El viaje se avisoraba bien, dejé atrás el calor de Miami y su asfixiante “cubanismo”, atrás quedaban también algunas frustraciones personales contrastadas con algunos otros éxitos académicos, sabía que me enfrentaría a un depresión tropical, la tormenta venía a mi encuentro quizás amenazando mi aventura o quizás tratando de doblegarme, decidí enfrentarla, debo reconocer que sentí miedo, sobretodo cuando el viento soplaba moviendo mi carro de un lado a otro y con un aguacero de esos que vienen horizontalmente.
Pasé Alabama, Mississipi y Louisiana de noche enfrentando la tormenta, ya de día todo volvió a la normalidad y me encontré entrando a Texas, ese estado de vaqueros donde casi todos andan armados y donde conviven chicanos, mexicanos y estadounidenses en una suerte de perro, gato y ratón, donde una suerte de “San Martín” se encarga de mantener la conviviencia en paz, ese estado es también uno de los más vastos en territorio, la primera gran ciudad que crucé fue Dallas, inmensa, grande en todo el sentido de la palabra, con una red vial sin igual, uno puede movilizarse de un lado a otro de la ciudad sin detenerse, increíble, como también es increíble que la policía te detenga solo por verte “latino”.
Incluso, después de chequear mis documentos, regresó el policía y me preguntó si podía revisar mi carro, me preguntó si llevaba drogas o armas, ¿acaso le podía decir que no? Revisa el auto le indiqué, en ese momento me sentí peor que un delincuente, revisaron cada centímetro del carro, mi delito: lucir como latino. Ya de noche me volverían a parar en ese estado un par de veces más, en todas con sus consecuentes revisiones de rigor, ¿Papeleta? Nada, solo molestar al latino y a ver si es que no tenía documentos.
En los estados anteriores quizás nadie me paró por la tormenta pero tanto Alabama como en Arizona, el siguiente estado, tienen leyes anti inmigrantes que le permite a la policía hacer el trabajo del departamento de inmigración, en esos estados cualquiera te puede detener por el solo hecho de sospechar que eres un indocumentado ¿Bajo que criterios? ¿Creen ustedes que detendrían a alguien de raza blanca?
Contradictoriamente tanto esos estados como Texas, Mississipi y New Mexico tienen un población cristiana abundante, las iglesias que he visto en la carretera son impresionantes, edificios gigantescos destinados al culto cristiano y, claro, a la solicitud del diezmo que enriquece a tanto vivarato pastor. Ellos dicen que no son religión, sin embago están organizados como tal, se reúnen en torno a un culto y siguen normas de conducta colectivas, eso es religión amigo cristiano. Que te digan que no es para convencerte apela simplemente a tu ignorancia sobre el tema.
Es tan contradictorio que en los estados donde supuestamente se sigue generalmente la doctrina cristiana, sea donde mayoritariamente se apoya una ley que va, incluso contra los derechos humanos, pero es claro, existe un común denominador y este es la ignorancia y la abyección a una verdad que creen absoluta y que es utilizada inclusive para denostar a otros seres humanos.
Paradójicamente también, Texas, Arizona, New Mexico y Nevada cuentan con vastos territorios, muchos de ellos áridos, desérticos, territorios donde podrían crearse ciudades enteras, ya lo hicieron antes con Las Vegas donde en medio del desierto crearon una ciudad para el juego y hoy es una inmensa urbe con todos los servicios y con un movimiento comercial increíble, ¿Se imaginan crear una gran ciudad en el desierto de Arizona que albergue a todos los millones de indocumentados? ¿Creen ustedes que sería un fracaso? No lo creo, creo más bien que en el corto plazo se convertiría en una de las más grandes y atractivas ciudades de este país.
Y es que donde están los indocumentados hay desarrollo, todos, de una u otra manera, generan ingresos y consumen. Hoy en los estados donde les han cerrado las puertas se puede notar la diferencia, zonas abandonadas donde ya no hay más movimiento comercial, se han ido porque no los quieren y con ellos se han llevado la vida de la zona. Conversaba con Yolanda, la gerente del hotel donde pasé una noche en Flagstaff, Arizona y me contaba que no tenía quien le limpie las habitaciones, los que hacía ese trabajo ya no están más, no tenían documentos, y los que están habilitados para trabajar (ciudadanos americanos) no quieren hacer el trabajo.
De los días que llevo conduciendo por estás fantásticas carreteras (debo reconocer que son genios en esto) he cruzado decenas de ciudades que juntas no hacen ni el 10% del territorio que he recorrido, este país es grande, grandes son sus carreteras, grandes sus ciudades y sus autopistas, grandes sus edificios, grandes sus estadios, grandes sus hoteles y, contradictoriamente, grande es la estupidez de algunos de imponer sus odios raciales así perjudiquen a su propia gente.