Boletín de Prensa No. 143 – 09 de Noviembre de 2020
Por Carolina Guzmán Sánchez
Casi ocho meses atrás a partir de hoy, en nuestros hogares comenzó una batalla psicológica y sanitaria frente un enemigo desconocido del que aún, carecemos de armas letales que puedan derribarlo.
Cortesía de NTN24Este fenómeno comenzó a convivir en nuestra cotidianidad, advirtiéndonos de nuestra fragilidad y de lo obsoleta que ya resultaba la realidad “antigua” la de planificarlo todo sin analizarlo, la de los códigos de abrazos y besos entre amistades, padres-madres-hijos, la de celebrar la vida con fiestas y ojala que vengan todos los parientes, pues alquilamos una finca para las bodas de plata de los tíos y de paso las de oro de los abuelos. La ardiente preocupación del año anterior por encontrar cupo en un colegio prestigioso y luego de 33 entrevistas, por fin ser aceptados como miembros de la comunidad del colegio X en donde mi hijo de 5 años va a conocer el mundo de la socialización, etc.
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Cada vez más, nos despedimos de esa realidad en la que diciembre nos prometía una “nueva realidad” compuesta por una lista de deseos como: el próximo año si bajare de peso, haré ejercicio, visitaré más a mi madre, ahorraré, haré ese viaje que aún no he hecho, etc. Más o menos a mitad de año, realizábamos el balance y el resultado más común solía ser: un 10% cumplido y el otro 90% explicando que esto sucedía porque “el tiempo no alcanza” Sin embargo, la diferencia con la actualidad es que no se percibía en mayor medida problemas asociados al equilibrio de la salud mental como: trastornos de sueño, depresión, ansiedad, pérdida de memoria, pérdida del deseo sexual, entre otros síntomas relacionados con una clara preocupación por la supervivencia.
La OMS define la salud mental como “estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” a propósito de la pandemia ha tenido que proponer medidas para su mitigación lo que ha dado como resultado alteraciones en la forma en que estaba distribuida la economía de los hogares y por ende todo lo relacionado con el cubrimiento de las necesidades básicas humanas como lo son garantía de alimentos, techo, vestimenta, educación, acceso a servicios de salud.
Esta disrupción ha dejado consecuencias mentales y psicológicas para las cuales el Gobierno Nacional ya se ha informado desde la Encuesta Pulso Social visibilizada por el DANE en la que se indaga sobre algunos síntomas y emociones que posiblemente indican afectaciones en la salud mental pero estas a su vez, no corresponden a diagnósticos.
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Estar preparados fue comprender que atender a nuestras necesidades básicas depende del aprendizaje previo de como hallamos priorizado en nuestra propia vida cada forma de subsistencia. En los países más ocupados de enseñar a su sociedad esta manera de autocuidarse, los síntomas psicológicos o trastornos de índole mental no se elevaron drásticamente en términos de los números acostumbrados.
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Carolina Guzmán Sánchez Editora de la revista pazcana [email protected]
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