Los medios de comunicación se llenan de tertulianos: son profesionales de la (des) información, convertidos en marionetas de aquellos partidos con cuya ideología coinciden. Como verduleras en un mercado de abastos, más que informar, cada participante pasa a ser un defensor fanático de un partido concreto, convirtiendo lo que debería ser un coloquio para la información del oyente/espectador, en un insulto a su capacidad intelectual. El debate lo transforman en un guirigay que nadie entiende, es un intercambio a la defensiva de horteradas seudopolíticas y partidistas, que no consigue dar más conocimiento ideológico y político a los que honradamente buscamos una información que nos ayude a tomar decisiones.
Y, mientras, la mayoría de nuestros políticos lucen en estos días sus mejores atuendos y esconden sus (vergüenzas) verdaderos propósitos mintiendo con su falsa palabrería y prometiendo aquello que saben que nunca van a cumplir, porque sería ir en contra de sus propios intereses particulares, pero que suena bien a los gobernados.
En sus exposiciones se descubre su propia ignorancia (¡o no!) de la realidad en que viven millones de personas. Durante su mandato las han ninguneado y, ahora, buscan sus votos con falsas promesas. Sus propuestas, a modo de globos sondas, buscan la aquiescencia del mayor número de votantes, sondean, indagan, exploran… y, si no gustan, las retiran, se excusan, se justifican… y vuelta a empezar.
Con los pobres, no se enteran (¡o sí!). ¿Cómo van a enterarse si están allí, tan arriba…? Ellos son sinceros: no podrían vivir con 400 € (¡nadie puede vivir con 400 €!), pero parece que no les importe que haya centenares de miles de personas que malvivan con parecidos sueldos de miseria (incluso con menos). Y hay quienes se permiten banalizar el tema culpabilizando al que no tiene nada, o porque hace feo al paisaje urbano, o porque molesta al turismo y estropea el negocio, o porque no se entera que hay servicios asistenciales para que (mal) vivan mejor…
La desfachatez y el cinismo con que se expresan algunos políticos/cas considerando como daños colaterales inevitables las desigualdades que este sistema genera, pero que a ellos les beneficia, no tiene nombre. El político, apoltronado en su sillón, lucha por mantener este sistema, porque este sistema ya le está bien así. Cualquiera que intente derribarlo o cambiarlo, será perseguido, vilipendiado, machacado e incluso acusado de ir contra la misma esencia de la democracia y de la libertad… ¿de quién?: de los que más tienen.
¿Cómo es posible que estos mismos políticos hayan permitido tanto desahucio, tanto abandono de la gente que no tenía ni para subsistir, mientras a ellos les parecía una exageración rebajarse sus sueldos por debajo de los 3.000 € y veían cómo la lista de parados iba creciendo?: “Si no trabajan es porque no quieren”. “Hay que perseguir al que cobra el paro y trabaja”, pero, entre tanto, la ayuda al desempleo mermaba, el número de parados sin cobrar subsidios iban creciendo, la precariedad en el empleo aumentaba… y los bancos se volvían a hacer ricos (nunca fueron pobres)…
Estar arriba para mirar abajo sin compasión y culpabilizando.