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Estados Unidos ’94: aquel maravilloso Mundial

Publicado el 08 abril 2020 por Trescuatrotres @tres4tres

Es ésta una época poco dada a las noticias en el terreno futbolístico, habida cuenta de que las páginas de información se hallan copadas -con razón- por todo lo concerniente a la evolución de la pandemia que azota al planeta en estos días.

Es por ello que los canales deportivos de televisión están recuperando emisiones de partidos históricos para rellenar sus parrillas. Qué remedio. Y hace unos días, haciendo zapping con desidia ante el televisor, me topé en uno de esos canales deportivos con la redifusión de la final de la Copa del Mundo de Estados Unidos, que midió a las selecciones de Brasil e Italia.

La casualidad de encontrarme este partido me hizo rememorar cuánto disfruté yo de este Mundial. Es el primer Mundial del que la generación de los nacidos a mediados de los ochenta tenemos recuerdos nítidos y eso idealiza aún más al evento que tuvo lugar entre el 16 de junio y el 16 de julio de aquel ya lejano 1994. Esa generación prácticamente no teníamos uso de razón cuando Italia '90 y en Suecia '92 España no estuvo, así que el Mundial de Estados Unidos era nuestro bautizo de fuego en lo que a grandes citas de combinados nacionales se refería. Un mundo nuevo por descubrir.

Y no sólo por ser el primer gran evento futbolístico que presencié sino por todo un cúmulo de novedades y hechos notables que se dieron durante esta cita mundialista, creo que podemos considerar Estados Unidos '94 uno de los mejores mundiales de la historia del fútbol o, al menos, uno de aquéllos en que se dieron más novedades y que marcó un punto de inflexión en determinados aspectos, sin que quizá en aquel momento muchos fueran conscientes de lo que representaba.

Grandes novedades que marcaron el devenir del fútbol actual

I. En primer lugar, se instauró a nivel mundial la regla de los tres puntos por victoria, dando la FIFA una moratoria a los torneos nacionales para su implantación definitiva. España la adoptó por primera vez en la 95-96. Salvo en el marco de la competición inglesa y alguna que otra liga menor, que ya habían instaurado con anterioridad este sistema, esto suponía una enorme novedad en el mundo del fútbol.

Quizá los más jóvenes piensan que de toda la vida se ha premiado con tres puntos al vencedor de un partido, pero no, esa regla la debemos al Mundial del 94. Toda una revolución en pos del fútbol de ataque, dado que la razón de ser de esta norma se fundaba en disuadir a los conservadores que salían a amarrar un punto desde el inicio. Dando una diferencia de dos puntos entre el empate y la victoria, los jerarcas del fútbol pensaron que estarían auspiciando un juego menos especulativo.

II. La norma de los tres cambios por partido empezó a ver la luz en Estados Unidos '94. Hasta este Mundial los cambios permitidos por encuentro eran dos. La novedad que se instauró para esta cita fue la consistente en poder sustituir a dos jugadores de campo y un posible tercer cambio si se trataba de la figura del portero. En este sentido, el Mundial del 94 fue la única competición internacional en que estuvo vigente esta norma, puesto que ya para el año 95 la FIFA instauró la regla definitiva de los tres cambios con independencia de que fueran jugadores de campo o guardametas.

III. La numeración y los nombres en las camisetas. Hasta Estados Unidos '94, los jugadores no tenían un dorsal fijo asignado, de modo que el once titular de cada partido se repartía las camisetas con los dorsales 1 a 11. Y sin llevar puesto el nombre a la espalda, naturalmente.

Todo esto cambió a raíz de este Mundial y la propia FIFA impone como obligatorio para las competiciones de fútbol profesional esta práctica: dorsales personalizados e inmutables para cada jugador a lo largo de toda la competición de que se trate. Exigencias de la mercadotecnia, que empezaba a imponerse en el mundo del fútbol y que iba a marcar el futuro en cuanto a lo estético del balompié venidero.

IV. Es el último Mundial pre-Bosman. Este dato es otro que nos ayuda a comprender lo genuino de esta cita mundialista, que yo consideraría la última del fútbol pre-moderno. O la primera de un protofútbol moderno, según el ángulo desde el que se mire. El hecho de ser un Mundial anterior a la sentencia Bosman supone que si miramos los planteles de las distintas selecciones, vemos cómo los jugadores punteros están más repartidos entre mayor cantidad de equipos, por mor de las restricciones que en cuanto a extranjeros imponían las distintas ligas nacionales en aras de la defensa del producto nacional.

Por poner un único pero ilustrativo ejemplo, sólo así se explica que el máximo artillero de la competición militase en un equipo de tabla baja de la liga española como el Logroñés. Estamos hablando del ruso Oleg Salenko. Igualmente, si miramos el plantel de la campeona el mundo, Brasil, apreciamos que había jugadores que militaban en equipos tales como el Deportivo de la Coruña, Fiorentina, Reggiana o Stuttgart. Hoy en día las grandes estrellas están principalmente concentradas en las plantillas de los diez o doce grandes colosos europeos.

V. El colapso en Europa del Bloque del Este a finales de los ochenta y principios de los noventa, así como la Guerra de los Balcanes, habían supuesto la aparación de nuevos Estados que en el fútbol tenían su contrapartida en la aparición de nuevas selecciones. Así, Rusia volvió a competir como tal y no como URSS. De hecho, ya en la cita de Suecia '92, los países otrora componentes de la Unión Soviética habían contendido bajo las siglas CEI (Comunidad de Estados Independientes).

Por otra parte, la campeona del mundo en Italia '90, Alemania, era la primera vez que desde la finalización de la II Guerra Mundial iba a contender como nación ya reunificada, habida cuenta de que su último mundial lo había ganado como República Federal de Alemania, sin incluir a la Oriental. Igualmente, todos estos acontecimientos históricos habían hecho que Yugoslavia hubiera perdido una generación de oro de extraordinarios futbolistas que habría podido dar mucho de qué hablar y fue otra de las grandes ausentes (junto a Francia, Inglaterra o Portugal) en esta Copa del Mundo, ya desmembrada en diversos países independientes.

Recuerdos imborrables

Cómo no, los recuerdos más vívidos que tengo son los de la actuación de la selección española. Recuerdo aquel partido inaugural (1-1) con Alemania, vigente campeona del mundo, con aquel golazo de Goicoechea desde lejana posición escorada. Por cierto, qué camiseta tan bonita la de Alemania para aquella cita, todo un clásico.

El decepcionante empate a dos en la segunda jornada contra Corea del Sur, que nos hacía jugarnos el pase a la siguiente fase en la última jornada contra la Bolivia de Xabier Azkargorta, que llevó a la selección del Altiplano a disputar su hasta ahora única cita mundialista. Y en aquel decisivo envite ante el cuadro boliviano recuerdo la soberbia actuación de Caminero, que anotó dos goles y resultó trascendental para que España se impusiera a Bolivia por 3 a 1 aquella tarde en Chicago.

En octavos esperaba Suiza, cuya estrella era el delantero centro Chapuisat, de la cual nos deshicimos por un cómodo e incontestable 3-0 con otra magnífica actuación de José Luis Pérez Caminero.

La maldición de los cuartos

Y en cuartos -los por tanto tiempo fatídicos para España cuartos de final-, aguardaba la temible Italia. La azzurra contaba con clásicos en la zaga como Baresi, Benarrivo o Maldini, mediocampistas como Donadoni o Albertini y con el talentoso Roberto Baggio como punta de lanza. En definitiva, una selección que causaba pavor, máxime estando dirigida desde el banco por Arrigo Sacchi, quien venía de hacer historia con su mítico Milan de finales de los ochenta y principios de los noventa.

De este emocionante encuentro recuerdo, además de la tristeza final por haber vivido mi primera decepción mundialista con la selección, aquel gol que falló Julio Salinas en ocasión clamorosa que habría supuesto el 2-1 para los nuestros. Aquel tanto acto seguido de Roberto Baggio que, tras sortear a Zubizarreta, perforó nuestra meta ante el infructífero intento de Otero de sacar la bola tras lanzarse desesperadamente deslizándose por el césped.

Estados Unidos ’94: aquel maravilloso Mundial
Roberto Baggio regatea a Zubizarreta (fuente: notasdefutbol.com)

Y, cómo no, recuerdo aquella imagen de Luis Enrique con la cara ensangrentada tras aquel criminal codazo de Tassotti que el húngaro Sandor Puhl dejó sin ni siquiera señalar. Era roja al transalpino y penalty para España, pero no hubo justicia aquel día para el combinado nacional, que terminó cayendo con dignidad contra la que a la postre terminaría siendo subcampeona mundial. Esa imagen de un Luis Enrique ensangrentado, llorando y gritándole en la cara al colegiado magiar, marcó a toda una generación de españoles. Una imagen icónica del catastrofismo que invadió a la Selección y cuyo sambenito no nos pudimos quitar hasta aquel período glorioso de 2008 a 2012.

Estados Unidos ’94: aquel maravilloso Mundial
Luis Enrique muestra al colegiado las consecuencias del codazo de Tassotti (fuente: pinterest.com)

Selecciones sorprendentes

Otros recuerdos imborrables que guardo de este Mundial son los suecos Brolin y Dahlin, dos de las sensaciones del torneo. Y cómo ambos pergeñaron un auténtico golazo de falta con firma de autor. Dahlin se la picó a Brolin por encima de la barrera sutilmente para que éste fusilara a gol sin dejarla caer. Una Suecia que acabó tercera en una formidable actuación de dicha pareja, que, unida a los Kenneth Anderson, Ravelli y un jovencísimo Henrik Larsson, hicieron de este combinado sueco un equipo muy agradable de ver.

Estados Unidos ’94: aquel maravilloso Mundial
Thomas Brolin y Martin Dahlin conformaron una dupla temible en Estados Unidos '94 (fuente: pinterest.com)

Especialmente vistoso fue el partido de cuartos que midió a los nórdicos ante una gran Rumanía, donde jugaban futbolistas extraordinarios de la talla de Popescu, Belodedici, Stelea, Prunea, Raducioiu, Dimitrescu o Petrescu. Todos ellos comandados sobre el verde por el Maradona de los Cárpatos, Gica Hagi. Sin duda, los rumanos fueron otra de las grandes atracciones de aquel verano del 94.

Igualmente destacable entre mis recuerdos está la selección búlgara, que completó un Mundial más que notable con su cuarto puesto final. Impensable concebir en el fútbol actual juntar a una terna de tipos, todos con pinta de canallas de extrarradio, tales como Stoichkov, Letchkov, Kostadinov o el malogrado Trifón Ivanov. Si me cruzo con esos cuatro un sábado de madrugada volviendo de fiesta a casa, yo me cambiaría de acera. Estética propia de un fútbol que ya se fue, muy distinto del actual.

O también, cómo no, esos leves recuerdos de un Maradona crepuscular y de su golazo ante Grecia, con su irreverente celebración ante la cámara. Y cómo días después saltó la noticia de su positivo en el control antidopping y consiguiente fulminante expulsión del torneo tras el partido que disputarían ante Nigeria. Sin saberlo, estaba viviendo historia pura del fútbol, pues este fue el último gol que Maradona marcara con la albiceleste. El por muchos considerado mejor futbolista de todos los tiempos.

Estados Unidos ’94: aquel maravilloso Mundial
Maradona, instantes después de anotar aquel golazo a Grecia, seguido de Fernando Redondo en la celebración (fuente: abc.es)

La Brasil campeona

Recuerdo con especial idealización el fútbol de Brasil, que a mí me parecía espectacular. Aquellas celebraciones de Bebeto acunando a un bebé imaginario, la contención de Mauro Silva y Dunga, a un incipiente Cafú, al espigado Taffarel y la magia arriba de Romario, uno de los delanteros más geniales que yo haya visto nunca.

Por cierto, en la convocatoria para aquel verano del 94 en el plantel de Brasil figuraba un jovencito que militaba en el PSV holandés y que no llegó a jugar ningún minuto durante el envite estadounidense. Se llamaba Ronaldo Nazario y, con el tiempo, se convirtió en uno de los mejores delanteros centro de todos los tiempos.

La verdeamarela acabó llevándose el título tras batir en la final por penaltis a Italia. El cruel destino tenía reservado para los azzurri el más dramático desenlace: perder la posibilidad de alzar su cuarto Mundial fruto de un penalty decisivo marrado por su gran y talentosa estrella: Roberto Baggio.

Yo iba con Brasil y pensé que se había hecho justicia con España. El destino había querido que aquel que nos ajustició injustamente el 9 de julio en Boston en cuartos de final pasara a la historia del fútbol por fallar un penalty decisivo que hizo que Brasil terminara proclamándose como la primera tetracampeona mundial de la historia del balompié. Ello ocurrió el 16 de julio de 1994 en el Rose Bowl de Los Ángeles, California.

La tragedia de Andrés Escobar

Pero todo no son buenos recuerdos de este Mundial. Por desgracia, hubo una noticia que enturbió la paz de esta maravillosa cita mundialista. El defensa colombiano Escobar fue acribillado a tiros tras la vuelta a su país después de caer eliminada Colombia en primera fase en la última jornada merced a un gol en propia puerta del zaguero ante Estados Unidos, que daba a los yanquis el pase a octavos, en que cayeron con Brasil.

El 2 de julio de 1994 fue tiroteado Andrés Escobar en su Medellín natal. Al parecer, su autogol había causado un gran quebranto económico en casas de apuestas a poderosos narcotraficantes colombianos. Otros sostienen, sin embargo, que este vil asesinato no fue sino uno más dentro del clima de extrema violencia que se vivía en la Colombia de la época, y que el autogol sólo jugó un papel si acaso accesorio. Era una Colombia la de aquellos agitados años que estaba al borde del Estado fallido, asfixiada por el narco y por el terrorismo de las FARC y con urbes como Medellín fuera del control gubernamental. Recordemos que la organización del Mundial del 86 fue adjudicada a Colombia pero el país tuvo que renunciar al mismo por verse incapaces de garantizar su celebración y la seguridad.

Son todos estos recuerdos los que conforman mi memoria, y seguro la de otros muchos de mi generación, de aquel verano futbolístico de 1994 en Estados Unidos. Mi primer Mundial: un Mundial maravilloso e inolvidable.


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