Jorge Valdano decía que jugar contra un equipo defensivo era
como hacer el amor a un árbol. Sugerente metáfora de que un juego de esta
característica, puede ser de todo menos emocionante.Afortunadamente la imprevisibilidad del juego, salva al
balompié de caer en la rutina o monotonía. Se puede jugar bien pero sin embargo
perder. O viceversa. Al hincha o seguidor, más fanático del futbol que de su
equipo, más que el resultado, le importa el espectáculo (emoción). He ahí la
atracción y explicación de su popularidad mundial. El fútbol, tal como
la división de la cancha en dos campos contrarios, se reduce básicamente a dos
sistemas o estilos de juego: El futbol propositivo, arriesgado, mimador de
pelota, conocidas sus variantes como ‘jogo
bonito’, ‘futbol total’ o ‘tiki taka’. En las antípodas tenemos el
fútbol conservador, destructor de juego y alérgico al balón, sistema
perfeccionado en Italia y conocido popularmente como catenaccio o juego de ‘cerrojo’.
Una ley del marketing
dice: ‘más vale llegar primero’ y pone como ejemplo el caso del primer hombre
en la luna, que todo el mundo recuerda, pero del segundo casi nadie.Por otro lado los versos de una canción popular mexicana
dicen: ‘no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar’. Pues eso, el balón está sobre el campo. Cada quien escoja el
sistema de su preferencia.Inevitables comparacionesParadójicamente la historia a veces sólo recuerda a los
vencidos: Leónidas, Aníbal, Napoleón, fueron sendos caudillos que se lo jugaron
a todo o nada, ¿alguien recuerda los nombres de sus vencedores respectivos?...
Si trasladamos a la historia futbolística, hay vencidos que gozan de mayor
honor y fama que el vencedor: Fueron campeones morales; ‘Los Magyares mágicos’, de Puskas
(Suiza 1954), la ‘Naranja Mecánica’ de Cruyff (Alemania, 1974). Curiosamente
estos ‘vencidos’ desplegaron un juego vistoso, innovador y ofensivo.
Curiosamente algunos periodistas y aficionados esgrimen con
orgullo y defienden a ultranza la ‘cátedra’ italiana, etiquetándola como ‘La liga más difícil del mundo’, pero
olvidan mencionar que los encuentros, exceptuando entre los equipos más
grandes, son a estadios semivacíos. Al contrario, en Inglaterra, hasta los
partidos entre los más chicos de la Premier
League rebosan de gente. El cattenacio es
juego reduccionista, simplón, destructor antes que propositivo, cual estratagema de ovejas que refuerzan su corralito
para que no penetre el lobo. Argumento propio o válido para equipos disminuidos
o de aquellos que se saben inferiores. Pero que un equipo de laureles o de
galones adopte como método o estandarte es por lo menos reprochable y pusilánime.
Grecia ganó su Eurocopa a base de sacrificio y oficio en el área, se colgó de
los palos y al final metió los goles necesarios, en este caso, justificado por
ser un equipo chico y sin tradición futbolística. Mourinho último paladín
de este sistema, tiene el dudoso honor de
haber conseguido sus ‘orejonas’ con el Porto y con el todopoderoso Inter,
respectivamente. Sin embargo en unos pocos años sus logros serán meras
estadísticas. No recuerdo qué año ganó el Porto, pero sí recuerdo nítidamente
como si fuera ayer que Arrigo Sacchi obtuvo consecutivamente el trofeo de la
Champions el 89 y 90 con aquel dinámico y brillante Milán de Van Basten, Gullit, Rijkaard, Baresi y
compañía.No hace falta ahondar demasiado en el método contrario,
porque afortunadamente por el bienestar y futuro del fútbol, hay instituciones
que apuestan por ello, el ejemplo más elocuente lo tenemos en el Barcelona de
Guardiola, heredero natural de la escuela holandesa y su ‘fútbol total’, que ha
hecho de la posesión del balón una característica elevada a la categoria de
arte. Pero sin duda, el Everest de este sistema vino ejemplificado
por aquel glorioso Brasil de 1970, el equipo más arrollador, deslumbrante y
espectacular de todos los tiempos. Desde hace poco el conjunto brasileño, extrañamente viene
apostando por todo lo contrario, olvidando su tradicional alegria y desparpajo.
Ya sabemos cómo le va.