ESTACIÓN ONCE: La Sinfonía Viajera

Publicado el 14 febrero 2016 por Ana Granger @AnaGranger21
"A veces algunas personas abandonaban la Sinfonía, pero las que se quedaban entendían algo que muy pocas veces se decía en voz alta. La civilización en el Año Veinte era un archipiélago de pequeñas ciudades. Esas ciudades habían luchado con individuos que vivían de forma salvaje al margen de la sociedad, habían enterrado a sus vecinos, y sus gentes juntas habían vivido, sufrido e incluso muerto [...]; por todo ello, en esos sitios no recibían con los brazos abiertos a los desconocidos"
Fragmento de Estación Once de Emily St. John Mandel

Pasado ya un tiempo se puso en contacto conmigo una editorial nueva, Kailas Editorial. Centrada hasta hace bien poco en la publicación de novelas de autores orientales, ha decidido expandirse. Una de las obras con las que se ha arriesgado y traído a nuestro país es Estación Once de la autora canadiense Emily St. John Mandel.

Este libro ha sido especialmente elogiado por el famoso autor de Juego de tronos, George R.R. Martín, ganó el premio Arthur C. Clarke Award de 2015, fue Bestseller del New York Times y Libro del mes en Amazon.com en septiembre de 2014.

Por supuesto cuando me lo ofrecieron, dije que sí de inmediato, aunque más que los premios lo que más me llamó para querer leerlo fue su atípica trama.

Como otras historias, Estación Once comienza con un virus mortal que diezma la población del planeta y lleva a los humanos a vivir en sistemas anárquicos, carentes de toda norma, en los que impera la ley del más fuerte. Existen varios protagonistas, pero la principal en este mundo postapocalíptico es Kirsten. Apenas era una niña cuando todos enfermaron y ahora, ya adulta, recorre media norteamérica con la Sinfonía Viajera, una compañía de teatro formada por actores y músicos que, en su arriesgada y casi ilógica empresa, hallan una razón para vivir y tener una familia en medio del caos. El problema es que un día regresan a un "pueblo" donde un par de amigos suyos se quedaron a vivir y cuando van a visitarlos descubren que las cosas allí han cambiado y que un autoproclamado profeta se ha hecho con el control por medio de la violencia.

Así contado, podemos creer por donde irán los tiros de la novela, pero nada más lejos de la realidad. La mayor parte de la historia se centra en el período previrus mortal, más concretamente, sobre una serie de personajes que, de un modo u otro, están interconectados en torno a un actor al que Kirsten conoció de niña en una representación de El rey Lear de Shakespeare en la que ambos participaban.

Mediante saltos en el tiempo, vemos extractos de las vidas de estos personajes y de su evolución personal, siendo los principales: Miranda, Arthur, Jeevan y Clark. Las partes que más me engancharon fueron las de la Sinfonía Viajera, dándome a veces la sensación de estar leyendo dos libros en uno; por un lado el mundo previrus y, por otro, el apocalíptico.

Es un libro de esos que yo llamo reflexivos, centrados en la condición humana que transmite un mensaje: no te conformes, persigue tus sueños por imposibles que parezcan, o al menos, acércate a ellos lo suficiente (nunca sabes cuando un apocalipsis te puede echar al traste los planes). Hay poca acción en la novela, siendo hacia el final cuando el asunto se pone más interesante.

A lo largo de la misma, nos topamos con unas cuantas alusiones a Shakespeare y a su obra (es una compañía de teatro, no resulta tan raro). Aunque dado que este autor no está entre mis lecturas más recientes ni futuras, me han venido de perlas algunas notas de la traductora a pie de página.

A nivel escritura y ambientación, es magistral, una novela de gran calidad literaria; ha sido la historia la que no me ha convencido y debo admitir, que me ha costado terminar Estación Once. La autora e ntremezcla con gran maestría la ciencia ficción con otros géneros, siendo su modo de narrar muy original, pero es como si se quedara a medio camino de ser varias cosas sin ser ninguna. N o es lo que me esperaba. Nunca he sido de novelas introspectivas, me gusta que me hagan pensar, pero también que la historia me dé motivos para continuar y no, no lo he sentido con Estación Once.

¿Por ello no la recomendaría? Para nada, claro que creo que debe leerse, porque que yo no le haya sabido sacar jugo a Estación Once no significa que no me haya quedado con el regusto de haber leído un buen libro. Es una obra que sé que encandilará a multitud de lectores; como lectora una sabe cuando tiene un trabajo de gran calidad entre las manos.

Sobre aspectos más superficiales, la encuadernación y maquetación del libro están muy cuidadas y se nota que no han reparado en gastos, ni en creatividad. Aquí os pongo para vuestra curiosidad la selección de portadas que se barajaron para en España (Estación Once ver artículo original) ¿Cuál es vuestra preferida?:

Le doy las gracias a la editorial por el ejemplar y, sobre todo, por confiar en mi y en mi blog . Les agradezco mucho la oportunidad brindada de leer Estación Once, y ojalá os pueda traer la entrevista pendiente que tengo con la autora, aunque de momento espero que la reseña os ayude ha decidiros con esta peculiar y muy bien escrita novela.


¡Feliz día de San Valentín (o de anti-San Valentín, si pensáis como yo ;)!

Un inesperado virus mortal acaba con la humanidad tal y como la conocemos: ya no quedan trenes que unan los lugares, ni internet que nos permita conocer el mundo, ni siquiera ciudades en las que vivir, solo quedan asentamientos hostiles al visitante ocasional.

En este desolador panorama un pequeño grupo de actores y músicos tienen una iniciativa sorprendente: crear la Sinfonía Viajera, con el fin de mantener vivo un resquicio de humanidad. Pero en este libro nada es fácil y pronto este rescoldo de civilización también se verá amenazado por un violento profeta.

Esta novela va más allá de su argumento y escritura, originales y ambiciosos: nos sumerge en un mundo distinto y nos obliga a reflexionar sobre el presente, sobre lo que tenemos y qué valor le damos. En definitiva, un homenaje inteligente y sobrio a los pequeños placeres de la vida. Un libro difícil de dejar y, más aún, de olvidar.