Hay que llamarlos varias veces en la mañana para llevarlos a la escuela. Se levantan irritados, pues se acuestan muy tarde hablando por teléfono, viendo tele o conectados a la internet. No se ocupan de que su ropa esté limpia y, mucho menos, ponen un dedo en nada que tenga que ver con 'arreglar algo en el hogar'. Idolatran a sus amigos y viven poniéndoles 'defectos' a sus padres, a los cuales acusan a diario de que 'están pasaos'. No hay quién les hable de ideologías, de moral y de buenas costumbres, pues consideran que ya lo saben todo. Hay que darles su 'semanal' o mesada, de la que se quejan a diario porque 'eso no me alcanza'. Si son universitarios, siempre inventan unos paseos de fin de semana que lo menos que uno sospecha es que regresarán con un embarazo o habiendo fumado un pito de marihuana. Definitivamente, estamos rendidos y la tasa de retorno se aleja cada vez más, pues aun el día en que consiguen un trabajo hay que seguir manteniéndoles.
Me refiero a un segmento cada vez mayor de los chicos de capas medias urbanas que bien pudieran estar entre los 16 y los 24 años y que para aquellos padres que tienen de dos a cuatro hijos, constituyen un verdadero dolor de cabeza. ¿En qué estamos fallando? Para los nacidos en los cuarenta y cincuenta, el orgullo reiterado es que se levantaban de madrugada a ordeñar las vacas con el abuelo; que tenían que limpiar la casa; que lustraban sus zapatos; algunos fueron limpiabotas y repartidores de diarios; otros llevábamos al taller de costura la ropa que elaboraba nuestra madre o teníamos un pequeño salario en la iglesia en donde ayudábamos a oficiar la misa cada madrugada. Lo que le pasó a nuestra generación es que elaboramos un discurso que no dio resultado: “¡Yo no quiero que mi hijo pase los trabajos que yo pasé!” ¿Usted por qué tiene lo que tiene? Porque le costó esfuerzo, sacrificios. Y así es que se aprende a valorar los esfuerzos de los padres: No acostumbrando a nuestros hijos a recibir todo por obligación. Nunca conocieron la escasez, se criaron desperdiciando: A los 10 años ya habían ido a Disney World, dos veces; cuando nosotros a los 20, no sabíamos lo que era tener un pasaporte. El 'dame' y el 'cómprame' siempre fue generosamente complacido y ellos se convirtieron en habitantes de una pensión con todo incluido, (TV, Dvd, Equipo de sonido, Internet; comer en la cama y recogerles el reguero que dejan, porque siempre se les hace tarde para salir)… Y luego pretendemos exigir o preguntarnos, por qué nuestros hijos se aíslan, por qué no comparten con nosotros… por qué cualquier cosa es mejor que sus padres o una actividad familiar. ¿Quién les suministró todo eso a nuestros hijos? Nosotros mismos, solitos y sabiendo que no estaba bien. Al final, se marchan al exterior a la conquista de una pareja y vuelven al hogar divorciados o porque la cosa 'se les aprieta' en su nueva vida… Por eso los que tienen hijos pequeños, pónganlos los domingos a lavar los carros y a limpiar sus zapatos, a ganarse las cosas. Un pago simbólico por eso, puede generar una relación en sus mentes entre trabajo y bienestar. Las hijas mujeres deben desde temprano aprender a manejar el hogar para que entiendan la economía doméstica en tiempos que podrían ser más difíciles, y porque ellas tienen una conciencia más amplia del orden y la prosperidad del hogar. La música metálica, los conciertos, la tele, la moda y toda la electrónica de la comunicación han creado un marco de referencia muy diferente al que nos tocó; por esto, ellos se aprovechan de nuestra supuesta desinformación para salirse con la suya. De aquí, que estemos forzados a revisar los resultados: si fuimos muy permisivos o si, sencillamente, hemos trabajado tanto, que el cuidado de nuestros hijos queda en manos de las domésticas, en un medio ambiente cada vez mas deformante, y si, supuestamente, por nuestro cargo de conciencia por no compartir mucho tiempo con ellos, estamos subsanado este problema con cosas materiales. Ojalá, que este mensaje llegue a los que tienen 'muchachos chiquitos', pues ya los abuelos pagaron la transición.
[i]Dr. César Mella Mejías: Médico Psiquiatra. Profesor de Psiquiatría y Bioética en la Facultad de Ciencias de la Salud en UASD y UNIBE. Vice-presidente APAL. Observación: Se sumaron algunos conectores y algunos términos para alimentar la cohesión del texto y se restó una que otra palabra, cuidando no variar el contenido, el estilo y el sentido del texto. Puede cotejarse con el texto referido en esta entrada, para quien esté interesado en el original. El Admninistrador de este blog no se hace responsable por los contenidos de los textos. Estos son responsabilidad de sus autores y deben responder ante las autoridades por cualquier delito ante la propiedad intelectual de acuerdo aon las normas de propiedad intelectual y los convenios en esta materia entre paises.