¿Cómo contar esta historia de silencios? Lo sabéis, todo el mundo sabe que las historias se cuentan por la sencilla razón de que han sucedido en algún lugar. Basta con encontrar el tono adecuado, darle a la voz ese calor interno que hace fermentar la masa, serena en la superficie, turbulenta en la sustancia. Basta con saber dónde está el grano y dónde la paja, pensando sin pensar apenas. Porque ser consciente de que se está pensando es como desvelar el mecanismo y desvelar el mecanismo es convertir la historia en mortal.
«Todo depende del hecho de que alguien se tome la molestia de contar de forma extraordinaria aquello que es ordinario» (p. 27). En eso consiste, en esencia, la literatura, y Marcello Fois (Nuoro, 1960) es de los que se toman la molestia de hacerlo bien. Este escritor, de larga trayectoria en Italia pero aún poco conocido entre los lectores castellanoparlantes, comienza con Estirpe (2009) una trilogía situada en su Cerdeña natal que recorre el siglo XX de la mano de una familia de herreros, los Chironi. La novela, que ya va por la tercera edición, ha recibido el Premi Llibreter de este año (curiosamente, la otra vez que se concedió a una obra italiana, en 2007, también se trataba de una saga familiar: Hace mil años que estoy aquí, de Mariolina Venezia). Los siguientes volúmenes, El tiempo de en medio (2012) y Luz perfecta (2015), ya han sido publicados en Italia. El segundo, que Hoja de Lata publicará en octubre, fue finalista del prestigioso Premio Strega.Estirpeabarca desde finales del siglo XIX hasta 1943. Se divide en tres partes, que evocan la Divina Comedia: Cielo (el inicio, el tiempo de las esperanzas, siempre breve), Infierno (la más extensa: la vida tiene más desdichas que satisfacciones) y Purgatorio (la incertidumbre, la puerta abierta al futuro). Los protagonistas son, cómo no, los fundadores del linaje, los bisabuelos Mercede Lai y Michele Angelo Chironi, dos jóvenes desarraigados que se unieron para formar juntos la familia que nunca tuvieron por separado. En algunos aspectos, la suerte les sonríe: no tienen un apellido noble, pero el negocio prospera y se convierten en un matrimonio respetado, aunque siguen siendo gente sencilla en sus costumbres. En otros ámbitos, la buenaventura no está de su lado: solo tres de sus hijos llegarán a adultos, acompañados, eso sí, de nuevos problemas. Ellos serán los que tomen el relevo a medida que el relato avance: Gavino, el heredero, taciturno e impenetrable; Luigi Ippolito, el estudioso, ávido lector y cuentacuentos; y Marianna, la única chica, y la más estable a su manera.Como suele suceder en las sagas familiares, lo individual sirve de pretexto para trazar un hilo que enlaza los acontecimientos históricos que marcaron el periodo, en concreto, la Primera Guerra Mundial y la dictadura de Mussolini. Dicho de otro modo: Marcello Fois refleja la macrohistoria a través de la microhistoria del clan Chironi. Sin pretender hacer una novela política, la política entra en su existencia, como en la de todas aquellas familias trabajadoras y discretas que se vieron sacudidas por los conflictos (el hijo que se marcha al frente, el pariente afín al dictador, las tramas turbias que los acechan). Es importante recalcar que la acción transcurre en todo momento en Nuoro, que forma parte de Italia, pero tiene sus singularidades y conforma un microcosmos en sí mismo. Algunos personajes se desplazan; aun así, el ojo del narrador omnisciente está puesto en la localidad sarda: lo que sucede más allá de la isla pertenece al territorio de lo extraño, lo que cada uno se guarda para sí mismo.A lo largo de la obra, se repite una idea de raíces católicas (no hay que olvidar que esto es la Cerdeña de principios del siglo XX, por lo tanto, el trasfondo moral es importante): Dios te da y Dios te quita o, como lo expresa un personaje, «¿Has entendido que por cada cosa que se gana se pierde otra?» (p. 171). Los Chironi se perciben, perciben su trayectoria, en términos de ganancias y pérdidas: las ganancias, que nunca se valoran cuando toca («cuando uno hace balance, siendo ya viejo, se da cuenta de lo buenos que fueron aquellos periodos de la vida que transcurrieron de forma silenciosa», p. 71); las pérdidas, que en esta familia abundan y resultan trágicas (a propósito, quizá se le puede criticar el exceso de tragedia, pero, en cualquier caso, está bien integrado en el conjunto, la novela funciona). La muerte, la guerra, la locura. Se produce una paradoja: el lector sabe, porque así lo anuncia el narrador desde el principio, que está ante una larga saga; no obstante, en algunos tramos su devenir se nubla, los Chironi parecen atrapados en un callejón sin salida, su futuro, su linaje, peligra. Ahí entra en juego la pericia del autor, que, al asegurar la continuidad de antemano, aumenta la intriga.El grueso de la narración se centra en las tensiones íntimas de la familia: el matrimonio, los embarazos, la incomprensión entre padres e hijos, la complicidad no exenta de cierta rivalidad entre los hermanos, la incertidumbre en torno a lo que vendrá. Hay, también, una dimensión oscura, ligada a los crímenes y la cara más temible de la sociedad sarda. Además, tiene toques de realismo mágico y, como sé lo que suscita esta palabra, aclaro: no se trata de ese realismo mágico ligado al ámbito doméstico, de mujeres llorando en la cocina, que cultivaron los autores latinoamericanos, sino de un realismo mágico (tal vez la expresión no es la más adecuada) que entronca con el imaginario de la superstición y los sueños, comprensible en una zona como Cerdeña. Destacan, por ejemplo, las evocaciones de personajes fallecidos o las revelaciones de un enfermo en su delirio; situaciones que escapan a lo tangible, pero que tienen sentido en la memoria familiar, pues la memoria se compone tanto de lo seguro como de aquello no demostrable que sin embargo los protagonistas vivieron como real.
Marcello Fois
Marcello Fois es un narrador espléndido, con énfasis en lo de «narrador»: un contador de historias nato, como los que se transmitían cuentos en voz alta al calor de la lumbre. Estirpe esconde un poderoso armazón de técnicas narrativas: desde el excelente manejo de las elisiones y los saltos temporales (imprescindible dominarlos en una novela de este calibre) al trasvase de protagonismo de un personaje a otro, que no resulta nada forzado ni se alarga tanto como para «echar de menos» a los demás, pasando por los adelantamientos y retrasos, que mantienen la tensión. Tampoco se puede ignorar la plasticidad de su estilo (con algunos cambios de registro, como el paso a la primera persona) y su poesía, que sabe dar intensidad lírica en los puntos precisos, sin excederse ni caer en lo vacuo. El resultado fluye como un río y el autor se revela como uno de los escritores italianos más interesantes de los últimos años. Con Estirpe, firma una novela muy lograda que sienta las bases de su proyecto, una novela que nos habla de dónde venimos, de las historias individuales y colectivas, de lo cierto y lo incierto, y de la fragilidad de los nudos que conectan un linaje. Cuántos giros, cuántos golpes, cuántas dificultades para, sencillamente, mantenerse en pie.Cita inicial en cursiva de la página 14.