Esta semana nos dirige Dorotea en su blog Lazos y raíces con el tema "los olores". Cuando vi la convocatoria me acordé de un relato que hice para el taller de cuento sobre este mismo tema que me venía al pelo, el problema es que tiene el triple de palabras de las permitidas. Para no saltarme las normas a la torera, he hecho un relato breve resumiendo el otro que podéis leer pinchando en el enlace ESTA ES UNA HISTORIA DE AMOR COMO OTRA CUALQUIERA. Aquí os dejo el relato más breve:
El día en que a la nariz de Feta llegó el varonil aroma de Mo supo que había encontrado al hombre de su vida. Eran las 7,30 de la mañana y ya hacía calor en la cola de la oficina del paro. Después de un par de minutos comenzó a llegarle un ligero aroma de sudor rancio mezclado con un delicioso olor a pies. Nunca en toda su vida había olido unos pies con ese pequeño matiz de roquefort interfiriendo entre el cabrales que tanto le excitaba. El olor era tan intenso que fue opacando los olores a limones salvajes del Caribe, flor de cerezo japonés y demás olores exóticos que tanto se habían puesto de moda en los geles de baño. Enseguida creyó localizar las aromáticas deportivas que calzaba un hombre cinco puestos más adelante. Sí, no había ninguna duda de que era él. Dispuesta a poner toda la carne en el asador se dirigió a su encuentro mientras sacaba un cigarrillo de su bolso. Mo se había fijado en Feta desde que la vio avanzar por la calle en dirección a la cola. Aunque por timidez no se había atrevido a mirarla a los ojos, le había llegado su olor, una intensa vaharada de aroma a pescado ligeramente pasado de fecha que lo había golpeado como una ola produciéndole un embriagador atontamiento que lo había dejado casi sin respiración. Esta sí que es una hembra, pensó. Y ahora estaba allí, a su lado. Ella se había acercado hasta él, le había pedido fuego y había empezado a hablar como si lo conociera de toda la vida. Mo apenas entendía lo que decía Feta pero estaba tan fascinado por esa boquita de pez, sobre la que sombreaba un oscuro bigote entre los grandes mofletes sonrosados, que no importaba. La cola comenzó a avanzar pero ellos apenas si se enteraron, sus ojos estaban presos los unos en los del otro y el tiempo pareció detenerse a su alrededor formando un oloroso círculo que los mantendría unidos durante toda su vida.