‘Este es el típico titular largo de un artículo que no dice nada pero que va a cambiar tu manera de ver la vida del Reino Unido’

Por La Cloaca @nohaycloacas

Publicado por Tomás Cueto

Se han puesto de moda los discretísimos titulares de artículos en dudosas páginas webs cuyo único objetivo es ganar dinero con los ‘Like’ y ‘Share’ de los lectores o haciendo click en las infinitas ventanas de pornográfica publicidad. No sé si sus autores creen que somos demasiado cándidos o, simple y llanamente, quieren tocarnos, de manera sutil, la bolsa escrotal (que, por otra parte, nunca viene mal). O, tal vez, ambas.

No hace mucho leí un estado de uno de mis amigos virtuales de Facebook (imagino que la borrachera que lleva un servidor mientras escribe estas líneas hace que no me acuerde de su nombre) algo relacionado con esto. Decía el muy canalla a la vez que respetable que odiaba los susodichos titulares tipo ’16 Formas De Cortar Tomates Para Mejorar La Salud’,  ’23 Animales Que Cambiarán La Manera De Oír Música’, ‘3 Mujeres Que Cagan En El Váter Y Nunca Lo Sabrás’ o similares.

Lo primero que llama la atención es leer un titular que comienza con una cifra y no con una letra, algo incorrecto en la redacción de cualquier noticia; por lo que, preveo, los autores de los artículos no son periodistas o, en caso de que lo fueran, están desempleados. Lo segundo y quizá más importante es que si los leemos con voz del siempre amarillo Troy McClure, nos adentramos en el submundo de una de las mejores series de la historia de la televisión mundial: Los Simpsons.

Después de escribir estos tres párrafos en los que no he dicho una puñetera mierda y en los que tú, querido lector, te preguntas qué mierda me he fumado junto a lo que me he bebido, voy a pasar mi opinión anterior por las bolas que cubre la misma bolsa escrotal que me quieren tocar los redactores y voy a contar, en resumidas cuentas, lo que odio del Reino Unido. Porque sí, yo también soy uno de los jóvenes que se encuentran (desde el pasado 1 de septiembre para ser más exacto) en el exilio buscándose una vida que solo piensa en fiesta, alcohol y f… Practicar el sexo. Y aquí la primera de las cosas que me tocan las narices del Reino Unido:

El tendedero.

Iba paseando por una de las calles más comerciales de Leeds, ciudad en la que resido y que está situada a unas horas en autobús al norte de Londres (búscalo en Google Maps, joé) mientras caía una fina pero típica lluvia cuando, de repente, me freno en seco. No era para menos: la luz azul del escaparate que estaba en mi derecha me llamó de manera descabellada la atención. En él, un polo azul marino con el logo de una conocida marca me decía al oído y de romántica manera: “Cómprame, cómprame”. Habitual en la moda española pero elegante.

Me adentro en la tienda cuyo nombre no voy a mencionar porque no quiero hacer publicidad gratuita y me atiende un amable y joven caballero.

  • ¿Qué desea?
  • Pues mira –le digo con un spanglish inventado y característico de cualquier persona que no tenga ni pajolera idea de inglés-, quería saber cuál es el precio de ese polo que tiene como logo una corona de laurel y de nombre, un famoso ex tenista.
  • 65 pounds.

Ipso facto, doy las gracias  con un escueto “cheers”, al simpático, aunque ya no tanto, dependiente y salgo por la misma puerta que entré, no sin antes ver a otra dependiente, joven y rubia, que hizo que mi mente se convirtiera en perversa. Iba a dejarle el número pero desistí cuando comenzó a hablar con otro cliente. No es que fuese caro, la marca así lo requiere, es que soy andaluz y no cobro el PER. Además, tengo Primark a la vuelta de la esquina y, seguramente, un polo de ese mismo color, aunque sin corona de laurel, iba a ser seis veces más barato.

Mi sorpresa llegó justo cuando salí de la tienda, cuando dejó de llover, cosa que me hizo pensar en que, joder, hace un tiempo exquisito para secar todas las prendas que he lavado en la siempre útil lavadora. Dicen, y lo he podido corroborar personalmente, que el tiempo en el Reino Unido está loco: que por la mañana hace un sol de escándalo como por la tarde está nevando.

Justo enfrente había una pequeña tienda regentada por un Wayne cualquiera. Cruzo la calle de manera decidida aunque, también, peligrosa: gracias a Dios, estos inglesitos avisan con un sincero LOOK LEFT o LOOK RIGHT pintado en el suelo. De poco sirve normalmente, pero al ser uno de mis primeros días en el país de los Yeomen Warders of Her Majesty’s Royal Palace and Fortress the Tower of London (comúnmente conocidos como ‘Beefeater’), hice caso a dos palabras que evitaron que el Audi de Uber me atropellara.

Muy amable este Wayne a la hora de atender a su distinguida clientela. Una gran sonrisa, aunque le faltaba algún que otro incisivo, de alguna pelea para evitar el robo de sus productos imaginé, y un cordial “jai, jau ar iu?” me dieron la bienvenida. Mi objetivo al adentrarme en esa desordenada tienda donde había extraños especímenes era encontrar un ‘algo’ para poder secar la ropa.

Echo un vistazo alrededor de los 53 metros cuadrados del establecimiento y encuentro cosas dispares: una antigua mesita de noche a la que le faltaba una pata y nivelada con periódicos antiguos, un reloj de arena sin arena y que, por tanto, no se puede utilizar ni para jugar al Scrabble, una caja de cartón gastada del Sainsbury’s repleta de vinilos y…

UN TENDEDERO.

Ahí estaba. Mi objetivo, al descubierto. Metálico con topes azules, tres plantas de varillas que harán que mi ropa esté más seca que el chaval que saluda con el “hola bebés”. Miro a Wayne con una cara de felicidad sin igual y le digo, con una señal con la mano, que venga. Se acerca, le pregunto el precio, y me dice que su valor es de…

  • ¡¡¡¿¿¿DIECIOCHO PUTOS POUNDS???!!! ¡¡¡Me cago en mi casta!!!

Grité de tal manera que el obeso adulto que estaba mirando los discos de vinilo con su mano derecha mientras sostenía una grasienta bolsa del Burguer King dio un brinco. Dieciocho putos pounds por un tendedero de aluminio; ni que estuviese hecho de oro y platino. Aunque, eso sí, me hizo abrir los ojos y hacer un breve estudio de lo que iba a ser la vida en el Reino Unido.

¿El desenlace? Qué más da. Este relato que tanto te ha tocado las narices por haber necesitado tres  carillas de Word para decir lo que se podría decir en un párrafo y medio, tiene como único objetivo constituir mi primer despotrique oficial contra el Reino Unido. Espero que te cagues en mi casta por no haber dicho absolutamente nada ni haber desvelado si me compré o no el tendedero,  igual que yo me cago en la de la Gran Bretaña.

Y todo esto mientras escucho ‘On My Way’ de Axwell & Ingrosso, joé.