Éste no es un post sobre los toros

Cuando empiezo a escribir el post acabo de leer el resultado de la votación en el Parlamento catalán sobre las corridas de toros. Estoy un poco cansada de oir a gente gritarse en televisión por el tema, y no sé prácticamente nada de temas políticos catalanes, así que me niego a hacerme una opinión sobre si es una medida anti-española o lo que sea, porque tendría muchas papeletas para meter la pata y acabar diciendo tonterías.

Por eso, esta entrada no trata sobre el tema de los toros, así que ruego a mis distinguidos comentaristas no deriven sus elucubraciones y opiniones hacia dicho tema. La cuestión también va de animales, de crueldad y de espectáculo, pero no quiero relacionar ambos temas, sino encontrar respuesta a una pregunta que me he hecho desde hace más de 40 años.

¿A nadie le repugna/da pena/encoleriza la vida de los animales de los circos? Me resulta algo indignante obligar a un animal como un tigre, un león,  un oso, un elefante, una foca, un mono o un caniche, a fuerza de palos o latigazos, hacer algo contrario a su naturaleza, a hacer el idiota para que unos seres más idiotas todavía se diviertan. Y que soporten años y años de encierro en jaulas de pocos metros cuadrados, suciedad, pulgas y otros bichos, climas diferentes de aquellos para los que nacieron o contradicción forzada de sus más primarios instintos. Porque a mí sí me indigna. No me divierte ni me parece algo meritorio conseguirlo. Y además es un conjunto de sufrimientos que se prolonga durante toda la vida del animal.

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Tal día como hoy, hace cuatro años: Una pérdida tonta