Orhan Pamuk ha escrito, sino la mejor, una de las mejores guías de esta ciudad. El Estambul que recuerda Pamuk de su infancia, y que mucho tiene que ver con el actual, respira amargura, la del imperio perdido, la de la melancolía de algo pasado o de un deseo futuro. Es como la saudade portuguesa. Estambul, capital de sucesivos imperios. Una situación estratégica, con innumerables colinas que permitían la vigilancia y que ahora permiten que casi desde cualquier punto de la ciudad se tengan unas impresionantes vistas de la misma.
Primero llamada Bizancio, luego Constantinopla y cuando cae bajo el dominio turco, Estambul. Una ciudad repleta de restos de diferentes culturas. Una ciudad en la que hace 50 años se podían contemplar espacios verdes entre ella y los pueblos que la rodeaban, mientras que ahora todo ha sido absorbido por la gran metrópoli que cuenta con 15 millones de habitantes y una extensión de 5.343 kilómetros cuadrados.
En “Estambul, ciudad y recuerdos” Pamuk describe el alma de la ciudad. Una ciudad que dice ver en blanco y negro y que es el escenario de su infancia y juventud. Su padre, su madre, su abuela, su hermano, toda su familia y el edificio Pamuk. La nieve en Estambul, un capítulo aparte. Todos los años nieva en esta ciudad y todos los años éste se convierte en el acontecimiento alrededor del que giran las conversaciones, las noticias de los periódicos y que siempre produce cierto caos. El Bósforo: ese mar en movimiento que ofrece un paisaje inconfundible además haberse erigido como la vía de escape y relax del dinamismo que desprende la gran urbe. Occidente y Oriente. Laicismo y religión. Riqueza y pobreza. Estambul es una ciudad de contrastes con aire decadente, que sin embargo resulta muy acogedora para el visitante.
TEXTO Y FOTO: VANESSA PASCUAL