En estos casos, lo mejor para recuperar el control es respirar e intentar seguir estos pasos:
- Determina que es lo que te está afectando, a veces no esta muy claro y cuesta de definir o concretar. Debes sincerarte contigo mismo, apunta en una lista posibles causas y dale un peso a cada una. Así aislarás cuales son las preocupaciones que ocupan tu cerebro y evitan que estés a pleno rendimiento. Normalmente hay un tema de preocupación principal, lo que pasa es que, en estas situaciones, otros problemas menores crecen a la sombra de este, conformando una nebulosa que te impide ver con claridad…
- Busca la solución. Como siempre: fácil de decir, difícil de hacer. Pero una vez diagnosticada la causa/s principal/es deberás coger el toro por los cuernos e ir a por ella. Es útil coger perspectiva, situar exactamente donde está el problema, y analizar posibles soluciones. Pedir ayuda para objetivar también es muy recomendable.
- Crea un plan. Cuando ya has determinado el problema y cual puede ser la solución, traza un plan, con sus plazos, metas y objetivos.
No siempre se puede mantener un rendimiento óptimo, así que empezar por asumir que pueda haber fluctuaciones en nuestra productividad, ya es un gran paso para no perder el norte.