Anoche experimenté un momento perfecto –epifánico, una joya, una rareza- y me alegra haber sido consciente de ello en vivo y en directo.
Nadie puede retroceder y emprender un nuevo comienzo, pero todo el mundo puede empezar hoy a crear un nuevo final (Maria Robinson).
Anoche experimenté un momento perfecto –epifánico, una joya, una rareza- y me alegra haber sido consciente de ello en vivo y en directo. Ya era de madrugada y dormíamos. Nuestra hija estaba entre nosotras (es una experta en colarse en nuestra cama) enfundada en su pijama de cuerpo entero con los corchetes detrás para facilitar el cambio de pañal. Estaba caliente como solo se calientan los bebés que duermen y olía a aceite de almendra dulce y a leche con cacao. Todo estaba en silencio. Nuestra pequeña, ya digo, estaba entre nosotras y con un brazo tocaba a una mamá y con el otro a la otra. Eso le daba paz.Y pensé para mí: este momento. Este momento en que las dos somos más jóvenes que viejas, estamos sanas, nos amamos, nos lo pasamos bien juntas, nos satisface nuestra vida personal y profesional, tenemos un nido y estamos rodeadas de gente que nos quiere. Este momento en que nuestra hija cambia de bebé a niña, no tiene preocupaciones, se ríe constantemente, no conoce los prejuicios, nos adora, se siente segura y querida, tiene todavía la vida entera por estrenar y recorrer. Magia. Realidad. ¿Se volverán a dar todos estos factores juntos alguna vez? Sí o no. Pero quiero apreciarlos, agradecerlos y atesorarlos. Tengo tanta suerte…
Anoche experimenté un momento perfecto –epifánico, una joya, una rareza- y me alegra haber sido consciente de ello en vivo y en directo.