Revista Pareja

Estamos en vacaciones y no aguanto a mi pareja

Por Cristina Lago @CrisMalago

Estamos en vacaciones y no aguanto a mi pareja

De los creadores de parejas que van a cenar juntas y no se dirigen la palabra llega parejas que se van de vacaciones y están deseando volver al trabajo para no aguantarse.

Septiembre es una temporada dura. Muchas personas sufren el llamado bajón postvacacional, resultado de volver a vivir como no quieren, después de haber recordado lo que significa vivir como uno quiere. En fin. Problemas del primer mundo. Pero problemas, al fin y al cabo.

Septiembre también es una época de rupturas. Junto con enero – otro punto clave de crisis postvacacional con tensiones navideñas incluidas- este mes goza de ingrata popularidad: según estudios como el del psicólogo Antoni Bolinches, una de cada tres parejas escogen esta época del año para separarse.

¿Qué nos pasa en vacaciones? Ilustremos: dos personas que se pasan todo el año inmersas en sus trabajos, rutinas, ocupaciones, hobbies, amistades, adicciones diversas, etcétera.

Llegan las vacaciones.

No hay trabajos. No hay rutinas. No hay ocupaciones. Los hobbies se interrumpen. Las amistades se van de viaje. Las adicciones siguen por ahí, faltaría más.

Entonces, pueden ocurrir dos cosas:

  1. Parejas felices: desaparece todo aquello que es una fuente de estrés, discusiones y desencuentros. Están relajados. Hablan más. Follan más. Paseos al lado del mar,  siestas sin reloj, tiempo libre para reconectar, reírse juntos y disfrutar de la mutua compañía. Estas son las parejas cuyos problemas provienen básicamente de la rutina.
  2. Parejas infelices: desaparece todo aquello que distraía de los problemas. Están en tensión. Discuten más. Follan menos. Paseos al lado de mar que terminan en malas caras y reproches que no se han tenido tiempo de reprochar el resto del año. Tiempo libre para sacar a la luz el descontento, el aburrimiento y las mutuas decepciones. Estas son las parejas cuyos problemas provienen básicamente de la pareja.

Achtung, baby! Entre ambos puntos existen matices. Si eres del punto 1, no implica que alguna vez no vayas a pasar al punto 2. Y si eres del punto 2, tampoco implica que no puedas pasar de nuevo al punto 1. No os emocionéis. Nadie está a salvo.

Por aquí sobre todo, nos centraremos en las parejas vacacionales infelices, porque las felices no necesitan que hablemos de ellas. Afortunadamente.

Al igual que aquella escena de la pareja que no se hablaba durante una romántica cena en un restaurante, está la pareja que no se habla durante un romántico atardecer en una terraza con vistas acompañados de dos mojitos tan aguados e insípidos como su comunicación.

Otra variante de lo mismo es la pareja con hijos que se tira todas las vacaciones volcada en los dimes y diretes de las criaturas y que entre pitos, flautas y balones de playa, tampoco le dirige la palabra a su cónyuge. Este es un ejemplo de cómo crear motivos para no hablarse, incluso fuera de casa. Si es que cuando dicen que los hijos pueden salvar un relación, no andan tan desencaminados.

Hablo con humor, como siempre, pero creedme, puedo imaginar por dolorosa experiencia lo que pasa en la cabeza de una persona que está contando cada minuto que quede para regresar de sus merecidas vacaciones y volver a sumergirse en la rutina atontadora necesaria para tirar adelante.

Cuando una pareja decide romper tras las vacaciones, ha vivido este proceso, muchas veces durante varios veranos. Creyendo mejores las vacaciones de otros, deseando estar en otra parte, en otro momento, o deseando tener el DeLorean de Regreso al futuro para volver a la última etapa de su vida donde recuerdan haber sentido algo que no fuera una dolorosa desidia.

Y esa especie de rencor estafado cuando piensas que llevas todo el año trabajando para que lleguen las vacaciones y se parezcan más a una película deprimente de Bergman que a los videoclips de David Guetta. 

(Todas las vacaciones deberían ser como los videoclips de David Guetta. O como los anuncios de bañadores del H&M)

A la vuelta, queda confrontar lo que uno siente, quiere o puede. Y si no puede (que es lo más habitua), pafraseando al señor Bécquer:

Volverán las oscuras vacaciones,

y en el booking, sus ofertas colgarán

Y otra vez a viajar juntos sin ganas

pensando en regresar

Y ahora, la cuestión más práctica.

Te has ido de vacaciones con tu pareja y has vuelto con la total certeza de que si no acabas con esta relación, las próximas vacaciones acabarán contigo.

Has vuelto con la terrible sensación de que no sólo ya no quieres a tu pareja, sino que aún encima, te cae bien gorda.

No obstante, salvo que lo tengas muy claro, no te apresures: septiembre es el mes de las rupturas por antonomasia, pero también es el mes del cambio estacional, de la vuelta al colegio, de la vuelta al trabajo…y quizás necesitemos discernir si el problema es nuestra pareja o el problema es nuestra vida. Muchas rupturas tras las vacaciones podrían evitarse si antes de mirar al otro, mirásemos hacia nosotros mismos para darnos cuenta de que lo que realmente necesitamos es romper con otras cosas.

Aburrirse o frustrarse en vacaciones con la pareja, no es un drama sin solución posible. En ocasiones, sí, sirve para tomar la temperatura de la relación y confirmar que realmente está cadáver.

Pero si tenéis la fortuna de amaros y acompañaros durante muchos años, es más que posible que os toque alguno de estos tediosos o conflictivos veranos donde soñéis con otras vidas. Ser una pareja que se quiere no te libra de que no te pueda caer encima algún verano de mierda.

Aprovechad entonces ese tiempo para intentar reencontraros, hacer cosas divertidas, ser cómplices contra el aburrimiento, reíros de vosotros mismos y no compararos con los demás, que es una cosa muy fea que no trae más que resentimientos y amarguras. 

Seáis felices o infelices, solteros o emparejados, rodríguez o robinsones, currantes o vividores, os deseo a todos unas provechosas y reflexivas vacaciones.

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