No es menos sospechoso que, también sin dudarlo, los grandes líderes de Occidente se hayan puesto inmediatamente del lado de los rebeldes, a pesar de que las rebeliones traerían consigo, seguramente, una profunda crisis petrolífera que puede dar la puntilla a la ya maltrecha economía mundial.
Dos altos funcionarios anglosajones han intervenido de manera oportuna y evidente para estimular el éxito de las revueltas con declaraciones que han dado alas a los rebeldes en Egipto y Libia, respectivamente. Por un lado, nada menos que el Director de la CIA, Leon Panetta, dijo que Mubarak, probablemente, dejaría el país en breve; y por otro, un Secretario del Ministerio de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña mintió diciendo que Gadafi estaba de camino a Venezuela.
Pero, gracias a la inteligencia y a la capacidad de atar cabos, la conspiración está cobrando cada día más perfiles de realidad, hasta el punto de que las primeras historias sobre la "preunta conspiración" anglosajona" empiezan, incluso, a escribirse. Sin embargo, los grandes secretos de esos nuevos movimientos estratégicos permanecen ocultos en el cerebro de muy pocos, sin que ni siquiera los altos mandatarios ajenos al gran poder mundial y los de segundo nivel tengan más información que los simples ciudadanos.
La tesis oficial que justifica el apoyo de Occidente a los rebeldes musulmanes es poco creíble porque la Historia demuestra que la democracia es incompatible con la cultura y con la religión del Islám y que todas las revoluciones democráticas terminan siendo controladas por los radicales islamistas, como ocurrió en Irán cuando fue depuesto el Sha Reza Palhevi.
¿Cual es la verdadera razón, entonces, del apoyo a los rebeldes? ¿Por que y para qué los poderosos quieren que el control de esos países pase de líderes amigos a más que probables enemigos islamistas?
Es probable que la clave sea tan compleja y maquiavélica que cause espanto. Quizás la explicación esté en que se acerca la etapa final del petroleo, que sde agota, y que los grandes poderes mundiales quieren controlar las últimas gotas de ese preciado líquido, cuyo precio se disparará en los mercados. Es probable que el ascenso del islamismo radical sea la escusa necesaria para un enfrentamiento bélico abierto con Irán y con regímenes aparentemente amigos pero en realidad competidores molestos que alteran el mercado, como Arabia, cuyos fondos, casi infinitos, están subvencionando el islamismo radical en todo el mundo, sobre todo en las comunidades islámicas que han infintrado a Europa.
Hay otro argumento tenebroso que sustentan la necesidad de un nuevo orden mundial, dentro del cual estaría comprendido el triunfo de revoluciones radicales en paises del Norte de África. Muchos expertos y grandes estrategas afirman que el mundo actual, atravesado por la crisis económica y por el caos creciente en el gobierno mundial, no tiene otra salida que una gran guerra y que del mismo modo que la Segunda Guerra Mundial fue la única salida de la terrible crisis mundial de 1929, la Tercera, ya en preparación, será la solución de la crisis actual, no menos grave que aquella Gran Depresión.
Con rel islamismo radical dominando el norte de África, los pozos de petroleo y el estratégico Canal de Suez, la excusa para una nueva gran guerra estaría garantizada. Si los amigos de Bin Laden llegan al poder, cortarán el Canal de Suez, tránsito obligado de casi la mitad del crudo que llega a Europa, lo que haría reaccionar a Israel y a todo Occidente como un resorte. Como prueba de que las cosas pueden estar cambiando rápidamente, tras la caída de Mubarak dos barcos de guerra iraníes han sido autorizados a cruzar el Canal de Suez por primera vez desde la época del Sha de Persia.
Según esta tesis, la maniobra anglosajona azuzando visiblemente las revueltas podría ser equivalente a la realizada en Pearl Harbor, cuando a pesar de tener descifrados los códigos secretos de comunicaciones de los japoneses, conociendo el día la hora y el lugar del ataque y a pesar de los intentos de algunos funcionarios en Washinton, las altas esferas políticas lograron evitar que se avisara del ataque a la base de Pearl Harbor. El objetivo, plenamente conseguido, era forzar la participación de EEUU en la Guerra Mundial, apareciendo como país agredido y no como agresor.
Este análisis, que ojalá sea equivocado, únicamente pretende explicar lo inexplicado hasta ahora e introducir un poco de lógica en el caos y en la irracionalidad que envuelve a las revueltas de países como Túnez, Egipto y Libia, detrás de los que parece que estallarán otros en países también musulmanes, de gran valor estratégico y ricos en petroleo gas.