Estigmas, cuatro tentaciones ante la tragedia y el dolor

Por Hijosdeevayadan

Nada puede borrar el espanto y el dolor de lo ocurrido. Ojalá fuese posible, ojalá encontrásemos palabras o gestos para mitigar el quebranto de lo incomprensible…

Han pasado escasas horas desde la publicación de una entrada de carácter positivo y jovial cuando una televisión muda en un local hostelero abre las noticias de las 15:00 con la noticia de un crimen en Valladolid del que poco más podemos conocer en ese primer instante. Algo llama mi atención, no sé muy bien qué, y me hace buscar algún dato más. Sin conocerse demasiados detalles todavía, hay ciertos extremos que se apuntan ante los que no puedo evitar pensar en el riesgo de caer en el reduccionismo maniqueo de l@s otr@s frente a nosotr@s.

El resumen de esa primera instantánea es que una monitora de origen latinoamericano ha acabado (presuntamente, que a veces se nos olvida) con la vida de tres menores acogidos en un centro para menores con discapacidad (movilidad reducida entre un 80 y un 90%) que Mensajeros de la Paz tiene en Boecillo (Valladolid), habiendo sufrido heridas de diversa índole (presuntamente -de nuevo- autoinfligidas).

Esos meros apuntes iniciales me hacen reflexionar sobre cuatro estigmas (la cuarta acepción del Diccionario de la RAE habla de Marca impuesta con hierro candente, bien como pena infamante, bien como signo de esclavitud; bien puede servirnos, al menos figurativamente como explicación de las nuevas esclavitudes sociales que imponemos), ante los que difícilmente reaccionaremos de forma impasible, y sobre los que quiero compartir alguna reflexíón breve, inconclusa, para seguir madurando y reflexionándola…

  • menores discapacitados: con qué facilidad nos erigimos, especialmente l@s sanitari@s, en jueces sobre la calidad, la dignidad o el valor de la vida de otr@s; no es extraño infundir un toque especial a expresiones del tipo de para vivir así, mejor sería que se muriese…
  • procedencia geográfica de la (presunta) autora: alguien de los nuestros no podría cometer tal atrocidad… el patrón tiende a repetirse, como recientemente ocurrió en Noruega tras los crímenes de Oslo y Utøya, donde las hipótesis iniciales (barba, piel aceitunada, idioma incomprensible…) quedaron pronto caducas (cristiano, blanco, de raza pura, y rubio). Nos empeñamos a veces, aunque los datos nos cuenten otra realidad.
  • dudas sobre su salud mental: la otra gran tentación es, a veces, demasiadas veces, la de la locura; esa con la que pretendemos explicar que alguien que distinga el bien y el mal, que esté en su sano juicio, no puede obrar así; esa que coloca a tod@s l@s enferm@s mentales en el mismo saco de l@s asesin@s.
  • local gestionado/regentado por una ONG: en este caso, Mensajeros de la Paz, pero podría tratarse de cualquier otra… No te puedes fiar de… vete tú a saber lo que hacen/cómo gastan el dinero que les das… Nuevamente, un acto individual puede convertirse, se convierte muy a menudo, en lo que empaña toda una labor, la de much@s profesionales que realizan su labor día a día de forma anónima, la de es@s que no saldrán nunca en los medios de comunicación, asumiendo una gran responsabilidad y haciendo arte de su praxis.