Este Cine es Nuestro: “Vas a acordarte de mí. Échame a mí la culpa. Eres toda una mujer…”

Publicado el 12 diciembre 2012 por Fimin

Este Cine es Nuestro: “Vas a acordarte de mí. Échame a mí la culpa. Eres toda una mujer…”

12 de Diciembre del 2012 | etiquetas: Este Cine es Nuestro, Carles Guardiola Twittear

“Sólo importas tú. Me quiero morir… Sólo importas tú. Me quiero morir. Mi historia entre tus… Sólo importas tú. Me quiero morir. Mi historia entre tus dedos. No te olvidaré. Tantos deseos de ella. Si me vas a dejar. Lo que fue no será… Lo que fue no será…¡Mierda!” Con esta lista, tropezosa y mecánica, de los mejores temas musicales que Emilio ha de memorizar para participar en un negocio publicitario de discos recopilatorios, empieza esta película de Nicolás Pereda.

Emilio practica en la ducha y en la sobremesa, y lo que son unos trazos sueltos e irregulares que buscan aprender un discurso cerrado y efectivo, sin embargo – ¡oh Pedro Costa y su Ne change rien! – nos acaba metiendo en el bote (bote que no queda cerrado ni queremos cerrar). Así parece funcionar Los mejores temas, una muestra de lo que ocurre entorno a un nido familiar mexicano en etapa de cambio, a base de intentos y variaciones, ideas lanzadas desde delante y detrás de la cámara. Un set de rodaje vorazmente disperso.

¿Pues qué respondemos a esas inclusiones puntuales de una dichosa y regocijante sintonía a lo largo del relato, como el que acompaña la entrada del padre a casa, tras décadas ausente? Parece que se haya buscado un hueco para ese acompañamiento, un “prueba ahí a ver”, como si, al enfrentar la puesta en escena, se estuviera empleando un sistema de huecos, de oportunidad, antes que una integración conjunta a partir de indicaciones de sonido en este caso, de luz, de desplazamiento de actores, etc. Resulta atractiva esa propuesta, ¿no? Puede serlo más cuando se va probando en diferentes momentos, atisbándose ya no soluciones o malos caminos, sino propuestas de cine.

Sin abandonar la llegada del raro padrazo, vemos que mientras discurre la pianola, él se mantiene rígido ante la cámara, sin dar el paso que daría pie a la escena. ¿Son sus dudas sobre lo que quizá esperemos del personaje, o la extrañeza de ver el pitote allí desplegado con el foco de la cámara como puntero enseña? Conectando en esto con las figuras quietas y recitantes que aparecen en las obras del matrimonio Straub-Huillet (De la nube a la resistencia, ¡Sicilia!), o el pulso de Carmina o revienta de Paco León, propongamos, salvando las distancias, que se representa ese momento de entrada entre bambalinas a escenario, ese atrevimiento.

Y una vez dentro de la acción, sigue el cuestionamiento. Por ejemplo las risas con que, toda la familia reunida, se pide al padre justificación al abandono padecido durante su marcha. Risas por un diálogo que no funciona ni responde a unos sentimientos esperados. Ese desánimo de interpretación se transmite al equipo que filma y a los espectadores que miran, y puede interrogarnos también sobre el ánimo dramático que hay detrás. Sobre qué necesita una película para enseñar un cuadro familiar de arrepentimiento y perdón, o sobre cuánto drama, cuánta implicación y emoción del público, hay precisamente en el intento, en el proceso de conseguirlo con mayor o menor éxito.