No se quede mirando refunfuñando.
Ni haciendo aspavientos con las manos.
Ni señalando con el dedo comentándole algo a su señora (entiendo que lo es)
Ni lo atraviese con mirada acusadora.
No le grite "niñoooo...", ni "maleducado".
Porque, estimado señor, el niño escucha.
Aunque no puede responderle.
No, no es un grosero.
Es que no sabe hablar
Sí, tan mayor.
Pero eso no quiere decir que no entienda que usted está enfadado, que le está acusando, que le está señalando, que le está gritando.
Si sigue haciéndolo acabará por llorar. Como cualquier niño.
Si se hubiera tomado un segundo en observar se habría percatado de que su manera de actuar es distinta.
Y, si se hubiera tomado un segundo para hablar conmigo, para preguntarme, de buena gana le habría explicado el porqué, sin ningún problema por mi parte.
Eso no me incomoda, ni me molesta.
Sí lo hacen las miradas de rechazo, de desaprobación, las llamadas de atención.
Porque, estimado señor, es un niño, no una piedra, ni un banco del paseo, ni una silla del restaurante.
Siento si le "está dando la comida".
Créame, no solemos salir porque no es una actividad sencilla.
Pero, de vez en cuando, muy de vez en cuando lo hacemos. Para celebrar un cumpleaños familiar, o alguna ocasión especial.
Varias veces al año. Contadas con los dedos de una mano o, si hay suerte con las dos, aunque creo que nunca hemos llegado a eso.
Fíjese usted qué suerte.
Siento que agite los brazos sin control y grite.
Está hiperventilando porque se está autoestimulando.
Porque está contento, o muy cansado. Esos son sus dos principales motivos.
Y no me gusta, estimado señor.
Incluso me molesta, y además me estresa mucho.
Pero, ¿sabe qué?, lo entiendo. Porque sé que mientras no tenga más herramientas no tiene forma de hacer aflorar sus emociones ni necesidades. Así que trato -tratamos- de calmarlo y buscar alternativas.
No grita porque sí. Y suele ser cuando ya se quiere ir.
Siento si le da una palmada en el hombro por la calle y le irrita,
Es su manera particular de invitarle a jugar al "Tú la llevas".
Mire que intento explicarle que no, pero nada, es así de afable, qué le vamos a hacer.
Pruebe una cosa, el próximo día, devuélvasela, y verá qué carcajada suelta.
A lo mejor lo mira con otros ojos y entiende un poquito cómo funciona su mundo.
Así que estimado señor, no le vuelva a llamar la atención a mi hijo.
Hable conmigo.
Trate de entender.
No juzgue.