¿Este libro sabe bailar?, Friedrich Nietzsche

Publicado el 10 septiembre 2021 por Kim Nguyen

A la vista de un libro erudito. No somos de esos que solo llegan a tener ideas entre libros, por impulso de libros: estamos acostumbrados a pensar al aire libre, andando, saltando, subiendo, bailando, y donde más nos gusta hacerlo es en montañas solitarias o justo al lado del mar, allí donde incluso los caminos se hacen reflexivos. Nuestras primeras preguntas sobre el valor de un libro, una persona o una música rezan así: “¿sabe andar?, o, mejor aún, ¿sabe bailar?”… Leemos rara vez, pero no por ello leemos peor, ¡oh, qué deprisa adivinamos cómo ha llegado uno a sus ideas!: si lo ha hecho sentado, delante del tintero, con el vientre comprimido y la cabeza inclinada sobre el papel!, ¡qué deprisa dejamos de leer su libro! Las entrañas atenazadas se delatan, se puede apostar a que sí, igual que se delata el aire de cuarto cerrado, el techo de cuarto cerrado, la estrechez de cuarto cerrado. Estas eran mis sensaciones cuando cerraba un libro honrado y erudito: quedaba agradecido, muy agradecido, pero también aliviado… En el libro erudito casi siempre hay algo presionante, presionado: siempre acaba asomando el “especialista”, su celo, su seriedad, su rabia, su sobrestimación del rincón en el que está sentado y teje su tela, su joroba (pues todo especialista tiene su joroba). Un libro de erudito siempre refleja también un alma encorvada: todo oficio encorva. Volvamos a ver a nuestros amigos, con los que fuimos jóvenes, después de que hayan tomado posesión de su ciencia para siempre! Incrustados en su rincón, arrugados hasta que ya no es posible reconocerlos, sin libertad, privados de su equilibrio, enflaquecidos y angulosos por todas partes, solo en un punto perfectamente redondos: nos sentimos conmovidos y guardamos silencio cuando los reencontramos así. Todo oficio, aun en el caso de que tenga un suelo de oro, tiene por encima de sí también un techo de plomo que oprime y oprime el alma hasta que la convierte en un alma rara y la deja oprimida y encorvada. Esto es sencillamente así.

Friedrich Nietzsche
La gaya ciencia
Traducción: José Carlos Mardomingo
Editorial: Edaf

Foto: Friedrich Nietzsche