David Torres comentaba el pasado lunes en Público bajo este titular que el senador Biden descansaría bajo una losa de mármol mientras que al tribuno Trump le habrían cortado la nariz y lo habrían encerrado en un saco junto a una pantera para tirarlo al río. “Nadie puede negar que los avances de la medicina actual son fabulosos: aunque todavía no hemos vencido a la muerte, ahora estamos empatando el partido gracias a Joe Biden. Isabel II de Inglaterra murió con más de noventa años y seguía ejerciendo de reina, de modo que no hay que preocuparse con Biden, un chavalín que acaba de estrenar los ochenta. Entre dietas, ejercicios y vitaminas, la juventud cada vez se alarga más y pronto nos retrasarán la edad de jubilación a los setenta. Aparte de Biden, ahí está, por ejemplo, Clint Eastwood, que continúa en el tajo con cerca de un siglo a las espaldas y que podría interpretar a Biden sin esforzarse mucho, como siempre, y sin que medio mundo notase la diferencia. De hecho, Eastwood es un actor tan sutil que, el día en que se muera, no va a haber manera de saber si sigue actuando.
“La verdad, no se entiende muy bien por qué en el partido demócrata han saltado todas las alarmas ante los balbuceos, las ausencias y los lapsus de memoria de Biden en el debate con Trump, cuando, entre balbuceos, ausencias y lapsus de memoria, el hombre lleva toda la presidencia dando la nota y sólo le ha faltado ponerse a cagar en la alfombra del Despacho Oval o confundir el botón rojo con la próstata. Se ve que a los demócratas lo que les preocupa son las elecciones, no la economía, ni la geopolítica, ni el destino del mundo, ni los treinta y pico mil muertos en Gaza, que eso no le preocupa a nadie.
“A unos meses de los comicios, la situación es desesperada, pero no tanto que vayan a sustituirlo por Kamala Harris. Vale que en Estados Unidos cualquiera pueda ser presidente, pero una mujer, y encima negra, ya sería pasarse. Son demócratas, pero no tanto. Además, está el recuerdo del doble fracaso de Hillary Clinton, quien perdió las semifinales con Obama y la gran final con Donald Trump. Los fontaneros del partido demócrata deberían hacerme caso y contratar de reemplazo a Clint Eastwood, que actúa con el mismo ímpetu a los noventa que a los cuarenta y cinco. A fin de cuentas, el trabajo de presidente de los Estados Unidos consiste básicamente en actuar, como demostró Ronald Reagan, un actor de tercera fila que ganó la Guerra Fría a base de sobrevivir a varios carcamales del Kremlin -Brézhnev, Andrópov, Chernenko- y de sonreír mucho en las fotos.
Torres terminasu artículo recordando que nos anuncian el apocalipsis si gana Trump, aunque da bastante vértigo pensar que el mundo con Trump era mucho más seguro que con Biden. “A lo mejor fue cosa del coronavirus o de su peculiar estrategia para hacer a América más grande, pero lo cierto es que con Trump hubo menos guerras y menos golpes de Estado que con cualquier otro presidente desde tiempos de Carter. En Estados Unidos tienen la honorable tradición de matar a tiros a sus líderes -Lincoln, Garfield, McKinley, Kennedy-, una costumbre folklórica como otra cualquiera y una manera de evitar que la gente se apalanque en el cargo. Es muy posible que con Biden vayan a ahorrarse el magnicidio, puesto que en breve podríamos enterarnos de que se trata del primer presidente que sigue al frente del país después de muerto”.