Estados del yo

Por Joseluisp

Qué complicadas son las relaciones entre las personas. Es un mundo tan complejo en el que nunca dejamos de aprender. Como vimos en un reciente artículo, las relaciones son el objeto de estudio del análisis transaccional, una corriente de la psicología humanista que analiza las transacciones de la persona al objeto de ayudarle a mejorar su vida.

En el análisis transaccional, la únidad basica de estudio en una relación es la transacción. Una transacción es un intercambio de información entre dos personas que consiste en un estímulo y una respuesta. Lo interesante es que en una transacción cada uno de los individuos intercambia esta información desde cualquier estado de su yo.

Nuestro yo tiene tres estados básicos diferentes que se manifiestan de forma positiva o negativa cuando nos relacionamos con otras personas. Estos tres estados son el Adulto, el Niño y el Padre. Utilizo mayúsculas para para diferenciar los estados del yo de las personas en cuento que somos adultos, niños o padres.

El Adulto es nuestro yo racional, el solucionador de problemas. Está conectado con nuestro cerebro lógico, donde reside el lenguaje y el pensamiento abstracto. Por supuesto, el Adulto vive de espaldas a nuestras emociones más intensas.

Sin embargo, el Niño se corresponde con nuestro yo emocional, con todas nuestras emociones primarias y secundarias. En el Niño no sólo se manifiestan nuestras emociones, sino las emociones de los demás en la medida que logramos conectar con ellos desde la empatía. Sin embargo el Niño se relaciona desde diferentes formas. El Niño natural es aquel que se comporta como un niño que responde a sus impulsos, que rie, que llora, que se pone triste y que dice las cosas como las ve, pues no está condicionado por restricciones o tabúes. Sin embargo el pequeño profesor es aquél que sabe intuir e interpretar los mensajes de quienes les rodean. A partir de estos mensajes actúa de forma intuitiva y creadora, en las mejores ocasiones, o de forma ilógica o manipuladora en las peores. Finalmente, el Niño adaptado es el resultado del proceso que emprende el niño para adaptarse al mundo exterior. Como resultado de este proceso el Niño puede actuar de forma sumisa (Niño adaptado sumiso) haciendo lo que los demás esperan de él, o de forma rebelde (Niño adaptado rebelde) oponiéndose o rebelándose ante lo que se le pide.

El tercer estado del yo, el Padre, se corresponde con el yo juzgador. Con nuestra parte prejuiciosa y reguladora. El Padre se manifiesta de dos formas: el Padre nutricio y el Padre crítico. El Padre nutricio considera, desde su mirada prejuiciosa y reguladora, que la otra persona está bien, por lo que actúa en su favor apoyándola y alentándola. Sin embargo, el Padre crítico considera que la otra persona no está bien, por lo que no la considera merecedora de su amor ni de su reconocimiento y prefiere intentar controlarla.

Según Eric Berne, cuando en cualquier relación (personal, profesional, ocasional…) aparece el Padre crítico, cualquier posibilidad de reconocimiento o de amor va a ser condicionada, restringida y limitada. Es por la existencia de estas limitaciones por lo que nos embarcamos en juegos con nuestros semejantes, al objeto de conseguir su reconocimiento positivo en forma de amor, de respeto, de consideración, de aprobación o de, empleando la jerga del análisis transaccional, de caricias positivas.