Juan Carlos Celorio nos convoca este jueves en su blog ¿Y QUÉ TE CUENTO? para que hablemos de los idiomas, aquí va mi relato.
Empezó en verano. A mí me habían cambiado al turno de tarde sustituyendo a una compañera de baja por maternidad. Cuando yo me iba él no había llegado todavía y cuando volvía ya estaba durmiendo porque madrugaba muchísimo. Los dos trabajábamos algunos sábados, aunque nunca eran los mismos. Nos comunicábamos a través de pos-it en la nevera, los míos de color rosa y los suyos naranja:"Te he dejado pollo en la nevera”. Te quiero."Cómprame espuma de afeitar". Yo también. Un domingo de cada tres yo iba a comer a casa de mi madre y él a casa de la suya pero casi nunca era el mismo pues él tenía que coincidir con su hermana que trabajaba a turnos. Los sábados por la noche cada uno salía con sus amigos por separado, no conviene mezclar, decíamos. Cuando mi compañera se reincorporó a su puesto, no quise volver a mi antiguo turno y le dije a él que la habían despedido. El primer domingo, después de muchos, que coincidimos a la hora del desayuno, unos extraños sonidos guturales escaparon de mi boca cuando dije: buenos días cariño. Él me miro con cara sorprendida. Carraspeé y lo intenté de nuevo: buenos días cariño, ¿qué tal has dormido?, es lo que pensaba decir, pero otra vez sonidos ininteligibles, posiciones extrañas de la lengua, aspiraciones, movimientos de labios diferentes...-¿Qué dices, me estás vacilando?
Pero no le estaba vacilando, fui el primer caso de xenoglosia espontánea documentado en España. Estaba hablando en arameo, pero puedo hablar también en acadio, gótico, nórdico antiguo, egipcio....aunque...es curioso que solo sea capaz de hacerlo cuando una relación está llegando a su fin.