¡Vacaciones! Por fin, una semana libre y por lo que parece con un sol resplandeciente en el cielo. Llevo un mes esperando este día con ilusión, y por fin ha llegado ¡Semana santa! Nueve días de libertad tras tres meses de duro trabajo. Mi primera reacción fue dejarlo todo de lado e hibernar los nueve días en mi sofá. Desconectar el cerebro, apagar el teléfono y disfrutar de la inactividad absoluta, pero cometí un error, leer.
Hace aproximadamente una semana comencé a leer En el camino, de Jack Kerouac, gran error. Desde la primera página me enganchó, como dicen los americanos, me puse en sus zapatos y repentinamente sentí un ansia irresistible por verlos gastados y llenos del polvo del camino. El primer viaje del libro, de costa a costa me pareció increíble, cruzar un continente casi sin medios para reunirte con tus amigos, que son unos locos absolutos. ¡Yo quiero eso! En cuanto terminé esa parte dejé el libro a un lado y empecé a enviar mensajes a mis contactos. La premisa era sencilla, hay que salir de viaje. Coseché pocos éxitos, pero perseveré. Fui pesado hasta decir basta y al final, me desanimé. “Mis amigos son unos aburridos” pensaba entonces, pero los amigos de verdad tienen una cosa curiosa, y es que nunca te decepcionan. Cuando ya casi había tirado la toalla, me encontré con dos buenos planes, y continué leyendo. La novela me iba absorbiendo cada vez más, me impresionó que un hombre hace casi setenta años escribiera algo tan actual. Incluso tuve un sueño en el que Jack Kerouac me confesaba que en realidad el libro trataba sobre mí. Lo reconozco, se me fue de las manos, pero lo que Jack desató, Jack lo ató de nuevo. Con el paso de las páginas, y los viajes, pude ver como los personajes maduraban, y como sufrían. Ni viajar, ni vivir, son un camino de rosas. Los amigos cambian, y a veces necesitan una ayuda que no quieren. O eso al menos creía Jack, y lo conseguía sin juzgarles. El bueno de Dean está completamente loco y cada vez es más autodestructivo, pero Sal, que es Jack en realidad, siempre está a su lado, sin dejarlo atrás, o a veces corriendo sin aliento tras él.
Total, que en pocos días me terminé la novela. Leí la última página, el libro cayó de mis manos y quedé catatónico durante varias horas. Creo que haber leído esto me ha cambiado, y no estoy seguro de que haya sido para bien. Me ha dejado una sensación extraña, amarga. Tengo que pensar más en ello, pero preliminarmente os digo que lo que el libro me ha dicho es que la vida es dura, pero tremendamente bella, que para contemplarla en su plenitud es necesario viajar, y que, cerrando el círculo, la vida es en sí misma el viaje, ya que es entonces cuando vivimos de verdad.
Esto no es una reseña, si lo he escrito es para advertiros algo: Si tenéis una buena vida, una vida tranquila y estable, y os gusta esa vida, manteneos alejados de este libro, no os conviene. En caso contrario, y bajo vuestra propia responsabilidad, adelante. Yo solo sé que en estos nueve días voy a gastar toda la suela que pueda.
Silvestre Santé