Durante siglos de represión, las francesas eran para los españoles lo picante y pecaminoso, lo deseable e inalcanzable. Odiaban a los gabachos porque tenían gabachas, y ellos damas enlutadas de cirio, cilicio, velo y novena.
Tras la muerte de Franco cambiaron las tornas. Muchas españolas se desnudaron, y así permanecen, y las francesas resultaron más pudorosas.
Por eso el libro-testimonio “La vida sexual de Catherine M.”(Anagrama), de la directora de la revista francesa “Art Press”, Catherine Millet, no parece asombrar en España, mientras sí lo hace en el resto de Europa: en España se está de vuelta.
Millet cuenta décadas de experiencias sexuales en miles de jornadas con parejas, tríos, cuartetos, orquestas de cámara y sinfónicas. Sus relaciones fueron de todas las maneras y posturas, siempre sin goce. Patéticamente, confiesa que solo lo alcanza en solitario.
Así que el gran escándalo literario europeo es un tratado de gimnasia, solo inquietante para el hombre celoso: ella le recuerda que no lo necesita para ejercer como incansable máquina neumática.
Además es utilitario para algunas mujeres frígidas pues proporciona nuevas ideas de cómo hacer ejercicio sin ir al gimnasio; las que no lo son conocen técnicas de jineteo con seres de menor interés intelectual que el imprescindible látex.
Este no es un libro erótico o literario, sino el manual de gimnasia que solo puede escribir una intelectual francesa frígida, aunque neumática.