En cuanto a lo que algunos dan en llamar “estilo de vida gay”… Me lo expliquen, porque la expresión parece carecer de sentido, si es cierto que hablamos deorientación sexual y no de banda, tribu, gueto, secta o parque temático. Entiendo que habrá tantos “estilos de vida gay” casi cuantas personas gays, porque lo que está claro es que en el universo LGTB uniformidad, lo que se dice uniformidad no hay. ¡Por fortuna! ¿Habría que hablar, pues, de estilo de vida oso, leather, emo, músculos…? Tampoco, ya que se evidenciarían tantos subestilos o tipologías cuantos osos, leather, emos, músculos… Son ganas de complicarse, de querer encasillar, etiquetar… controlar, en definitiva. Cui prodest? ¿A quién beneficia? A homófobos y a aprovechados.
Cierto que, debido a siglos de acoso, persecución, represión y vida sexual y afectiva relegada al más tenebroso fondo del armario, se da una determinada antropología LGTB, una cierta “genética” espiritual, intelectual, sexual, afectiva, etc que nos configura, en cierto profundo sentido, como diferentes, y a las que no podemos ni debemos renunciar. Porque, a lo largo de la historia y aún en la actualidad, nos hemos tenido que defender y vivir de cierta manera para sobrevivir. De este modo, si se pudiera hablar, singularmente, de una personalidad gay, ésta vendría coloreada por cierto aire de resistencia, de insumisión, de generosa y gozosa contestación contra la opresión homofóbica establecida. Pero nada que ver con estilo de vida.
Hablar de “estilo”, aquí, es harina de otro costal. ¿No querrán aferrarse a esta expresión para justificar negocios particulares, con pingües –no digo que sean ilegítimos- beneficios, como los procedentes de diseño, modas, bares, etc? Cuando me hablan de “estilo de vida gay”, me vienen a la tela del pensamiento aquellos anuncios de cigarrillos que preconizaban la consagración de un cierto estilo de vida… más de acuerdo con ocio y negocio de los productores de esos cigarrillos que de la potencial clientela fumadora. Cuando se refieren a un “estilo de vida gay”, en sus pantallas veo ropita cara de marca, vida por encima de las propias posibilidades, drogadicción, lumpen, explotación del hombre por el hombre. Publicidad, marketing, no militancia.
Pero también, cuando oigo “estilo de vida gay”, me acuerdo de aquellos homófobos que, desde hace décadas, emplean dicha expresión, de la que son incontestables autores, en sentido peyorativo, para estigmatizarnos y anularnos como personas.
Pues lo mismo.
¿No será que quienes –en tono peyorativo o presuntamente reivindicativo- se afanan por hablar de un “estilo de vida gay” no son, en el fondo, sino defensores de un peligroso pensamiento único?
Si me hablan de estilos, en plural, me siento a considerarlo; ahora bien, si es en singular, le huyo como a la peste, pues me quieren encasillar, controlar, y yo soy una persona gay, no la persona gay que se adapta a sus gustos ni a sus dictados comerciales.
Finalmente, un dato asaz curioso: ¿por qué los mayores apologetas del presunto “estilo de vida gay” viven del barrio gay y no en el barrio gay? Ah, el ser humano, esa feliz paradoja.
Cui prodest?