La Organización Mundial Salud, que de tanto en tanto nos da unos sustos tremendos, no voy a decir de muerte que queda mal en este caso, acaba de emitir un informe en el que alerta que más de una cuarta parte de la población adulta mundial no hace el suficiente ejercicio, o lo que es lo mismo: realiza menos de 150 minutos de actividad física moderada o 75 de intensa a la semana. Ahora esconda la piedra o arrójela, después de la pertinente suma. En concreto, y según este mismo estudio, casi un 27% de la población es muy sedentaria, que se mueve poco, vamos. Y sin embargo no estamos tan mal, ya que en Francia, Italia, Alemania, Reino Unido o Portugal la media es mucho más alta, situándose en parámetros cercanos al 40%. La OMS llega a decir en su estudio que la vida sedentaria es el “nuevo tabaco”, por lo perjudicial que resulta para nuestra salud. O sea: ni cigarrillos ni sofá, tal cual. En 2016, este mismo organismo mundial, señalaba que el 80% de los adolescentes tenían una vida excesivamente sedentaria, dejando claro que teclear en la pantalla del smartphone no cabe considerarse como “actividad física”. Vaya. No es de extrañar que en estos tiempos los futbolistas “duren” tanto, no hay relevo, me temo. Sin poner en duda estos datos, faltaría más, he de reconocer que me sorprenden sobremanera. Hasta hace unos años yo fui uno de esos sedentarios que señala el estudio, sí, lo reconozco, tabaco y sofá, y el primer día que puse el pie en una de esas grandes superficies especializadas en todo tipo de deportes, incluido el tiro con arco y el ajedrez, no pude dar crédito a lo que mi ojos me mostraban. ¡Tanta gente hace deporte!, me salió, incontenible y sincero, incrédulo. Y es que había mucha, pero mucha, gente.Y esa percepción, y hasta sorpresa y estupor, incluso, de aquel primer momento no ha decrecido con el paso del tiempo. Todo lo contrario, ha ido a más y más. Le ruego que repita el siguiente ejercicio mental, nada complicado. Si le presta atención, se dará cuenta que las ciudadesse han convertido en una especie de gimnasio abierto, sin techo, por el que cada día desfilan miles de corredores, ciclistas, caminantes, ataviados con sus correspondientes chándal, deportivas, camisetas, brazaletes para el móvil y demás aderezos. El uso de ropa deportiva ha crecido de manera evidente. Las tiendas especializadas se han multiplicado como Gremlins en un parque acuático, ya no son esos establecimientos residuales del pasado. Los supermercados de consumo generalista, esos donde compramos la leche, los huevos y todo lo demás, cada poco ofrecen ofertas de productos deportivos, que van de la ropa adecuada a los más diversos utensilios. En las panaderías hay pan fitness, que por cierto está bastante bueno; esos relojes tan feos que nos miden los pasos y las pulsaciones son una tendencia. En los centros de participación activa para personas mayores, los que fueron los antiguos y extintos hogares del pensionista, los talleres y actividades más solicitadas son aquellas relacionadas con el movimiento físico, del baile de salón al taichí. Y los gimnasios, ay los gimnasios, qué decir de los gimnasios, que se merecen un artículo propio y hasta una novela, llenos a reventar. El querer estar en forma, el sentirte bien con tu cuerpo, el estar ágil y todas esas cosas que decimos y pretendemos, es una aspiración muy mayoritaria, no es, ni mucho menos, minoritaria. Por eso tengo la impresión que este tipo de informes, tal y como le sucede al PISA de la lectura, deberían incluir un histórico e indicarnos de dónde partimos. Y de donde partimos es de ese tiempo, no tanto lejano, en el que ni los propios deportistas profesionales tenían aspecto de deportistas y el ciudadano medio venía a gastar el tipo de José Sacristán en sus años mozos, que siempre lo he entendido como el prototipo físico de esa España entre las épocas. Como tampoco contempla este tipo de informes esa actividad física que se realiza subiendo a la azotea a tender la ropa, limpiando azulejos, corriendo tras tus hijos o tirando del carro de la compra, que no dejan de ser deportes sin medalla en las Olimpiadas. Deportes en los que las mujeres siguen siendo las profesionales y los hombres no pasamos de amateurs. Por suerte, cada vez somos más los hombres que asumimos un nuevo rol con la mayor naturalidad. Y es que la igualdad solo tiene efectos positivos, hasta a estar en forma te ayuda. Ponte el chándal.
La Organización Mundial Salud, que de tanto en tanto nos da unos sustos tremendos, no voy a decir de muerte que queda mal en este caso, acaba de emitir un informe en el que alerta que más de una cuarta parte de la población adulta mundial no hace el suficiente ejercicio, o lo que es lo mismo: realiza menos de 150 minutos de actividad física moderada o 75 de intensa a la semana. Ahora esconda la piedra o arrójela, después de la pertinente suma. En concreto, y según este mismo estudio, casi un 27% de la población es muy sedentaria, que se mueve poco, vamos. Y sin embargo no estamos tan mal, ya que en Francia, Italia, Alemania, Reino Unido o Portugal la media es mucho más alta, situándose en parámetros cercanos al 40%. La OMS llega a decir en su estudio que la vida sedentaria es el “nuevo tabaco”, por lo perjudicial que resulta para nuestra salud. O sea: ni cigarrillos ni sofá, tal cual. En 2016, este mismo organismo mundial, señalaba que el 80% de los adolescentes tenían una vida excesivamente sedentaria, dejando claro que teclear en la pantalla del smartphone no cabe considerarse como “actividad física”. Vaya. No es de extrañar que en estos tiempos los futbolistas “duren” tanto, no hay relevo, me temo. Sin poner en duda estos datos, faltaría más, he de reconocer que me sorprenden sobremanera. Hasta hace unos años yo fui uno de esos sedentarios que señala el estudio, sí, lo reconozco, tabaco y sofá, y el primer día que puse el pie en una de esas grandes superficies especializadas en todo tipo de deportes, incluido el tiro con arco y el ajedrez, no pude dar crédito a lo que mi ojos me mostraban. ¡Tanta gente hace deporte!, me salió, incontenible y sincero, incrédulo. Y es que había mucha, pero mucha, gente.Y esa percepción, y hasta sorpresa y estupor, incluso, de aquel primer momento no ha decrecido con el paso del tiempo. Todo lo contrario, ha ido a más y más. Le ruego que repita el siguiente ejercicio mental, nada complicado. Si le presta atención, se dará cuenta que las ciudadesse han convertido en una especie de gimnasio abierto, sin techo, por el que cada día desfilan miles de corredores, ciclistas, caminantes, ataviados con sus correspondientes chándal, deportivas, camisetas, brazaletes para el móvil y demás aderezos. El uso de ropa deportiva ha crecido de manera evidente. Las tiendas especializadas se han multiplicado como Gremlins en un parque acuático, ya no son esos establecimientos residuales del pasado. Los supermercados de consumo generalista, esos donde compramos la leche, los huevos y todo lo demás, cada poco ofrecen ofertas de productos deportivos, que van de la ropa adecuada a los más diversos utensilios. En las panaderías hay pan fitness, que por cierto está bastante bueno; esos relojes tan feos que nos miden los pasos y las pulsaciones son una tendencia. En los centros de participación activa para personas mayores, los que fueron los antiguos y extintos hogares del pensionista, los talleres y actividades más solicitadas son aquellas relacionadas con el movimiento físico, del baile de salón al taichí. Y los gimnasios, ay los gimnasios, qué decir de los gimnasios, que se merecen un artículo propio y hasta una novela, llenos a reventar. El querer estar en forma, el sentirte bien con tu cuerpo, el estar ágil y todas esas cosas que decimos y pretendemos, es una aspiración muy mayoritaria, no es, ni mucho menos, minoritaria. Por eso tengo la impresión que este tipo de informes, tal y como le sucede al PISA de la lectura, deberían incluir un histórico e indicarnos de dónde partimos. Y de donde partimos es de ese tiempo, no tanto lejano, en el que ni los propios deportistas profesionales tenían aspecto de deportistas y el ciudadano medio venía a gastar el tipo de José Sacristán en sus años mozos, que siempre lo he entendido como el prototipo físico de esa España entre las épocas. Como tampoco contempla este tipo de informes esa actividad física que se realiza subiendo a la azotea a tender la ropa, limpiando azulejos, corriendo tras tus hijos o tirando del carro de la compra, que no dejan de ser deportes sin medalla en las Olimpiadas. Deportes en los que las mujeres siguen siendo las profesionales y los hombres no pasamos de amateurs. Por suerte, cada vez somos más los hombres que asumimos un nuevo rol con la mayor naturalidad. Y es que la igualdad solo tiene efectos positivos, hasta a estar en forma te ayuda. Ponte el chándal.