Este Cine es Nuestro: El gusto de ver patinar

Publicado el 03 diciembre 2012 por Fimin

03 de Diciembre del 2012 | etiquetas: Este Cine es Nuestro, Carles Guardiola Twittear

Gorky Park (Michael Apted, 1983) acude al relato de guerra fría de Martin C. Smith para montar una película en que el inspector de policía Arcady Renko surca muchas escenas, y muchas localizaciones, en el curso de un caso que siempre pivotará alrededor de una única escena y localización: el festín de patinaje sobre el hielo moscovita de Gorky Park.

Allí el arranque de película mostrará una idílica estampa de diversión popular y deslizante – ¡y qué bien le va siempre al cine trabajar con formas estables y ligeras, que cruzan los cuadros de extremo a extremo con suavidad y modelaje! – que, bajo el tapiz de El lago de los cisnes a alto volumen por la megafonía del parque, será el escenario de un crimen bruto aunque habilidoso que Renko (William Hurt) habrá de resolver. Apted, a modo de Dario Argento con las sucesivas reconstrucciones del momento del crimen en la mente del investigador (El pájaro de las plumas de cristal, 4 moscas sobre terciopelo gris), revisará esa misma escena en el avance del caso. Y revisará también la línea musical que revistió el crimen.

En este punto, el revestimiento, y empleamos este término por lo que parece que tiene esta obra de añadir capas explícitas al tronco básico que se muestra y con tales vestiduras cambiarlo, es en el que lanzamos aquí una inquietud. Porque si la película presenta de por sí ese avance fluido, montando set de rodaje aquí y allá según indique la novela original, y haciéndolo con frescura y cierto morro inglés con escenarios variopintos y secundarios estrella, añade tensiones particulares a los momentos de más acción.

Acción directa como en la persecución a tres que un secuaz del estraperlista americano Jack Osborne, la femme Irina y Renko organizan por las calles de Moscú; o más latente en los cargados juegos de miradas y conspiración que invaden la dacha a que son invitados todos en los primeros avances del caso. En un caso y en otro, se decide teñir la escena de una carga de sintetizadores trepidantes que saturan el espacio del drama que el guión había escrito, casi se separan del sentimiento al que apoyaban. Casi cogen un nervio propio al que salta nuestra atención más allá del meollo de guerra fría del que surgían.

En la persecución que señalábamos, al sonido se unirá todo un espectáculo de ángulos de espacio que se repiten al pasar cada personaje, el cruzar de ellos dentro del plano, que casi nos harían olvidar que se persiguen para ofrecernos unos fuegos de artificio golosos y autónomos. Si Claude Chabrol tiende a mostrar el suspense bajo la calma palpitante de Stéphane Audran o Michel Duchaussoy, aquí Apted sí que también sonsaca con la cámara al sufrido William Hurt pero también lo hace correr mucho.

Pero podrá descansar al ver las martas correteando por la nieve, símbolo de libertad que en lo literal nos lleva a los cotos de caza de La caza de Saura y La regla del juego de Renoir. Podemos, pues, regresar a ese disfrute sencillo de ver el espacio atravesado por los patinadores, sin pensar en el crimen de Gorky Park. 

Acción directa como en la persecución a tres que un secuaz del estraperlista americano Jack Osborne, la femme Irina y Renko organizan por las calles de Moscú; o más latente en los cargados juegos de miradas y conspiración que invaden la dacha a que son invitados todos en los primeros avances del caso. En un caso y en otro, se decide teñir la escena de una carga de sintetizadores trepidantes que saturan el espacio del drama que el guión había escrito, casi se separan del sentimiento al que apoyaban. Casi cogen un nervio propio al que salta nuestra atención más allá del meollo de guerra fría del que surgían.