Argentina se apresta a transitar en los próximos tiempos la crisis social y económica más severa de sus 213 años de historia. No es un augurio mal intencionado, ni por supuesto un deseo. Es la consecuencia directa y previsible de las políticas de ajuste que implementará el presidente electo Javier Milei. Nunca un plan de ajuste terminó bien, y nunca un presidente se animó a ir tan lejos en la poda de recursos estatales, ni siquiera aquellos que tomaron el Estado por asalto, como Uriburu o Videla. El recorte del 15% del PBI que plantea Milei es criminal y tendrá consecuencias impredecibles en la sociedad; en esta generación y en las próximas. Porque, huelga aclarar, el ajuste no va a recaer sobre la “casta política” como vocifera de manera engañosa, sino sobre las espaldas del pueblo argentino. Lo pagará la clase media, los trabajadores, los estudiantes, los jubilados, los pobres. Y por supuesto, los zonzos que lo votaron y también, los que viéndola venir, votaron en contra. Todos pagarán, excepto –obvio-, la minoría minúscula con ingresos en dólares (legales o fugados), acciones, bonos, propiedades y otros activos en el exterior. Esos, junto con los buitres del “mundo occidental”, son los grandes ganadores del modelo de la libertad. A ellos les saldrá gratis, y serán –cuando el país implosione– los únicos beneficiarios de la debacle.
Por Fabián Mettler
La Libertad era para los poderosos.
¿Y la lucha contra la casta?
El recorte prometido viene acompañado, por si fuera poco, de una política de liberalización plena de todos los mercados. Esta idea que podía sonar abstracta, fue para los inquilinos de vivienda -muchos de los cuales gritaron “¡Viva la libertad carajo!”, muy concreta. Al otro día del triunfo libertario las inmobiliarias cancelaron las renovaciones de contratos que estaban en curso. Es cierto, es una barbaridad, pero desde el punto de vista de los propietarios es lo correcto. Hay un nuevo gobierno que dice que va a derogar la ley de alquileres. ¿Qué es eso entonces de andar poniendo plazos mínimos, ajustes de precios anualizados, pagos en moneda local?
Milei viene a tirar abajo toda la legislación protectoria sancionada en Argentina en los últimos 80 años. Y cuando ocurre eso triunfan, ¡qué duda cabe!, los ricos y los poderosos porque, como decía Scalabrini Ortiz, “Lo que no se legisla explícitamente en favor del débil se legisla de modo implícito en favor del fuerte”.
El presidente electo aún no asumió pero la liberalización de los mercados ya comenzó a hacer estragos. Es que, conviene saberlo, los mercados siempre se adelantan a las decisiones de la política. Más cuando cuentan con la “data” de que se pretende aniquilar la intervención del Estado en la economía y desregular todo. “Data”, que por otra parte nunca fue tal, ya que el candidato dijo bien clarito lo que iba a hacer si era electo presidente.
El espejismo del dólar atrae incautos.
La única liberalización que sí hizo un poco de ruido, pero que fue insuficiente para frenar el aluvión de votos, fue la de órganos y la de armas. Desregulaciones que es probable que se posterguen hasta el final del mandato, y que quizá ni haga falta aplicar. O tal vez sí, cuando llegue el aciago tiempo de canjear un riñón por un plato de lentejas o de conseguir el revólver con qué volarse los sesos.
Alivianando la visión trágica, conviene hacer un repaso de qué mercados siguen en el trencito desregulador de los paladines de la libertad. Son varios, mencionamos algunos: Medicina prepaga y obras sociales, combustibles, seguros, divisas, colegios privados, medicamentos, tarifas de luz, agua, gas y transporte. A esto hay que sumarle la eliminación de controles en los alimentos y artículos del hogar (Precio Cuidado, etc.) ¿Hace falta más? Con una pequeña dosis de esta azarosa muestra basta para pulverizar a cero el ingreso de las familias.
Y acá no termina la cosa. A este rosario de calamidades hay que sumarle otras perlitas: Paralización completa de la obra pública, apertura comercial con el mundo “libre”, mayor endeudamiento externo, congelamiento de salarios y jubilaciones, privatización y remate de empresas públicas (con Y.P.F. a la cabeza), flexibilización laboral, eliminación del sistema de jubilaciones estatales, de las indemnizaciones y de los convenios colectivos de trabajo. Está todo dicho: nada nuevo bajo el sol. Son las viejas recetas neoliberales –remozadas y recargadas– que se aplicaron en el 76 con Videla, en los 90 con Menem y en el último tiempo con Macri.
¿Hace falta explicar cómo terminó cada uno de esos experimentos? El lector ya sabe, sin embargo conviene recordarlo: Hambre, confiscaciones de ahorros, mayor endeudamiento, suicidios, migraciones, recesión, quiebra de Pymes, achatamiento de salarios y jubilaciones, indigencia, tasa de desocupación del 25%, hiperinflación, corralito, FMI, blindaje, megacanje. Protesta social, represión, balas y muerte.
Hasta acá un análisis prospectivo de lo que puede ocurrir, hecho en base a las promesas de campaña del candidato y a sus declaraciones como presidente electo. Ahora bien, ¿el pueblo va a convalidar ser sacrificado como un cordero en el altar del Dios Mercado? Parece difícil. Cuando baje el odio y los zonzos se aviven de qué el ajuste lo pagará la “casta” de abajo, es decir ellos mismos, comenzará la rebelión. El peronismo (¿Axel, Massa, CFK?), los sindicatos, los movimientos sociales, los intendentes, tendrán que abrir el Registro de Votantes Arrepentidos, reagrupar la tropa y ganar la calle. Cuentan con una ventaja. Milei, pese al aluvión de votos y el apoyo de la Embajada de EEUU, es un presidente débil. Tiene pocos legisladores propios y ningún gobernador. Además, el Círculo Rojo desconfía de sus propuestas. Cuenta, por supuesto, con la tropa que maneja su flamante padrino, pero igual está por verse cuántos de sus integrantes acompañará con ojos cerrados el salto hacia el abismo.
De todos modos, y aún con esa debilidad institucional congénita, Milei puede hacer mucho daño al país. Puede gobernar, y el hombre parece dispuesto a todo, a decretazo limpio. Porque es dable suponer que El Congreso –salvo que el peronismo claudique– no aprobará el paquete de leyes de recortes y privatizaciones que tiene previsto presentar. Sin embargo, eso no sería un obstáculo para su política destructora, le alcanza con tener mayoría en una de las Cámaras para ratificar los DNU que vaya enviando. Es más, y aunque hoy parezca descabellado, si el Congreso se pone de punta hasta lo puede disolver. Total, esa institución representativa y pluralista de la democracia es parte de “la casta política”, esa a la que Milei dice combatir a la vez pone a Patricia Bullrich y al Toto Caputo en su gabinete.
Pero, ¿y si le va bien? ¿Si logra frenar la inflación, recomponer ingresos, allegar dólares a la economía, fortalecer la industria, crear puestos de trabajo. Si en el marco de las relaciones carnales con EEUU consigue 30.000 o 40.000 millones de dólares (entregando, por supuesto, Vaca Muerta, litio, agua y la mar en coche) y reedita el Plan de Convertibilidad de Menem-Cavallo?, me dicen. Parece muy improbable porque el nivel de endeudamiento externo no deja margen y las “joyas de la abuela” ya no cotizan como en los 90. Pero en esta argentina demencial todo puede ocurrir.
La Argentina demencial
Las señales emitidas hasta hoy indican que el país se encamina hacia el abismo. Se dirige a padecer la recesión más violenta de su historia, a entregarse maniatado a EEUU, a rematar su patrimonio público y a deprimir ingresos y llevar la desocupación a niveles jamás antes vistos. Nunca un plan de ajuste de las cuentas públicas –ni en Argentina ni en el resto del mundo– logró revertir una crisis. Es más, siempre la agravó con costos sociales y humanos que costó varias generaciones recomponer.
Argentina se apresta a transitar en los próximos tiempos la crisis social y económica más severa de sus 213 años de historia. No hay ninguna chance de que el modelo libertario tenga éxito. Es más, hundirá de tal modo a la economía que costará años salir del infierno. Sólo ganará la “casta” empresarial (local y extranjera), que se quedará con activos estratégicos y con los recursos naturales de todos los argentinos. El pueblo sufrirá hambre y desocupación. Javier Milei, en nombre de la libertad, va a arrasar con la legislación protectoria sancionada en los últimos 80 años. Va a recortar gastos e inversiones, liquidar empresas públicas, reendeudar al país y desbaratar derechos elementales de sus conciudadanos. Cuenta para esa terrible faena con gran apoyo popular –al menos por ahora– y el “mejor equipo de los últimos 50 años”, aportado por Mauricio Macri, el gran ganador de esta elección. Veremos hasta donde aguanta la paciencia del pueblo: de aquellos que lo votaron y de los que jamás lo votarían.
Fabián Mettler