Esto es a lo que el impresentable de Felipe González llama “detener”.

Publicado el 17 noviembre 2010 por Nynaeve

P.- ¿Y en relación con Rafael Vera y con José Barrionuevo?

R.-  Hay dos cosas. Respecto al secuestro de Marey, lo único en lo que los implicaron y por lo que fueron a la cárcel… Es que todavía hoy no se puede contar eso… A Segundo Marey lo salva la orden de Pepe Barrionuevo para que lo suelten cuando se entera de que está detenido… Pero, como resulta increíble, ¿por qué vas a contar esa historia? Cuando detienen a Segundo Marey -que nadie ha estudiado ni va a estudiar por el momento, ni yo lo pido, qué era o qué significaba Marey en la cooperativa de Bidart...-, y lo relacionan erróneamente con una especie de intercambio de chantaje con secuestrados que teníamos, con mentira en fechas, yo traté de demostrarlo en el Tribunal Supremo, en la única ocasión que me dejaron hablar. Y no me admitieron una prueba: tenía el intercambio de las comunicaciones telegráficas con Francia para reconstruir aquello. Pero el que da la orden de que lo suelten es el ministro.

Entrevista de El País a Felipe González

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Marey disfrutaba de un plácido matrimonio y tenía dos hijas, y su principal actividad pública era tocar el saxofón en la banda municipal. Le apasionaban, asimismo, los toros, y de vez en cuando escribía al respecto en algún semanario español. Pero ni las bandas de viento, ni las corridas de toros se encuentran entra las aficiones habituales de los partidarios de ETA. Tal y como explica un compañero de Sokoa, “Marey podría considerarse el menos representativo de los que aquí trabajamo por su edad, su porte, su forma de vestir y todo”.

Sea como fuere, el heterogéneo grupo de mercenarios que se encargó de la primera operación atribuida al GAL logró confundir a este tipo de cincuenta y un años y calvo, con un veterano de ETA peludo, y de treinta y siete. Mikel Lujua, el objetivo real, era el responsable del paso de los etarras a un lado y a otro de la forntera. Su única relación con Marey era que también vivía en la calle Aizpurdi, una tranquila calle residencial en el centro de un barrio de clase media de Hendaya. La blancura de las fachadas de las casas, muchas de ellas unifamiliares, es prácticamente antiséptica, y constituye un extraño escenario para las violentas escenas que se iban a suceder en los meses siguientes.

El domingo 4 de diciembre de 1983, Segundo Marey y su esposa, Marta, estaban cenando cuando llamaron a su puerta. Marta abrió y se encontró con tres desconocidos. Uno le preguntó si era la propietaria del Citroën 2CV que estaba aparcado afuera. Aseguraba que había chocado con el vehículo, lo que puso a Marta en guardia, ya que ella había sido quien había causado la abolladura que el individuo se atrubía. Al advertir su desconfianza, intentaron silenciarla. Marey salió para ver qué sucedía y los hombres se abalanzaron sobre él. En la lucha, que se prolongó hasta que los asaltantes usaron un espray de gas lacrimógeno para dejarlo inconsciente y llevarlo hasta su coche, un Peugeot 504, perdió las zapatillas y las gafas.

Apenas se supo nada de él durante los siguientes diez días. La Cruz Roja recibió una llamada en que se afirmaba que lo ejecutarían a menos que las autoridades francesas liberaran a los agentes de policía que habían asaltado a Larretxea. Aquella misma noche, la policía francesa arrestó a uno de los secuestradores, al volante del Peugeot gris. Intentaba cruzar la forntera por el tranquilo punto de Dantxarinea. (Evidentemente, Marey se encontraba ya en otro coche.) Pedro Sánchez, español  de nacimiento con nacionalidad francesa, había sido miembro de la Legión extranjera francesa, y constaba en los archivos de la gendarméria como proxeneta y militante de la extrema derecha. Estaba en posesión de un espray lacrimóngeno, una porra, cuerda, algunas docenas de fotografías de refugiados vascos y el número de teléfono del despacho de Francisto Álvarez en la jefatura de policía de Bilbao.

Al parecer, Marey y sus secuestradores se habían desvanecido al llegar a España, aunque las autoridades españolas de las pronvincias vecinas de Guipúzcoa no iniciaron ninguna investigación. Julen Elgorriaga, el gobernador civil socialista de la provincia, que sería condenado trece años después por el asesinato de Lasa y Zabala, tenía un argumento burocrático. En una entrevista concedida a El País, el 6 de diciembre, confesó que “en su jurisdicción no ha habido, hasta el momento, ninguna petición ni iniciativa oficial para realizar los rastreos que suelen efectuarse en caso de secuestro”. Afirmó que la policía española había instalado puntos de control en la forntera no bien se conoció el hecho, pero que no trabajaban conjuntamente con la policía fronteriza francesa, algo que si aseguraba estar haciendo la Guarcia Civil en Navarra.

Tanto si Elgorriaba lo sabía como si no, Marey ya se encontraba bajo la jurisdicción de su colega Julián Sancristóbal, gobernador civil de Vizcaya. Más concretamente, bajo su custodia.  Por orden de éste, y de Francisco Alvarez, José Amedo, un inspector de la policía español, lo había dispuesto todo para retener a Marey en unas condiciones miserables en un refugio pastoril en las montañas de Laredo, en la provincia de Santander.

Los cerebros del GAL ya eran conscientes de que no era el hombre que querían (lo supieron en cuanto los mercenarios se lo entregaron , tras pasar Dantxarinea), pero decidieron seguir con el secuestro, “para así presionar a las autoridades francesas”. Desde el primer momento, el GAL tenía un doble cometido: eliminar a los miembros de ETA y “convencer” a París para que endureciera su actitud para con los refugiados, trasladando la realidad el terrorismo a suelo francés. Al advertir los beneficios que les podía reportar aquel embrollo, los secuestradores se dieron cuenta de que, si deseaban lograr su segundo objetivo, un ciudadano francés inocente podía resultarles más útil que un terrorista vasco.

Esta es la razón que Sancristóbal asegura haber expuesto, con éxito, durante una conversación telefónica con el ministro del Interior, José Barrionuevo, la noche del secuestro. Y fue sobre todo esta afirmación de Sancristóbal lo que sentó al ex ministro en el banquillo en 1997, acusado por un juez de instrucción del Tribunal Supremo de “organizar una banda armada”. En diciembre de 1983, la existencia de ese grupo armado empezaba a salir a la luz pública, y su cúpula permanecería en las sombra durante muchos años, a pesar de que la opinión pública, empezaba a expresarr sus sospechas, que no iban del todo desencaminadas.

A las 04:20h de la madrugada del 14 de diciembre, un llamada anónima condujo a la policía francesa al aislado puesto fronterizo de Dantxarinea. Se trataba de una zona boscosa, y las 06:30h. de la mañana, atado a un árbol junto a un camino que llevaba a una cantera, encontraron al hombre.

Segundo Marey presentaba un estado patético y se le notaba presa de un shock. El País se refirió a su estado con estas palabras:  Demacrado y con barba de varios días, con las manos en la cabeza y lo suficientemente aterrorizado como para no haberse quitado los esparadrapos que le cubrían los ojos.

Marey nunca logró rehacerse totalmente de las consecuencias psicológicas y físicas de aquel suplicio. Al igual que sucede con las vícitmas de los secuestros de ETA, lo retuvieron en un espacio reducido, sin la menor noticia de las manifestaciones de solidaridad que se producían en el País Vasco francés durante su cautiverio. No pudo recordar, o tenía miedo de hacerlo, si sus secuestradores hablaban en castellano o en francés. Pero le dejaron una nota en el bolsillo del pecho, escrita en un f rancés artificoso aunque nítido, que hablaba por si sola:

A causa del incremento de los asesinatos, secuestros y extorsiones cometidos por la organización terrorista ETA sobre suelo español, programados y dirigidos desde terriotrio francés, hemos decidido eliminar esta situación.

Los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), fundados con este objetivo, exponen los puntos siguientes:

1.- Cada asesinato de los terroristas tendrá la respueta necesaria; ni una sola de las víctimas permanecerá sin respuesta.

2.- Manifestamos nuestra intención de atacar los intereses franceses en Europa, ya que su Gobierno es responsable de acoger y permitir actuar a los terroristas en su territorio impunemente. Ninguna personalidad y ningún objetivo de la economía freancesa va a estar esguro en adelante.

3.- En prueba de buena voluntad y convencidos de la valoración apropiada del gesto por parte del Gobierno francés, liberamos a Segundo Marey, arrestado por nuestra organización a causa de su colaboración con los terroristas de ETA. Recibirán noticias del GAL.

Con estas calumnias contra un hombre inocente y, desde ese momento destrozado, el GAL declaraba oficialmente el inicio de su guerra sucia.

Fuente: Guerra Sucia, Manos Limpias de Paddy Woodworth libro muy bien documentado escrito por un irlandés, para explicar a sus compatriotas ETA, el GAL y la “democracia española” (las comillas son mías).

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Parece que la memoria le ha jugado una mala pasada a Felipe González en su entrevista. Intenta exculpar a Barrionuevo y lo que hace es “confirmar” que se les juzgaron, bien juzgados estaban. Confirma lo que le llevó al banquillo y por otro lado, utiliza el término “detenido“, será porque el GAL declaraba que lo había “arrestado“. No contento con eso, además, dice tener pruebas, pruebas que o se calla porque no le van a creer, o porque todavía no se puede decir eso…

Lo que nos ha dejado claro este señor es que no es un defensor de los DDHH. ¡Vaya ristra de expresidentes! Adolfo Suárez con la primera guerra sucia, Felipe González con la segunda, Aznar genocida… miedo me da lo que vamos a saber de lo que se ha hecho bajo el mandato de Zapatero… vista la impunidad con la que se está tratando el tema de la tortura…

De momento parece que el único que se salva es Calvo Sotelo, lo que no sé si por él mismo o por si no le dio tiempo…