Ayer fuí al Centro. No había nadie esperando. De hecho no estaba ni siquiera la mujer de pelo rojo cobrizo que buscó mi historial en las citas anteriores, y que me hablaba de cómo los recortes también le afectaban a ella, no permitiéndole comprar dietarios nuevos o obligándola a reciclar archivadores.
Ayer fui al Centro, y me abrió la enfermera de la muñeca en la solapa. Tras el "Hola que tal" inicial que nos cruzamos, sin contestar ninguna de las dos; me quité la chaqueta y esperé.Mientras lo hacía, me dediqué a leer los carteles colgados en las pared. Todos me recordaban los motivos que me habían llevado hasta allí. Incluso, me sentí reflejada al escuchar aquella voz masculina que no paraba de formular preguntas de un modo fuera de lo común. Quizás fuera por el miedo y la vergüenza de estar aquella tarde allí. O quizás porque cuando hablamos bajo tendemos a hacerlo más despacio, y en el fondo él tampoco quería terminar de responderlas, y tener que salir de allí tras la rueda de preguntas. Porque tras las soluciones, y con la decisión tomada, se iba con deberes que hacer, o no hacer, mejor dicho.
Ayer fui al Centro. Y me felicitaron.
Creo que hay pocas frases más bonitas que esa.
Y con tanto significado en tan solo dos palabras.Limpia.
Nota de la autora: Es curioso que lleve más de mes y medio sin fumar y que hoy haya escrito esta entrada.
Que justo hoy, empiecen los preparativos de la XIV Semana sin Humo con el lema "Intentalo, consiguelo y compartelo" es mera casualidad.De esas que tanto me gustan a mí.