Esto no es una rampa...

Por Jaumep


…ni un edificio.

Durante siglos, des del renacimiento hasta casi el movimiento moderno, el arte que se ocupaba del espacio era la pintura: Giotto, de la Francesca. El punto central. Dios. La perspectiva clava una serie de puntos de vista fijos, incómodos, esclerotizados, que condicionaban decisivamente los edificios construidos condenados a ser vistos de una manera pobre, casi convertidos en cuadros sin volumen. Es tan poderosa la incomodidad del propio inventor de la perspectiva, Brunelleschi, que simultáneamente a ella construye su crítica: columnas centrales. Brunelleschi fuerza la visión lateral de sus obras, metiendo obstáculos en el eje de visión, provocando dinamicidad, inestabilidad.

No obstante, la ciencia de la calificación espacial es la que es, y durante unos siglos en que toda la producción teórica derivaba hacia otro lado (materiales, tipologías, carácter), los espacios seguirán, igualmente, complejificándose, enriqueciéndose, casi subterráneamente, excepto durante ese episodio que será el barroco, padre de casi todos los trucos que seguimos usando actualmente.

Recuerdo un comentario de Manuel Brullet sobre Juan Navarro Baldeweb (JNB en adelante): lo definió como un pintor que, de vez en cuando, hacía de arquitecto. Des de entonces es uno de los personajes que más me ha interesado en el panorama global de la arquitectura.

En él, este diálogo entre punto de vista fijado y dinámico es constante. Entre luz representada u luz trabajada como un material más de construcción. Y, recientemente, entre la caligrafía, el trazo, y la estructura.

JNB será, como Le Corbusier, como Steven Holl, un arquitecto que pivotará constantemente entre la representación y la construcción, habitante de la frontera entre dos disciplinas que ejerce igual de bien, que busca constantemente diferencias entre ellas, en un juego económico que le impide usarlas para decir lo mismo.

De un tiempo a esta parte esta relación se ha visto muy influida por unos avances tecnológicos que han representado un cambio de paradigma. Respecto a los dibujos producidos por ordenador, el aumento de memoria y capacidad de procesamiento de las máquinas ha borrado casi la diferencia entre dibujo vectorial y pixelado, y ya es posible imprimir proyectos de ejecución a escala en formato tiff. Programas como el Illustrator o el Indesign permiten mezclar de manera literal los dos mundos, y, por tanto, incorporar las imágenes, la fotografía, los trazos escaneados, a los planos, y trabajarlos a escala.

La representación de estos planos ha pasado, además, de manera literal, a la construcción: ahora los plotters cortan, moldean, esculpen, y la madera el hormigón, el metal, pueden ser trabajados con precisión de décimas de milímetro, sea operando sobre ellos mismos o sobre sus encofrados, para producid diseños singulares, personalizados, inéditos. Asociado a esto, es posible la prefabricación de centenares de piezas industrializadas todas ellas diferentes una a una sin pérdida de material ni de tiempo. La fachada sur del Centro de Convenciones de Barcelona, de Josep Lluis Mateo y sus MAP, es un buen ejemplo de ello.

El nuevo edificio de JNB para el campus de la Universidad Ramon Llull (URL) es un buen ejemplo de esto, y de la nueva etapa de trabajo que el arquitecto ha podido abrir.

EL programa es muy complejo, tanto que, de hecho, no nos encontramos ante un edificio: son tres, dos de ellos de funcionamiento totalmente independiente, y el tercero de servicios comunes a los dos primeros y al resto del campus. El arquitecto se limitará a apilar los tres programa, uno sobre otro, el más público a bajo, en contacto con el suelo, y los otros dos en las plantas superiores, y a ligarlos de dos modos distintos:

-el primero de ellos, compartiendo cajas de escalera y de ascensor.

-el segundo, más complejo y sutil, consistirá en la integración de las partes comunes de todos ellos en un solo volumen central respecto del edificio. Central y simultáneamente desplazado hacia uno de los dos lados longitudinales exteriores, porque su pequeño tamaño le va a impedir disponerlo en el centro geométrico del edificio.

Este hecho le dará un carácter dual que va a servir para emplazar el edificio correctamente en su solar y para terminar de relacionarlo con el campus.

El emplazamiento del edificio es excepcionalmente complejo. Da frente a la calle Wellington, que, en su parte baja, es uno de mis espacios urbanos preferidos de toda Barcelona, y queda enfrentado al Depósito de las Aguas (Dipòsit de les Aigües). Este edificio, construido por Fontserè y calculado, según la leyenda por Gaudí a cambio de un aprobado en la asignatura de resistencia de materiales, está situado en una extrañísima posición dentro de una manzana estándar de l’Eixample: en medio, pero sin ocuparla entera, un poco como el edificio de la Universidad, en uno de los gestos de menos sentido urbano que se puedan localizar en todo Barcelona. Su propósito original (que, diría, todavía ayuda a cumplir) consistía en el almacenaje de agua para regar la Ciutadella. Su interior es el sueño alucinado de Louis Kahn: arcos y más arcos de ladrillo portante configuran un juego de diafragmas cruzados, uno de los interiores más contundentes, espectaculares y bellos que conozca: potente y delicado a la vez, con una luz magnífica, religiosa. Lluís Clotet e Ignacio Paricio lo restauraron y adecuaron a su nuevo uso de biblioteca central del campus, realizando un proyecto dificilísimo, uno de los mejores de la arquitectura catalana después de la Guerra Civil.

1.-Dipòsit de les Aigües

2.-Edificios Clotet/ Paricio

3.-Edificio JNB

4.-Frente viviendas Fontserè

5.-Cuartel rehabilitado por Bonell/ Gil

6.-Calle Wellington + tranvía

7.-la Ciutadella y el zoo

8.-antiguo arsenal, ahora el Parlament

Exteriormente, Clotet y Paricio han entregado el Depósito con la resta del campus mediante un rosario de edificios bajos, pequeños, triturados para no competir con su entorno. El último de ellos, todavía no construido, será un volumen bajo casi cuadrado que se cargará el trozo absurdo de chaflán que estrella la calle Llull contra la valla de la Ciutadella.

JNB enfrenta a este nuevo volumen (y al Depósito de atrás) un contundente prisma de cinco alturas, estriado en bandas horizontales muy potentes, que reducen altura al edificio, revestido íntegramente con diversas calidades de cristal, transparente en las oberturas, grabado con la cara impresa al exterior en los antepechos. Cuando estos últimos reciben el sol directo, el edificio se desmaterializa, y el efecto de opacidad y transparencia se invierte completamente. La escala del volumen es idéntica al de lo que suple: una unidad de vivienda de las que Fontserè enfrentó a la valla.

En el centro, el corazón queda enfrentado a la medianera del edificio vecino. Plano ciego, torturado, que espera ser derruído. Se desalinea completamente, en un extraño ángulo oblícuo que es el del Arsenal de la Ciutadella, ahora el Parlamento de Catalunya, edificio situado donde no podemos verlo, ni por la valla ni por los plátanos ni por el zoo.

Este recurso formal, tan ajeno al edificio, tan literario, le va a permitir establecer un juego formal con las partes comunes: rampas alineadas alternativamente con el arsenal y con la calle que crean un efecto muy complejo en el interior. Las rampas no atraviesan todo el edificio, y dejan la planta baja con la primera y la segunda con la tercera sin comunicación, ya que, en realidad sólo se conectan los diversos edificios internamente, no entre sí.

El ojo puede no darse cuenta directamente de esto, pero sí lo nota el cerebro, que capta inestabilidad y se pone en guardia sin saber muy bien contra qué.

Estas rampas nos hablan de la voluntad de fluidificar las comunicaciones, y del énfasis que pone el arquitecto en los espacios de relación. Más que rampas son calles retorcidas sobre ellas mismas, que ligan partes de un programa y tienen una clara voluntad urbana. Esto convierte al edificio, de hecho, en una maqueta de los Teatros del Canal, recientemente terminados.

Las zonas comunes se tapan del sol mediante el recurso visual más reconocible de todo el edificio: unos brutales brise-soleils de plancha de 8 ó 10mm de aluminio que representan en gigante unas pinceladas de color rojo, escaneadas y cortadas con laser, producto de la mano del artista, pasadas de escala y de función sin la menor transición. Viéndolas, me viene a la memoria la tradición tardomedieval de asociar virtudes morales al tamaño (de Rabelais a Swift), y parece como si JNB hubiese querido significar el gesto, la mano, como los recursos básicos de proyecto de cualquier arquitecto, trasladados a un elemento que aúne función con representatividad.

El contraste brutal entre estos brise-soleils a caballo entre el interior y el exterior de una caja de luz compleja en estructura, en forma, en función (invito a quien lea esto a investigar cómo se aguantan las rampas y el muro cortina) permite neutralizar y tranquilizar el resto del edificio, que pasa desapercibido a quien no tenga ganas de estudiarlo.

El edificio presenta, todavía, otro nivel de lectura: JNB es un arquitiecto que admira a Gaudí, y que sabe de las connotaciones del lugar donde le ha tocado conatruir. Fontserè, maestro de Gaudí, arquitecto (sin título) excepcional, ha construido el Depósito, las viviendas, el propio parque de la Ciutadella. Al otro lado del mismo, el Born, las viviendas porticadas del paseo Picasso. El mismo Gaudí, en prácticas, lo ayudará en el Depósito y en la fuente del parque. JNB se mide con todo esto tanto a través de la volumetría del edificio, que opone rotundidad a la rotundidad del depósito, como a través de los trazos del brise-soleis, que tienen más a ver con los plátanos y con el parque que con el campus, y a través del color rojo.

Rojo por el verde. Rojo para integrar el edificio a la paleta cromática del entorno como si de uno de sus cuadros se tratara. Rojo por las chimeneas del palacio y el parue Güell. Rojo por sensación más que por reflexión. Rojo por instinto.

JNB es un gaudiniano sutil, preciso, que trata al maestro con respeto, sin dejarse acobardar, incorporándolo a su vocabulario de manera sensible, tierna, sin afectación.

En Cambrils, cerca de Montbrió, Fontserè diseñará, con el asesoramiento del Marqués de Samà, el parque que llevará su nombre. Visitadlo.

El campus URL avanza. La idea inicial fue colonizar los antiguos cuarteles. Bonell y Gil construyeron la primera, un excepcional proyecto que gana en intensidad cada año que pasa. Bohigas y su equipo rehabilitan con fortuna la segunda. Garcés y Sòria intervienen sobre el espacio entre las dos, convirtiendo un pedazo de calle en una Ágora, y Clotet y Paricio se ocupan de la biblioteca. El conjunto, con el edificio de JNB que he comentado, configura el mejor campus universitario jamás construido en Catalunya. Falta el auditorio, que, espero, esté a la altura de lo que hay.

Reivindico, pero, que no derruyan las viviendas de Fontserè en la calle Wellington. No, no es cobardía: no se trata de pensar que lo que venga pueda empeorar lo que hay… aunque pueda pasar. Reivindico los edificios modestos. Las cicatrices. La potencia de unas piezas que, por sí solas, han conseguido hacer mágico este rincón de la ciudad. Y también la belleza oculta de la galería que ata uno de los dos edificios con los cuarteles de Bohigas. Las cornisas se han caído. Se han perdido las barandas de forja originales. Están semiabandonadas, decadentes, malocupadas, intencionadamente poco mantenidas.

Que las restauren, por favor. Podrían ser una magnífica residencia de estudiantes, o seguir con su función original. Se lo merecen. Ellas y nosotros.