Las imágenes que hemos visto estos días de la muerte de George Floyd a manos de un grupo de policías en Minneapolis invitan sin demasiado esfuerzo a comparar dos momentos en la historia de Estados Unidos que, si bien separados por más de cien años, tienen en común la vulnerabilidad de los cuerpos negros.
Una persona negra tiene en EE.UU. tres veces más posibilidades que una blanca de ser asesinada por la policía, a pesar de que los negros son sólo el 13% de la población. Hay otras dos estadísticas en la que los afroamericanos están sobrerrepresentados: el porcentaje de población penitenciaria, y el porcentaje de subempleados y trabajadores pobres. La vigilancia y presencia policial en las vidas y barrios predominantemente negros es una de las formas en que se mantienen las desigualdades raciales, al igual que hace cien años esas funciones las desempeñaban los linchamientos.
La revelación de este acto de etnocidio, que ocurre diariamente a personas negras en los EE.UU. y en Brasil, visibilizó lo que es necesario entender como la cotidianidad del asesinato racial. El asesinato de George Floyd no fue un evento singular ni un gesto aislado y particular de agresión étnico-racial, es síntoma de un profundo problema sistémico, que es componente clave de la matriz de poder que rige el sistema-mundo moderno/colonial.Grupo de Trabajo CLACSO - Crisis civilizatoria, reconfiguraciones de racismo, movimientos sociales afrolatinoamericanos
Las calles de Minneapolis ardieron con la erupción de frustración y rabia, sobre todo de comunidades negras de sectores subalternos que sufren día a día la violencia racial expresada a través de la brutalidad policial, el desempleo, la negación de servicios básicos (como la educación, la vivienda, y el cuidado de salud), la desvalorización cultural y la carencia de poder político. (...) La violencia racial policial es una antigua práctica del racismo estructural. Una mirada al pasado reciente enfocada en los casos en los EEUU desde los 1980s, pone de relieve una lista de casos notables de homicidios policiales contra afrodescendientes, entre ellos el de Michael Griffith, Amadou Diallo, Trayvon Martin, Atatiana Jefferson, Aiyana Jones, Jessie Hernandez y Tanisha Anderson. En el 2014 Eric Garner fue estrangulado de forma similar a George Floyd, y cuando estaba pereciendo a manos del policía, rogó por su vida mientras decía que no podía respirar. Más allá de lo literal, tanto Garner como Floyd, al enunciar que no podían respirar revelaban su muerte social en un sistema que los deshumaniza cotidianamente. Sus súplicas resonaban con la aseveración de Frantz Fanon de que el orden social y racial dominante no permiten que los pueblos y sujetos negros podamos respirar.
La metáfora del no poder respirar refiere a las formas de muerte de la pandemia del coronavirus, que vino a llevar a sus límites la crisis civilizatoria. Las tecnologías de muerte del estado imperial salen dramáticamente a la luz con la cantidad extraordinaria de afrodescendientes que han perecido a cuenta del covid-19 en los EE.UU., convirtiéndolo en el cuarto país con mayores muertes en el planeta. Como dicen dos activistas afrobrasileñas, "El coronavirus no escoge a quien va a matar, pero los estados escogen quién puede morir". La irresponsabilidad e insensibilidad grotesca de Bolsonaro y Trump, de cara a la ecuación letal de la pandemia en Brasil y los EE.UU. que en este momento son su eje nodal, es en gran medida debido a su ejercicio de la necropolítica del racismo antinegro.
En vista de este escenario de Tánatos, que en Colombia también se traduce en asesinatos políticos contra líderes y lideresas afrodescendientes, sobre todo en sus territorios ancestrales pero también en áreas de marginalización urbana, los movimientos negros de las Américas levantamos la bandera de la vida. De Alaska a la Patagonia, el racismo sistémico que guía el accionar de las fuerzas represivas del estado encuentra en los cuerpos afrodescendientes y racializados, el elemento extraño a aniquilar.
Las protestas actuales alcanzaron tal amplitud porque se combina con la profunda crisis económica. El PBI de Estados Unidos cayó 11% en el trimestre, y hay 42 millones de trabajadores despedidos. El coronavirus afecta mayoritariamente a los pobres, latinos y negros. Esto en el contexto de una salud pública casi inexistente, que no atiende a millones de personas.
El nombre de Floyd recuerda las dolorosas palabras, "No puedo respirar". George Floyd repitió esa frase que ahora están en carteles como un eslogan político recordándonos a Eric Garner, que murió diciendo las mismas palabras.
"Floyd" en el diccionario de nombres es un apellido que significa "persona de cabello gris". En 2013, también fue el principal demandante en el caso contra la administración Bloomberg por las prácticas inconstitucionales de detención y registro de personas en la ciudad de Nueva York. Hoy en día, significa la rodilla de un oficial de policía presionando el cuello de George Floyd, quien moriría minutos después. El nombre de Floyd también está unido a Pink Floyd. Floyd, "Persona de cabello gris" es otro color, no es negro, no es blanco, y Pink es rosa que no es rojo. Esperamos detener el sangrado, y podemos decir que todos somos Floyd y pink como el color rosa.
En el siguiente video, una nota de color: un hombre vestido como Batman pasó por una plaza cubierta por gas lacrimógeno en Filadelfia (Pensilvania, EE.UU.), la aparición causó júbilo entre algunos manifestantes que salieron para protestar por la muerte de George Floyd.