Morfeo se ocupara de tomarnos en su brazos, que en esta Casa se debería de morar confortablemente, ya que por algo existe la expresión de “vivir como un canónigo”.
Había comenzado nuestra escapada a la Alcarria conquense.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA