1. La nutria
El único mamífero que figura en este particular ranking... No podía faltar aquí uno de los animales más bonitos e inteligentes de nuestros ríos. También uno de los más amenazados, al menos durante la segunda mitad del siglo pasado. La nutria (Lutra lutra) se dio por extinguida en el estuario del Miño a principios de la década de los ochenta, víctima de la degradación de su hábitat –en forma de contaminación– y la caza indiscriminada. Afortunadamente, en la actualidad ha vuelto a recuperar los territorios de los que fue arrancada, y ya no es raro observarla mientras se alimenta, o localizar sus inconfundibles rastros en sus zonas de campeo favoritas. Como si no nos guardara rencor por todo el daño que le hemos causado, la nutria se deja ver incluso durante el día, si bien se muestra activa especialmente durante la noche. Y no desdeña las infraestructuras humanas como pantalanes y puertos para descansar. El número de encuentros personales con este mustélido asciende nada menos que a medio centenar de avistamientos desde 2015, año en que conseguí captarla por primera vez. Desde entonces me ha regalado multitud de momentos inolvidables, como aquella ocasión en la que pude disfrutar de las interacciones y vocalizaciones de tres ejemplares a muy pocos metros de ellos. La nutria se merece sin duda este primer puesto.
2. El martín pescador común
El martín pescador (Alcedo atthis) lo tiene todo para estar entre los favoritos de cualquier aficionado a la ornitología. Su belleza es indiscutible, su destreza en la pesca envidiable y su biología absolutamente apasionante. Por si fuera poco, sus hábitos tímidos y discretos a menudo lo convierten –aunque pueda sonar extraño– en una de las aves más codiciadas entre los que dedicamos tiempo y esfuerzo en su (muchas veces) frustrante búsqueda. Los naturalistas somos así... Nos gustan los grandes retos. En efecto, no resulta sencillo dar con este pequeño rayo azul. Casi siempre, el único contacto visual con este animal consistirá en una efímera estela verde-azulada que cruza como un misil el espacio aéreo. Si queremos verlo con tranquilidad, tendremos que poner toda la carne en el asador... Para ello es imprescindible encontrar su posadero predilecto, un arbusto o estaca que utiliza a modo de trampolín desde el cual se lanza para atrapar a sus presas. En verano, sumido en la crianza de sus polluelos, –con el enorme ajetreo que eso conlleva– se vuelve más visible. Pero lo que rara vez lograremos detectar es su secreto nido, una profunda galería excavada en un talud arenoso y rematada en un amplio habitáculo donde deposita los huevos. Todas estas particularidades hacen del martín pescador una de las aves más difíciles de fotografiar... En suma, una relación de amor-odio que me vincula irremediablemente a esta asombrosa criatura.
3. El águila pescadora
El águila pescadora (Pandion haliaetus) es un símbolo, un icono de la fauna ibérica. "La reina de la marisma", como me gusta llamarla. Un ave capaz de aportar con su presencia valor añadido a un espacio natural. Esa importancia le viene dada por su condición de especie en peligro. El águila pescadora figura en el Catálogo Español de Especies Amenazadas en la categoría 'Vulnerable'. Hay muy pocas águilas pescadoras en España. Especialmente en la mitad norte, donde ni siquiera se reproduce. Solo algunos enclaves de Andalucía y ambos archipiélagos tienen la dicha de albergar numerosas parejas en sus territorios. En el estuario del Miño se comporta como invernante, y únicamente nos visita entre los meses de septiembre-marzo. También se produce un goteo de individuos durante los pasos pre y post nupcial, en el transcurso de sus viajes migratorios. Según mis propias observaciones, ejemplares procedentes de Francia, Alemania o Escocia escogen regularmente nuestras marismas como estación de parada obligada. Es el caso de "9XR", una hembra nacida en Brandenburgo y citada en el estuario del Miño en 2014 y 2019. He contado su historia en varias ocasiones... Cada año, una cifra que oscila entre 2 y 4 pescadoras se dan cita en el estuario del Miño. Se instalan en las islas, donde disfrutan de la tranquilidad necesaria. Los observatorios que miran hacia la Canosa son perfectos para admirar sus lances de pesca, esos vertiginosos picados que ejecutan para capturar a sus escurridizas presas. Me siento afortunado por ser testigo –casi a diario– de uno de los mayores espectáculos de la naturaleza. Ojalá todos lo percibieran del mismo modo...
4. El carricerín cejudo
Nuestro siguiente protagonista no destaca quizá –al menos no tanto como los anteriores– por su belleza. Tampoco por su tamaño, de apenas 13 cm. de longitud y unos pocos gramos de peso. Su carácter tímido y extremadamente huidizo tampoco ayudan... El carricerín cejudo (Acrocephalus paludicola) es uno de los pájaros más desconocidos de nuestros ecosistemas. Por eso he querido incluirlo en este listado. Además, posee el triste honor de ser el ave paseriforme más amenazado de Europa continental. En definitiva, una joya que se desvanece en silencio... Apenas un puñado de humedales más o menos bien conservados como la Laguna de La Nava (Palencia), la Laguna de Gallocanta (Aragón) o el Parque Natural de la Albufera (Comunidad Valenciana) acogen ejemplares de esta especie durante sus largos viajes. Cubren miles de kilómetros entre sus zonas de reproducción, en los países del este y centroeuropa, y sus cuarteles de invernada en el África subsahariana. Una verdadera proeza al alcance de muy pocos... El estuario del Miño es un emplazamiento vital para ellos, ya que utilizan nuestras marismas como "aeropuerto" de escala en estos desplazamientos. Aquí se refugia entre espesas formaciones de carrizo, donde es prácticamente indetectable. Solamente a través de actuaciones de anillamiento científico sabemos que están ahí, y nos pueden ayudar a arrojar algo de luz sobre su delicada situación en España. Precisamente fue en uno de estos trabajos de seguimiento cuando tuve la suerte de sujetar con sumo cuidado, tratándolo como el valioso tesoro que es, a uno de estos animales. Una experiencia que no olvidaré jamás... En nuestras manos está –y nunca mejor dicho– garantizar una adecuada y estricta protección de los hábitats en que vive.
5. La avefría europea
La elección del quinto y último integrante en esta relación, tiene el objetivo de poner nombre y apellidos (o mejor dicho, género y especie) al preocupante descenso en el número de aves invernantes en la Península Ibérica. Visibilizar una problemática que afecta a la mayoría de zonas húmedas a lo largo y ancho del país. Algunas tan conocidas como Doñana o las Tablas de Daimiel... Una realidad a la que no es ajeno el estuario del Miño. Algunas especies han llegado incluso a desaparecer por completo en las últimas décadas. Anátidas como el porrón común o el porrón moñudo –antaño abundantísimas– se han esfumado incomprensiblemente. La única explicación que encuentran los expertos a este fenómeno consiste en el imparable avance del cambio climático, que haría innecesario el gasto energético que supone para las aves volar miles de kilómetros cada temporada. Uno de los casos más sangrantes es el de la avefría europea (Vanellus vanellus), una de las limícolas más populares y representativas de los medios acuáticos. Hace 20 o 30 años era habitual observar a estas elegantes aves en los campos que rodean las marismas. Tengo grabada en la memoria la imagen de decenas de ejemplares congregados en el campo de fútbol de A Xunqueira, junto al camping. Por desgracia, avistar en la actualidad un grupo de 5-10 avefrías es un logro comparable a contemplar un águila imperial. Realizar fotografías como la que acompaña a estas líneas se antoja ya misión imposible.