En un país cuyos habitantes se hallan sumidos y enclaustrados en sus casas desde el 14 de marzo, las palabras de aliento militar del Jemad provocaron, sin embargo, reacciones de diversa índole. “¿Hay ya club de fans del general Villarroya?”, se pregunta una periodista tras la icónica frase del mando del Ejército en la rueda de prensa. “Nunca me hubiera imaginado a mí mismo en la vida, celebrando a un JEMAD en un discurso”, dice por su parte José Miguel Contreras, periodista y comentarista político. E Íñigo S. Ugarte advierte sorprendido que “en esta crisis, el lenguaje bélico es habitual entre los políticos y hasta cierto punto inevitable. Pero lo del general Villarroya empieza a ser un poco cargante. Empezar su intervención con un ‘sin novedad en el frente’ resulta alarmista y un tanto penoso”. Otros usuarios tampoco empatizaron con las palabras de Villarroya: “Qué pronto cae esta gente en la tentación del discurso belicista”, comenta uno de ellos a través de Twitter. El despliegue de cerca de 3.000 miembros de las Fuerzas Armadas, incluyendo la autonomía de Cataluña, y las palabras de Villarroya de que se mantendrían “el tiempo que fuera necesario para realizar su función”, provocaron la reacción y protesta de las autoridades catalanas. El representante del Jemad comenzó su alocución afirmando que “hoy es viernes en el calendario, pero, en estos tiempos de guerra o crisis, no cesa por el día del calendario”, como lo demostró la presencia de las Fuerzas Armadas en 55 ciudades españolas, apoyando diferentes servicios sociales y realizando tareas de reconocimiento de necesidades, de presencia y de desinfección.
Santiago Alba Rico, filósofo y escritor nacido en 1960 en Madrid, vive desde hace cerca de dos décadas en Túnez, donde ha desarrollado gran parte de su obra. Le sorprendió el estado de alarma en una pequeña localidad de Ávila y allí continúa, alejado de su residencia habitual en Túnez. Él y Yayo Herreno firmaban el pasado domingo un artículo en CTXT titulado “No es una guerra, es una catástrofe” en el que sostienen que para esta batalla no se necesitan soldados, sino ciudadanos; y esos aún están por hacer. La catástrofe es una oportunidad para ‘fabricarlos’. “En nuestro país –aseguran ambos–, al mismo tiempo que se desplegaba el Ejército en algunas ciudades, hemos visto al portavoz de Sanidad, Fernando Simón, escoltado en las ruedas de prensa por el JEMAD, el general Villarroya, cuyas intervenciones adoptan muchas veces el tono de una arenga de trinchera: habla de una ‘contienda bélica’ y de una ‘guerra irregular’ en la que todos ‘somos soldados’, invocando una ‘moral de combate’ y reivindicando los ‘valores militares’ para afrontar la amenaza colectiva. Pero, digámoslo con toda claridad: lo que estamos viviendo no es una guerra, es una catástrofe en la que puede ser necesario movilizar todos los recursos disponibles para proteger a la sociedad civil, incluidos los equipos y la experiencia del Ejército. Pero el hecho de que una catástrofe exija tomar medidas de excepción no autoriza a emplear sin peligro una metáfora que, como todas, transforma la sensibilidad de los oyentes y moldea la recepción misma de los mensajes. Llamar a las cosas por otro nombre, si no estamos haciendo poesía, si estamos hablando, además, de cuidar, curar, repartir y proteger, puede resultar una pésima política sanitaria; una pésima política. Ahora que estamos afrontando la realidad –frente al mundo de ilimitada fantasía en que habíamos vivido en Europa las últimas décadas–, no deberíamos deformarla con tropos extraídos del peor legado de nuestra tradición occidental. Como marco de apelación, interpretación y decisión, la metáfora de la guerra –salvo que la utilicen los médicos y los sanitarios abrumados por las muertes que no pueden evitar– nos debe suscitar una enorme preocupación”.
“Guerra, ¿contra quién?
–siguen ambos preguntándose– ¿Quién es el enemigo? En cuanto pronunciamos la palabra ‘guerra’ comparece ante nuestros ojos un humano negativo que merece ser eliminado. Con esta metáfora de la guerra, en efecto, ocurre algo paradójico: se humaniza al virus, que adquiere, de pronto, personalidad y voluntad. Se le otorga agencia e intención y se deshumaniza y criminaliza a sus portadores que, en realidad, son las víctimas. El enemigo de este desafío sanitario, si se quiere, está potencialmente dentro de uno mismo, lo que excluye de entrada su transformación en objeto de persecución o agresión bélica. Por eso, esta resbaladiza idea de ‘guerra’ da razón sin querer a los que, llevados de un pánico medieval, acaban convirtiendo en enemigos a los portadores del virus, olvidándose de que ellos mismos –al menos potencialmente– también lo son. Sólo se puede hacer la guerra entre humanos y a otros humanos y, si hay que ‘guerrear’ contra el virus, acabaremos haciendo la guerra contra los cuerpos que lo portan o, lo que es lo mismo, contra la propia humanidad que queremos bélicamente proteger. En estado de ‘catástrofe’ es sin duda muy necesario ‘reprimir’ severamente, como se hace con los transgresores del código de circulación, a quienes violan el confinamiento, poniéndose en peligro a sí mismos, a sus vecinos y al sistema sanitario en general, pero ni siquiera esos pueden ser los ‘enemigos’ de una ‘contienda bélica’, salvo que queramos confundir, en efecto, el virus con sus potenciales portadores, y generar, además, una ‘guerra’ civil entre los potenciales portadores. Pero, ¿vale el discurso del enemigo para atajar el efecto de un virus? Los seres humanos somos vulnerables y frágiles. Nuestra historia ha estado y está atravesada por la enfermedad y la exposición al hambre, los virus y el abandono. Hemos sobrevivido construyendo relaciones con la naturaleza y entre las personas para tratar de minimizar el riesgo y la inseguridad. El cuidado y la cautela, el apoyo mutuo, la cooperación, la sanidad y educación pública, las cajas de resistencia, el reparto de la riqueza han sido los inventos que han ido poniendo las sociedades en marcha –de forma marcadamente desigual e injusta en ocasiones– para asumir y bregar con el inconveniente de que la vida transcurra encarnada en cuerpos que son frágiles y vulnerables e incapaces de vivir en solitario.“Construir economías y políticas sobre la fantasía del ser humano, como un ser sin cuerpo y sin anclaje en la tierra que le sustenta es lo que genera una guerra contra la vida, contra los ciclos, contra los límites, los vínculos y las relaciones. Construir economías y políticas sobre la fantasía del ser humano, como un ser sin cuerpo y sin anclaje en la tierra que le sustenta es lo que genera una guerra contra la vida, contra los ciclos, contra los límites, los vínculos y las relaciones. En los momentos de bonanza se esconden e invisibilizan, restándoles valor y despreciando, precisamente las tareas, oficios y tiempos de cuidado que solo se hacen visibles en las catástrofes y en las guerras. La guerra, violencia armada, es precisamente la negación del cuidado, masculinidad errada, justificación del sacrificio de vidas humanas en aras de una causa superior. Ahora bien, no debemos olvidar que aquí la ‘causa superior’ es precisamente la salvación de todas y cada una de las vidas humanas en peligro. No se trata de dar virilmente la vida por la causa gritando viva la muerte, sino que la causa es el mantenimiento de la propia vida. No existirá una victoria final que dependerá de la disciplina y de la conversión en soldados, como señalaba en su comparecencia el General Villarroya. El sacrificio al que se apela, tanto en la catástrofe como en la retaguardia de cualquier guerra, no es más que la intensificación de la lógica del cuidado, de la precaución, del sostenimiento cotidiano e intencional de la vida en tiempos de catástrofe, que son los mismos esfuerzos que hay que hacer para sostenerla cotidianamente. En toda guerra, decía Simone Weil, la humanidad se divide entre los que tienen armas y los que no tienen armas, y estos últimos están siempre completamente desprotegidos, con independencia del bando o la bandera. En el estado de catástrofe actual, los españoles, todos potencialmente víctimas del virus, se dividen, en cambio, entre los que no pueden hacer confinamiento y los que sí pueden hacer confinamiento o, si se prefiere, entre los que se exponen más o se exponen menos al virus. Los que se exponen más al virus –el personal médico, los transportistas, las cajeras de supermercado, las limpiadoras y cuidadoras, etc.– ni tienen armas ni se pelean entre sí con el propósito de proteger a los ‘suyos’. Al contrario de lo que ocurre en las guerras, este ‘anti-ejército desarmado’ –provisto solo de microscopios, termómetros, bayetas, manos y sentido del deber– ni se hace la guerra ni se la hace a los que están encerrados en sus casas, menos expuestos y completamente desarmados. Es, como dice Leila Nachawati, exactamente lo contrario: se exponen para protegernos a todos, a sabiendas de que de esa forma también se protegen a sí mismos y al orden civilizado del que dependen y que depende de ellos. Por eso debemos admirarlos y apoyarlos; y por eso es una irresponsabilidad inmoral y suicida incumplir la normativa sanitaria. Pero si hay una situación distante de la guerra –en su temperatura ética, anti-identitaria y ‘universal’– es precisamente la catástrofe que estamos viviendo. En todo caso, lo que opera en contra de la ‘causa superior’ –la salvación de todas y cada una de las vidas humanas en peligro– son las medidas económicas tomadas en la última década y las políticas que ahora es necesario corregir a toda prisa para proteger a los socialmente vulnerables. En este sentido, y allí donde la responsabilidad individual y la institucional, donde lo común y lo público, se cruzan, nuestros políticos y nuestras élites económicas son más responsables –pues conjugan ambas condiciones– que los ciudadanos privados”.
Fotomontajes, imágenes y fotos sorprendentes:
Y el policías, guitarra en mano, comenzó a cantar “En Joan petit quan valla” (Cuando baila el pequeño Juan). Acompañado por las palmas y el baile de sus compañeros policías, los vecinos, desde las puertas y ventanas, corearon la canción. El espectáculo se repitió en Pina y en otros pueblos y ciudades de la isla. El vídeo se hizo viral en Twitter y en las redes, dando la vuelta al mudo hasta tal punto que Ivanka Trump, la hija del presidente norteamericano, lo compartió en sus cuentas personales. “Un vídeo increíble que nos llega desde Mallorca, España –escribió en el breve texto con el que se acompaña el vídeo– ¡Gracias a los hombres y mujeres que destacan en la aplicación de la ley en todo el mundo!”. El municipio mallorquín de Algaida cuenta con unos 5.600 habitantes y está ubicado en el interior de la isla.
Late Motiv celebró el martes pasado una nueva entrega del programa con su presentador y colaboradores habituales desde casa, dedicando el espacio a “las vecinas y vecinos solidarios”. Confinado en su hogar junto a su familia, Andreu Buenafuente bromeó sobre cómo será el mundo y cómo estaremos nosotros cuando el encierro acabe. “Cuando salgamos, va a haber tantas ganas de contacto físico que hasta Rufián y Abascal se van a querer dar un abrazo”, afirmó.
Deberían dejar sus plazas públicas de camas hospitalarias y curarse con sus banderitas, misas, toros y muñecos. Son los PP 'Virus' que desviaron el dinero público a la sanidad cortijera de los chiringuitos de sus amiguetes. Ahora, los hipócritas salen de la cloaca para criticar, cuando deberían ser los primeros en abandonar sus plazas de camas de los hospitales públicos.
Horas más tarde, el rey Felipe, visitaba el hospital de campaña de IFEMA, con semblante serio y con mascarilla y guantes, siguiendo atentamente las explicaciones del personal sanitario encargado de la gestión de este hospital. Don Felipe realizó un recorrido por las instalaciones, excepto por los espacios ya ocupados por pacientes
Por su parte, la reina Letizia, canceló su agenda pública y se mantiene en cuarentena tras su acto con Irene Montero del pasado 6 de marzo. La ministra de Igualdad dio positivo en coronavirus, y, aunque los reyes se hicieron la prueba y ésta dio negativa en Covid-19, Letizia decidió anular todos sus actos por prevención.El Jueves. Todas las monjas de una residencia de mayores en Madrid se han ido, abandonando a los residentes. ¡Todo muy cristiano!
1.500 profesionales sanitarios enferman diariamente de Coronavirus en España. Ya hay muertos en nuestras filas. Somos profesionales sanitarios, no mártires. Basta. (Texto y viñetas de Mónica Lalanda).
Alemania y Holanda frenan un plan conjunto europeo y se niegan a que se utilicen ya recursos comunitarios. Los holandeses dijeron: “Ellos (Italia) admiten a personas en UCI que nosotros no incluiríamos porque son demasiado viejas”.
El humor en la prensa de esta semana: El Roto, Peridis, Eneko, Pat, Manel F., Vergara, Atxe, Malagón, Luis Cifer, Enrique…
Oposición laboral.
Pep Roig, desde Mallorca, sugiere un aplauso extensivo a otros como repartidores, estanqueros y a todos aquellos que siguen con su labor de más llevadero el problema. Y añade: Olvido interesado o ignorancia, Sigamos, País de expertos en materia, Es la guerra, Carroñeros.…
Los vídeos del momento.
Declaraciones general Villarroya el 19 de marzo de 2020
Declaraciones general Villarroya el 20 de marzo de 2020
El Rey visita el hospital de campaña de Ifema
¿Qué le hace el coronavirus al cuerpo? | BBC Mundo
EL Cazador de Cerebros - Entrevista a Luis Enjuanes sobre el Covid-19
La voz de Iñaki Gabilondo | 25/03/20 | Y en medio del drama, los buitres
Si bien la canción 'Resistiré' se ha alzado como himno ante la pandemia, un grupo de 16 artistas han compuesto 'Quédate en casa', una canción que es ya el himno oficial del festival 'Yo Me Quedo En Casa'.
Polònia - Polònia - 26/03/2020