La situación en el Reino Unido a principios de septiembre de 1940 era desesperada. La batalla de Inglaterra está a punto de ser perdida. En la tarde del día 7, una flota aérea de alrededor del millar de aparatos de la Luftflotte 2, más de 300 bombarderos escoltados por 648 cazas, se dirigía a Londres. Un partir triunfal observado por Goering desde los acantilados de Cap Blanc Nez, Francia.
La vuelta sería terrible. El 14 de febrero de 1942 una directiz* del Mando de Bombardeo inglés ordenaba que había que «centrarse en la moral de la población civil enemiga y en particular de los obreros industriales». No lo consiguieron. En 1942 las llamaron las incursiones de «los mil bombarderos». Nótese que hay que sumar las escoltas de cazas. El 30 de mayo de 1942 1.046 bombarderos, más escoltas, bombardearon Colonia. Esa noche los intervalos nubosos fueron escasos. Ya en 1943 se lanzaron sobre Alemania un total de 200.000 toneladas de bombas, ni el magnífico mal tiempo los salvó. ¿Alguien es capaz de imaginarse más de mil bombarderos más un enjambre negro a su alrededor por cada aparato surcando el cielo? Hasta el firmamento puede parecer pequeño.
Cómo se olvida todo. Los alemanes siempre han sido tenaces y organizados. Durante el bloqueo soviético de Berlín montaron aeropuertos en tiempos de vértigo. Luego prosperaron. Y luego olvidaron, y con ellos toda Europa olvidó.Luego llegó Sebrenika, la apertura a China, la caída del muro de Berlín, la incapacidad de ser una sola voz, la especulación, el estallido y las crisis de la deuda. Una Unión desestructurada. Se vive bien en Europa, todavía, pero su corazón tiene unas grietas que llegan hasta las entrañas. Europa es una tierra donde prosperan chacales como Murdoch.