Revista Opinión

Estados Unidos y Europa, dos mundos políticamente opuestos

Publicado el 21 noviembre 2016 por Franky
La victoria de Donald Trump, además de haber sorprendido al mundo, vuelve a abrir el debate mundial sobre la democracia americana y la europea. Algunos creen que la versión europea de la democracia es mejor, pero es justo lo contrario porque mientras al otro lado del océano perviven muchos rasgos de la democracia verdadera, en Europa casi todos han desaparecido, eliminados por los partidos políticos y por un culto desmedido al Estado fuerte. Lo cierto es que Estados Unidos es el país más poderoso del mundo porque la democracia sigue allí vigente y los hombres y mujeres continúan sintiéndose libres, respetados por el sistema y protagonistas de la Historia. La democracia, además de ser el menos malo de los sistemas políticos, es también el que genera más fuerza y prosperidad en los pueblos. --- Estados Unidos y Europa, dos mundos políticamente opuestos Algunos españoles cargados de mentira y de ignorancia, en especial desde la izquierda, tienen la desfachatez de criticar todo lo que procede de Estados Unidos y de afirmar que Europa es mejor y más democrática. Comparar Estados Unidos con Europa, políticamente, es como comparar un trasatlantico de pasajeros con una goleta pirata. En los USA el ciudadano cuenta, la Constitución tiene peso, los poderosos temen la ley, los impuestos son los mínimos posibles y el gobierno teme a los ciudadanos, mientras que en Europa el ciudadano ha sido aplastado, es el ciudadano el que teme al gobierno, los impuestos suelen ser abusivos y en algunos países, como España, la Constitución no cuenta, el ciudadano es una simple víctima del poder y las leyes se aplican con distinto rasero, de manera implacable a los débiles y con magnanimidad a los fuertes y poderosos, que prácticamente son impunes.

Si la comparación se limita a España, sería como comparar a un trasatlántico con una patera clandestina de las que llegan de África. La comparación es tan desequilibrada y burda que ofende.

Comparemos, por ejemplo, la ciudad de Nueva York, una de las grandes urbes del mundo, con una autonomía española, Canarias en concreto:

Si Nueva York tiene más de 19 millones de habitantes y Canarias algo más de 2 millones, ¿Como es posible que en Canarias contemos con 88 ayuntamientos, 7 cabildos y 1 gobierno autonómico, lo que representa tener que mantener con dinero de los impuestos a 1.404 concejales, 157 consejeros de cabildos, 60 diputados en el parlamento de Canarias, 15 escaños en el Cogreso de España y 14 senadores en Madrid?

Si hay un total de 1.650 individuos para gobernar una población de algo más de dos millones de habitantes, ¿Cuantos tendríamos que soportar si la población de Canarias fuera de 19 millones, como la de Nueva York?

La gran urbe neoyorkina es gobernada por un ayuntamiento que cuenta con 51 personas.

Pero la inmensa desproporción entre las burocracias y los políticos en Estados Unidos y en Europa no es la única diferencia. En Estados Unidos los mandatos de los políticos están limitados, la justicia es independiente, los diputados y senadores responden ante sus ciudadanos y el gobierno teme a los ciudadanos y a la opinión pública porque en ellos está el poder, mientras que en la mayoría de los países europeos ocurre lo contrario porque el poder está concentrado en los gobernantes, que no suelen responder ante sus ciudadanos, sino ante sus partidos. La gran diferencia entre un sistema y otro es que en Estados Unidos subsisten muchos rasgos de la auténtica democracia, mientras que en Europa se ha creado una versión adulterada de la democracia que desplaza el poder hacia los políticos y las instituciones y margina a los ciudadanos.

Esa diferencia no es baladí porque mientras que el sistema genera bastante satisfacción en Estados Unidos y una poderosa energía que les conduce hacia el liderazgo mundial, aunque allí también ya se observan signos de deterioro de la democracia, en Europa el sistema político genera insatisfacción y está provocando rasgos nuevos como la rebeldía ciudadana frente al poder, un empobrecimiento creciente de las sociedades y el nacimiento de partidos extremistas que, apoyados por masas de ciudadanos descontentos, ponen en peligro la misma existencia de la democracia.

Francisco Rubiales


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