Una década siempre da para muchas cosas. Sobre todo si de un deporte como el fútbol se trata, y más aún si se pertenece a los años 90, época que dejó mil y un anécdotas y detalles en la retina del espectador. Pero, de entre todas ellas hoy recordamos uno de los goles más míticos que se vivieron entonces, aquel golazo que Ronaldo Nazario, entonces a las órdenes de Bobby Robson en el F.C Barcelona, enchufó a la Sociedad Deportiva Compostela.
Ronaldo no es precisamente un gran desconocido en el Planeta Fútbol, más bien lo contrario. Pero entonces era más bien una joya, un diamante en bruto a medio pulir que había despuntado en el PSV Eindhoven holandés, club al que llegó con apenas dieciocho años y recomendado por otro brasileño, Romario, que curiosamente en aquel entonces destrozaba las cinturas de los delanteros rivales en el Barça (que se lo digan a Rafa Alkorta). La relación de Ronaldo con Dick Advocaat, entonces entrenador del PSV, no era buena y, después de dos temporadas brillantes en Holanda, Inter y F.C Barcelona se posicionaban muy a favor de fichar al delantero brasileño. Y no hace falta decir que fueron éstos últimos los que se llevaron el gato al agua por aproximadamente 2.500 millones de pesetas, récord mundial aquel entonces y segunda ocasión en la que el Barça conseguía tal honor después del fichaje de Diego Armando Maradona en 1984 por unos 1.200 millones.
Sea como fuere, Joan Gaspart, entonces vicepresidente azulgrana, contaba recientemente que, dentro del contrato de Bobby Robson para ser entrenador del Barça, existía una cláusula que exigía el fichaje de Ronaldo en apenas treinta días, o dicho contrato podía rescindirse. Si era verdad o no la anécdota que el propio Gaspart cuenta, no lo se, pero lo cierto que, estando Ronaldo en Miami, concentrado para los Juegos Olímpicos de 1984, se presentó en el hotel haciéndose pasar por camarero y, tras acceder a la habitación del brasileño con un contrato escondido, consiguió firmarlo. Estaba hecho. Por cierto que, de la mano de Robson, llegó al banquillo del F.C Barcelona como segundo entrenador un tal Jose Mourinho. Ironías de la vida.
Con Ronaldo en el Barça, la gran promesa mundial, la directiva con Josep Lluis Nuñez al mando conseguía apaciguar a una afición que había asistido expectante a la marcha de un Johan Cruyff enfrentado en guerra abierta con el Club y sustituido por el británico Robson que no despertaba especial simpatía pese a su curriculum previo. Creo que en general nadie podía prever el excepcional rendimiento de la perla brasileña que acababan de fichar. Ronaldo se estrenó con doblete en competición oficial frente al Atlético de Madrid en la ida de la Supercopa de España y ya decidió no parar...
Era 12 de octubre de 1996. El Barça llegaba segundo en la Liga, empatado a puntos con el Real Madrid en la cabeza de la clasificación. Ronaldo había marcado cinco goles en las seis jornadas previas y suyos también habían sido los goles que habían clasificado a los blaugranas a octavos de final de la extinta Recopa de Europa. Enfrente, a priori, un rival sencillo como era la S.D Compostela que, por aquel entonces, vivía sus años dorados en Primera División con nombres de sobra conocidos como Lubo Penev, el nigeriano Christopher Ohen, Fabiano como líder del equipo, Lekumberri etc. Pero el Barça demostró desde el inicio que llegaba al Multiusos de San Lázaro sin ganas de sorpresas y a la media hora de juego ya mandaba cómodamente por 0-2. Ronaldo, como siempre, ya había dejado varias pinceladas. Pero entonces, en el minuto 36... se desencadenó la magia. El balón rueda solitario por el centro del campo. Mauro y Passi no se entienden y chocan entre ellos cuando intentan hacerse con el esférico. Ronaldo, que ha bajado a la media a rascar balón, en efecto lo encuentra. Chiba lucha con el brasileño: patada, agarrón de camiseta, zancadilla. Nada de nada. El brasileño pisa y se va en carrera. José Ramón lo ve avanzar como un misil pero no llega. En veinte metros le saca cinco. Ya sólo queda una finta espectacular al defensa William y al propio José Ramón que llega a tiempo justo para comerse el regate. Izquierda y derecha y ¡boom!, balón a la red a pesar de la salida del cancerbero Fernando. La jugada ha durado apenas diez-once segundos y catorce toques de balón que han sido suficientes para dejar en fuera de juega a medio Compostela. Lo dicho, magia pura.
Aquel gol fue tan mediático que Nike usó el vídeo para un spot publicitario que llevó a los jugadores del Compostela William, Bellido, Passi, Fabiano, Jose Ramón, Mauro y Chiba a recurrir ante la justicia por lo que consideraban una intromisión ilegítima en su derecho al honor por vulneración de sus derechos de imagen. El Tribunal Supremo lo desestimó al entender, por un lado, que Nike era dueño legítimo de dichas imágenes tras haberlas comprado a LaLiga por 5,2 millones de pesetas en 1997, y por otro, que "la reproducción de la imagen de los demandantes fue meramente instrumental y accesoria y en modo alguno afecta a su dignidad personal o profesional, pues no puede decirse con fundamento que el spot publicitario tendía a menoscabar el prestigio o reputación de los deportistas, sino precisamente a destacar la gran calidad futbolística de quien, en un lance del encuentro, realiza una jugada espectacular"
Ronaldo acabó la temporada metiendo 47 goles en 49 partidos, algo que no se volvió a ver en Can Barça hasta la llegada de Leo Messi. La alegría duró poco pues el brasileño, al parecer descontento por incumplimientos contractuales del Barcelona, dejó el Club en el verano de 1997 y puso rumbo al Inter de Milan por la nada desdeñable cantidad de 4.000 millones de pesetas, nuevo récord de la época. Pero en apenas un año dejó goles para el recuerdo como el que hemos hablado, o el que marcó al Valencia o al Depor. Era una máquina y ni siquiera dos graves lesiones en el rotuliano de la rodilla derecha pudieron truncar su carrera, la carrera de uno de los mejores delanteros, si no el mejor, que hubo en aquella década.