Estamos perdiendo

Publicado el 28 marzo 2016 por Jcromero

Nuestros gobiernos, empresas y bancos, tan civilizados ellos, sostienen vínculos con monarquías repugnantes y dictaduras terroríficas para garantizarse el negocio. En nombre de la democracia o la globalización del mercado no dudan en invadir, armar o mantener relaciones económicas y de amistad con algunas de las más execrables dictaduras. La historia no es nueva; con ingredientes parecidos siempre cocinan el mismo desaguisado.

Cada vez que se produce un atentado en Occidente la conmoción se generaliza, faltan palabras para definir la barbarie y surge la necesidad de indagar sobre las causas y motivos. Cuando la misma salvajada se produce en países lejanos, árabes o de mayoría islámica, pasamos página para continuar mirándonos el ombligo.

Tras los atentados de París y Bruselas los máximos mandatarios hablaron de guerra, pero ¿qué guerra?, ¿quién es el enemigo?, ¿cómo y quién lo financia?, ¿qué objetivo persigue? En cualquier caso, si esto fuera una guerra ya la estaríamos perdiendo los de siempre. La secuencia se repite: a todo acto terrorista siguen minutos de silencio, concentraciones, flores y mucha conmoción alentada por medios de comunicación que para estas ocasiones siempre están al pie del cañón para la información, el duelo o el morbo; las autoridades balbucean frases habituales, demandan unidad frente al enemigo y promueven legislaciones que cercenan libertades. Y siempre, siempre con la intención de sacar réditos políticos o electorales, surgen energúmenos que acusan, a quienes no opinan como ellos, de filoterroristas y similares.

Demagógicas y simples las palabras de quienes atisban un ataque a Occidente por los atentados en Nueva York, Madrid, Londres, París o Bruselas; olvidan, por ejemplo, los de Beirut, Ankara, Bagdad o Lahore y ocultan que la mayoría de las víctimas son árabes. Insuficiente ese "vuelve la violencia que sembramos" porque, en ocasiones, el razonamiento que parte de una premisa cierta, induce a una falsedad: hay otras causas más complejas por las que alguien decide matar de manera indiscriminada o se inmola destrozando con él a decenas de personas. Incompletas las argumentaciones de quienes sólo ven en el fanatismo la causa y origen del terrorismo. Demencial el vincular los atentados de Bruselas con los refugiados y descerebradas las apelaciones a responder con el bíblico "ojo por ojo y diente por diente".

¿Soluciones? Por lo que parece, no hay antídoto eficaz. Cuando Hollande despliega el ejército por las calles, ¿lo hace para ganar seguridad o votos? Probablemente sean necesarias medidas policiales, mejorar sus medios y coordinación. Más dudas hay sobre la eficacia de reformas legislativas que siempre van en la misma dirección. Lo que parece indispensable es acabar con la venta de armas y poner por delante, como carta de presentación en las relaciones internacionales, la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En cualquier caso, la lucha contra el terrorismo no puede menoscabar los derechos humanos porque cuando los derechos del hombre no se cumplen o cuando se subordinan a intereses bastardos se quedan en nada, en simple combustible para unos perplejos ciudadanos que ven reducidas sus libertades. No, no estamos en guerra, pero ya estamos perdiendo.

Es lunes, escucho a Jorge Rossy Vives Quintet:

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