Este blog se va de Cascamorras y de Feria

Publicado el 07 septiembre 2010 por Antoniodiaz
Angel Abalos.

La fiesta del Cascamorras constituye un ejemplo de fiesta popular con profundas raíces sociales y simbólica, a la par que hermosa y atractiva.

Resulta evidente que en las últimas décadas se ha venido produciendo una cierta homogeneización en cuanto a los calendarios festivos y las celebraciones que tienen lugar a lo largo y ancho de España, sin embargo en algunas poblaciones sobreviven fiestas y tradiciones que destacan por su singularidad.

En ocasiones dicha singularidad acaba jugando en su contra, ya que se convierten en meras atracciones turísticas, perdiendo su funcionalidad a nivel social y su significado simbólico. Por fortuna el Cascamorras de Baza y Guadix ha logrado escapar de estas dinámicas y sigue constituyendo un claro ejemplo de fiesta con una fuerte carga simbólica y funcional.

El origen de la fiesta

Según cuenta la tradición, al poco haber pasado a manos cristianas, un grupo de trabajadores se encontraba trabajando en la construcción de una ermita a las afueras de Baza, cuando uno de ellos, de nombre Juan Pedernal y natural de la vecina población de Guadix, escuchó bajo su azada una voz que pedía piedad, asombrado excavó con las manos hasta desenterrar la figura de una Virgen con un Niño a la que dieron el nombre de Piedad.

En este punto las versiones discrepan sobre los motivos y las formas, pero el caso es que el buen Juan tuvo que dejar la figura en Baza, custodiada en la misma ermita que estaban construyendo.

Año tras año, Pedernal, acompañado de los prohombres de su ciudad intentaron recuperar la imagen, sin embargo los bastetanos, quienes habían tomado cariño a la Virgen de la Piedad evitaban que esto sucediese.

A lo largo de los siglos el rito fue evolucionando, Juan Pedernal se transformó en el actual Cascamorras, un personaje vestido de vivos colores que intentará, en nombre de toda la población de Guadix, hacer aquello que sus antecesores no pudieron.

Hay que manchar al Cascamorras

Y así cada seis de septiembre en los cerros cercanos a la granadina población de Baza se repite el mismo acontecimiento, un hombre solo, empuñando una bandera y una pequeña defensa se lanza a la carrera hacia la Baza y la actual iglesia de la Merced. Su cometido es llegar limpio, impoluto, hasta la puerta del tempo, de hacerlo podrá llevarse consigo el preciado premio, pero los bastetanos tratarán a toda costa de evitarlo.

El modo es sencillo pero efectivo, los jóvenes de la población, completamente tiznados de pies a cabeza de negro, arrojan pintura de este color al Cascamorras, o intentan abrazarse a él o tocarlo. Una vez lo han logrado bien podría darse por terminado el ritual, pero el enviado de Guadix continúa persistente su camino y toda una marea negra lo acompaña a lo largo de las calles de Baza.

El espectáculo es, sin lugar a dudas, de una singular belleza; el brillo de la pintura negra que lo inunda todo y el efecto psicológico que una masa informe moviéndose al unísono provoca, no deja indiferente a nadie. La respuesta es inmediata, o te invade el deseo de unirte a la celebración, o te repele. La mayoría se unen y acaban manchando y siendo manchados.

El por qué de las fiestas

No es necesario ser un experto para comprender que a este ritual subyace un claro enfrentamiento entre dos poblaciones similares en muchos aspectos y enfrentadas desde antiguo. Las tensiones entre Baza y Guadix encuentran a través de un personaje característico un modo de articularse y reducirse; si no fuera por el Cascamorras, posiblemente los enfrentamientos hubieran llegado a más a lo largo de la historia.

Análisis más profundos nos muestran la riqueza de matices que un ritual tan sencillo esconde, como el itinerario que recorre año tras año el sucesor de Pedernal, que discurre junto a las principales fuentes de la población, donde ha de pararse para bañarse/purificarse; o la propia ambivalencia de términos, pues los de Guadix hablarán siempre de “traerse a la Virgen”, mientras que los de Baza dirán que “quieren robar la Virgen”, que nos ilustra acerca de lo difícil que es definir los derechos de propiedad de la imagen.

En definitiva, nos encontramos ante una fiesta viva que no dejará de sorprender al visitante ni de dar sentido, en gran medida, a las relaciones entre dos ciudades que se miran frente a frente todos los días del año.

Texto de José Miguel Mejías del Río

publicado en Suite101.net



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