Vayan por delante en tan espinoso tema, tres consideraciones primordiales:
Grandes colas por el caos aéreo, en Sevilla
(Fuente: Cadena SER)
1) El caos provocado en todos los aeropuertos españoles y el cierre del espacio aéreo español provocado este viernes y sábado (inicio del sagrado Puente de la Inmaculada Constitución) es, simplemente, inadmisible.
2) El Gobierno, esta vez, ha reaccionado correctamente ante la situación, decretando el Estado de Alarma, movilizando a los controladores aéreos y estableciendo una supervisión militar, para recuperar la normalidad, que es el derecho de todos los (sufridos) ciudadanos de este país y de todos los (benditos) turistas y viajeros que nos visitan.
3) El problema de fondo NO está resuelto. Simplemente se ha puesto remedio al caos.
Por otra parte, en una situación en que el Gobierno de España no para de recibir críticas de todo tipo (algunas de ellas, bastante justificadas), hay que reconocerle el valor y el arrojo de abordar de frente un problema enquistado desde hace muchísimos años, y ante el que todos los gobiernos anteriores han pasado como de puntillas, tratando de evitar los probables disturbios a base de perennizar los privilegios.
Lo que ocurre es que abordar un problema no es resolverlo. O al menos, no del todo. El problema con los controladores aéreos viene de mucho tiempo atrás. Una estructura corporativista llevada al límite, una jornada laboral limitada por ley a las 1.200 horas anuales, unas horas extra pagadas a precio de oro, la restricción a la formación y contratación de nuevos controladores aéreos, necesarios para atender una creciente demanda de transporte aéreo, la administración puramente interesada de unos derechos y privilegios que nadie se había atrevido hasta ahora a discutir, no son más que algunos de los elementos del problema.
La fijación de turnos se establecía por parte de los propios controladores, sobredotándolos de personal, a fin de forzar la contratación de horas extras, que a muchos les han rendido más que pingües beneficios. Se dice que algún controlador llegó a percibir emolumentos cercanos al millón de euros en un solo año, a base de facturar como horas extras la totalidad de la diferencia entre la jornada extrareducida legal y lo que consideraríamos hoy una jornada normal (incluidas las horas ya percibidas como liberado sindical).
Así, pues, la situación tal y como estaba ahora hace un año, era insostenible. En Febrero, el Gobierno publicó un Decreto intentando poner un apaño a la situación. La jornada anual pasó a ser de 1.670 Horas (con posibilidad de hasta 80 horas extras anuales), y se fijó que la definición de turnos sería responsabilidad de AENA a partir de entonces, y ya no de los propios controladores.
Para Noviembre, muchos controladores ya habrían alcanzado ese total anual de horas, por lo que entendieron que su trabajo para 2010 ya había concluido (o se trataría, claro, de más horas extras). Para principios de la pasada semana (últimos días de Noviembre) ya se produjo algún episodio aislado en alguno de los Aeropuertos gallegos, donde los controladores no comparecieron a su turno de trabajo.
En el Consejo de Ministros del viernes 3 de diciembre, el Gobierno decidió dar curso a una serie de medidas anticrisis (llamémoslas así), anunciadas por Zapatero unos días antes en el Congreso. Entre ellas está la de la privatización parcial de AENA, donde entraría capital privado hasta el 49%. Paralelamente, la nueva AENA podría establecer concesiones para la gestión de algunos Aeropuertos (Barajas y el Prat, de forma evidente). Esto, en realidad, sería poner remedio a una situación que en España es excepcional respecto a lo que sucede en los países de nuestro entorno.
Pero, además, decidió dar curso a un nuevo decreto para intentar paliar (o convertir en ilegales) los posibles problemas causados por los controladores en esta parte final del año. Se especificó en ese Decreto que el límite de las 1670 horas se refiere a horas en la Torre de Control, y no a horas dedicadas a otras labores (formación, horas sindicales,...). De esa forma, el Gobierno estimaba ganarse un margen suficiente como para terminar el año sin nuevos caos en los Aeropuertos.
Los controladores, como respuesta, decidieron masificar la indisciplina, y el propio viernes por la tarde consiguieron bloquear por completo el espacio aéreo español. El Gobierno, tras serias advertencias y un ultimátum, reaccionó prontamente (y, a mi modo de ver, con medidas a la altura del desafío), decretando el sábado a la una de la tarde (hora de publicación en el BOE), el Estado de Alarma, militarizando de facto el control aéreo, convirtiendo la desobediencia y la indisciplina en un delito castigable con cárcel, al estar amparado por el Código Penal Militar.
(Fuente: El Imparcial)
La situación se resolvió, los aviones empezaron a volar de nuevo, y los 650.000 ciudadanos afectados pudieron empezar a deshacer el lío montado por la situación de caos. Muchos renunciaron a sus viajes (la mayoría, de breves vacaciones), otros habrán perdido dos o tres días de los cinco del macropuente. Habrá habido cancelaciones en hoteles de todo el mundo (y muchos en nuestras propias zonas turísticas, especialmente las insulares), en bodas o bautizos en Inglaterra, Holanda, Alemania o Austria habrán faltado los primos españoles, secuestrados en los Aeropuertos de origen por los controladores. Y la marca España se ha visto perjudicada, más allá de lo que un país de servicios como éste puede permitirse. Estar en portada de periódicos internacionales por esta causa es una muy mala noticia, que costará mucho desmontar.
Dicho esto, no creo que los controladores aéreos en su conjunto sean una raza tan privilegiada que odia a la ciudadanía de a pie de este país, y que disfrutan creando un caos de tal tamaño. Hay un problema con el control aéreo en España que, insisto, procede de la inacción de muchos Gobiernos en los últimos treinta años, que han preferido cerrar los ojos que afrontar valientemente una solución de futuro para el tema.
Entre el colectivo, como casi en cualquier otro en el que quisiéramos fijarnos, habrá gente que se ha aprovechado al límite de ciertos privilegios, y que hoy disfruta de un capital que, siendo legal, no es para nada lícito. Pero habrá muchos otros que han llevado adelante la profesión como una tarea exigente y estresante, que requiere frecuentes descansos, y que está bastante bien pagada. Se habrán llevado a casa sueldos más que muy decentes (por encima de los 100.000 euros anuales) pero ninguna fortuna, y que habrán visto con malos ojos (sin oponerse demasiado, eso también es cierto), los manejos y manipulaciones de las mafias del colectivo, que han estado jugando con fuego durante muchos años. Hasta que ahora les toca quemarse a todos, tirios y troyanos.
Hoy es el Día Después. El decreto de Estado de Alarma ha puesto remedio al caos (bravo por el Gobierno; bien por el Rubalcaba comunicador claro). Pero sepamos todos que no ha resuelto el problema, que sigue latente bajo la disciplina impuesta a golpe de decretazo.
Ya es hora de realizar una evaluación clara de cuántos controladores aéreos hacen falta en España, atendiendo a los turnos necesarios, a la presencia en las torres de Control, a su necesaria formación permanente, y a la tasa previsible de bajas, como en cualquier otro trabajo. Y cuál debe ser el límite legal (y médico) de horas anuales de trabajo para un controlador, y las máximas horas de trabajo continuado, y demás. Como en cualquier otra actividad del orbe económico.
(Fuente: pilotosdeiberia)
Ya es hora de dejar aparcados los privilegios y las leyendas, los rencores y los odios, y los laissez passer de los que los ciudadanos ya estamos hartos. El control aéreo debe contribuir a la marcha de este país, de sus ciudadanos y de alguna de sus principales industrias (de modo especial, la turística). Se ha convertido en un servicio básico, y como tal debe abordarse. Sin represalias (al fin y al cabo, quien se aprovecha de un privilegio que le conceden, no tiene culpa alguna), pero sin reservas ni suspicacias. Con luz y taquígrafos, a ser posible. Para que un controlador aéreo llegue a ser lo que realmente es, un trabajador especializado, con una labor de gran responsabilidad, y que por ello debe estar entre los bien pagados del país. Pero nadie puede hacerse millonario con un trabajo al servicio de la sociedad.
A través de canales alternativos de información (las redes sociales, los blogs) han llegado a la opinión pública otras voces del colectivo de los controladores, diferentes a las de sus líderes y sindicatos. Y hay de todos los colores. Desde un blog donde una controladora aérea escribe a gritos, defendiendo los derechos del colectivo, hasta opiniones más ponderadas de algún otro controlador que es más crítico con los privilegios y los corporativismos, como el artículo de Francisco Capella en Libertad Digital.
La herida, tras muchos y sucesivos parches, después de echarle alcohol para que cicatrice, de ponerle mercromina y una simple tirita, a ver si deja de sangrar, de cantarle el sana, sana, culito de rana, ya es hora de ponerse a trabajar para curarla, o amenazará infectarse, si no lo está ya. Las dos partes deben sentarse a negociar, pero teniendo en cuenta que no se pueden pisotear de una parte los derechos laborales, ni los privilegios que generan desigualdades insostenibles pueden mantenerse. Hay que redefinir las plantillas, las jornadas laborales, la definición de turnos. etc. Y, solamente si fueran incapaces de encontrar otra solución, siempre nos quedará la solución final de Reagan, let's start from scratch (empecemos de cero).
Pero lo que está claro es que este gran país y sus ciudadanos, sufridores de una crisis económica profundísima, no se merecen que los derechos o privilegios (aunque fueran legítimos) de un pequeño colectivo les amarguen las únicas posibilidades de ocio y disfrute que van quedando. Que entre los más de cuatro millones de parados que hay en España, seguro que hay varios miles capacitados y dispuestos a convertirse en controladores aéreos, solamente por un sueldo digno.
El conflicto se enquistó por la voracidad de una de las partes, y la inacción de la otra. Ya es hora de buscar soluciones que garanticen que nunca más tengamos que vivir lo de este inicio de Puente.
Y, por cierto, cualquiera de los 650.000 afectados por las cancelaciones aéreas de estos días, puede consultar la página de FACUA, para tener una guía sobre qué y cómo pueden reclamar.
Buena suerte a todos, y feliz continuación de Puente.
JMBA