Imponer una cuarentena a todo turista que llegue a España, inmovilizándolos en sus hoteles o apartamentos durante dos semanas, es una locura que arruina la primera industria de España. Pero el gobierno lo hace.
Acosar y aplastar a la comunidad de Madrid, la más próspera de España y el principal motor de la economía nacional, de manera arbitraria, sin concederle el pase a la fase uno, es una forma de ralentizar peligrosamente toda la economía española. Pero el gobierno lo hace.
Aplastar la agricultura, que en las actuales circunstancias creadas ni siquiera puede recoger las cosechas, es un crimen. Pero el gobierno lo hace.
Reventar a los autónomos con impuestos y burocracia, cuando en muchos otros países de nuestro entorno se han suprimido, significa castrar a una fuerza económica vital, generadora de millones de empleos. Pero el gobierno de Sánchez lo está haciendo.
El comercio está en gran parte paralizado; la industria está con la mayoría de sus plantas cerradas; los que se ha acogido a los ERTE no cobran porque el gobierno no libra los fondos; las cotizaciones y los imuestos se aplazan, pero no se suprimen en estos momentos críticos, como han hecho los países de nuesto entorno para ayudar a la pequeña empresa; los sanitarios, sector vital para la lucha contra el coronavirus, siguen marginados, enfurecidos y sin recibir los equipos y la ayuda que necesitan; los policías, imprescindibles para mantener el orden público y la paz en las calles, están enfurecidos con las órdenes anticonstitucionales y contrarias a los derechos humanos que imparte el gobierno; la Justicia se siente maniatada; la Fiscalía está bajo control político; las redes sociales, válvula de escape de la indignación ciudadana y escenario de la protestas antigobierno están vigiladas, censuradas y amordazadas; gran parte de los medios de comunicación están comprados y forzados a silenciar las verdades y el estado verdadero de alarma que atraviesa la sociedad; las familias necesitadas de recibir comida para sobrevivir son cada día mas...
Y lo sorprendente e inexplicable para muchos es que el gobierno, ante el panorama, parece sentirse a gusto. Si el pueblo conociera la hoja de ruta del comunismo para imponer su poder se lo explicarían todo.
España es hoy una película de terror donde los malos ganan la batalla a los buenos, donde nunca llega la policía y donde no existe la esperanza.
Para colmo de males, el dinero huye de España porque el mismo gobierno lo aterroriza.
Pablo Iglesias habla de “Patriotismo Fiscal” a lo que es puro “expolio” y llama "solidaridad" al robo planificado de los recursos y patrimonios personales. Un vicepresidente que se dedica a aterrorizar al capital y a empujarlo para que se refugie en el extranjero no es un gobernante sino un terrorista económico sin control. Su patriotismo forzado pretende justificar un nuevo impuesto al patrimonio todavía más alto que el que existe, a pesar de que España es el único país que lo mantiene con carácter confiscatorio en toda Europa, donde ese tributo se ha suprimido por injusto.
Los esfuerzos solidarios que reclama el gobierno tendrían sentido en una sociedad donde existiera confianza en los que gobiernan, pero eso en España no ocurre porque millones de españoles temen que los dineros que se recaudan, en lugar de dedicarse a sostener el país y ayudar a los débiles terminen en las cuentas corrientes de los políticos, muchos de los cuales ya se enriquecen de manera ostentosa e inexplicable, sin miedo a ser castigados por corruptos.
Hay que estar ciegos para no ver que España está siendo demolida de manera persistente y planificada, desde el poder, como si quisiera que la ruina y el sufrimiento domestique al pueblo y se convierta en un rebaño torpe y aterrorizado que puede ser conducido directamente al matadero.
Francisco Rubiales