Estatuas que hablan

Publicado el 26 junio 2010 por Enriquealcina
La maldición del centenariazo, tiempos paralelos, el futuro con retraso, de Las Cortes a la Pepa, del cielo al suelo
 
Las estatuas de Cádiz hablan solas acerca del tiempo. Elocuencia alegórica de un centenario bumerán, vuelta a las andadas, y dale con el modelo de ciudad. Cae Moret, entra Canalejas, Cayetano del Toro agarra un mosqueo del doce y amenaza con abandonar la Alcaldía. "Don Segismundo y yo queremos el bien de Cádiz. Soy lo que Moret diga". Caen las murallitas, atroz destrozo del patrimonio gaditano en nombre del presunto progreso. En la cuna de la libertad, tres años antes del Centenario de la Pepa ajustician a Silverio Sepúlveda, garrote vil en el Campo del Sur, veintidós meses atado a la pared y un indulto al limbo. Enorme expectación ante la llegada del verdugo. la víctima, instantes antes del matarile, anuncia que pedirá en el cielo por Cádiz pa que no baje a Segunda B, por el segundo puente, el ave, la plaza de Sevilla, el Oratorio y las obras de Canalejas, auténtico atractivo turístico en el siglo XXIV. Los acontecimientos se precipitan, nunca mejor dicho. Al cante, Juan Breva. Los temporales causan una enorme brecha en la muralla, los turistas del crucero Cleveland se van a Sevilla, manifestación de republicanos en la calle Ancha, el Español de Cádiz y el Cádiz-Cádiz estrenan el Campo de las Balas, y en el Doce, un anarquista mata a Canalejas, y en el Doce se conmemora La Pepa por todo lo alto en Cádiz. Una avalancha de gente, que quiere ver de cerca a su ídolo Moret, se salda con um muerto, el zapatero José Avilés. Cedió la tribuna. A la tribuna mejor ni mentarla, pues se amontonan los recuerdos del futuro: Mágico González, María la Portuguesa y Rafael el Gallo, la Teo Norica y el ínclito Romanones. Abstenerse ripiosos. La maldición del centenariazo, segunda parte. La Pepa no se fía.
Tampoco es pa ponerse así. Conviene recordar al derrotista anónimo gaditano, que ya sueña con preservar los pilotes del segundo puente hasta la eternidad, acaso como vestigio arqueológico de la tierra del porvenir que nunca llega, que hasta el monumento a las Cortes se demoró unos añitos en convertirse en realidad. La primera piedra se colocó en el mismo Doce, en lugar de celebrar su inauguración, y la entrega formal del mastodóntico emblema gaditano se produjo el 2 de mayo del 29, precisamente a la par que el crack de la bolsa de Nueva York. Los trabajos se paralizaron en numerosas ocasiones por mor de la crisis económica, la lentitud burocrática de ese lentísimo ayuntamiento y demás instituciones, y los efectos de tanta guerra. La Pepa se quedó de una pieza. Los maestros Lorenzo y José Santamaría, nada que ver con el cantante ye-yé, ejecutaron poquito a poco los proyectos del arquitecto Modesto López Otero y el escultor Aniceto Marinas. Pedazo de figura de mármol de más de viente toneladas de peso. Tres días tardó en encajarse en el entorno de la plaza, ante la marea humana morsegona gaditana, que ofreció una gran ovación a los obreros cuando dejaron tal obra para la historia del vámonos que nos vamos. Diecisiete años de retraso, toda una metáfora, un ejemplo para el futuro, una comilona del doce la que se dieron los jefes y los currelantes en La Parra Bomba para festejar tamaña gesta universal, diecisiete años de retraso hasta que el año 29 rubricó la buena nueva, el mismo año de la implantación del teléfono automático en los domicilios gaditanos, la apertura del hotel Atlántico, la puesta en marcha del Consorcio de la Zona Franca, la inauguración de la nueva plaza de toros, amores brujos de Falla, el fox trot se impone al tango y causa sensación en los salones de baile y el mar, la mar, asiste a los primeros pasos del Juan Sebastián Elcano.
De vuelta al 29, primera piedra al monumento de Cayetano del Toro, primeros baños en traje corto, primeros sones del himno a Cádiz de Manuel de Falla, Hitler se deja mostacho, la cabalgata de Carnaval cosecha tal éxito que sale a la calle tres días consecutivos, vaya coñazo, y la Velada de los Ángeles y los Juanillos recuperan el esplendor, por así decirlo, y los astilleros Echevarrieta construyen un submarino. ¡Amarillo es!
 
Junio 10, Cádiz, Diario de Cádiz