Estoy jarta de que me tomen el pelo con un decreto sobre los deshaucios que han puesto en entredicho hasta los jueces.
Estoy jarta de sindicalistas de pacotilla que viven como dios y que pretenden que me sienta culpable por no sumarme a su fiesta de contar cabezas y contribuir así a su glorioso futuro (mi compañero Carlos Padilla lo dejó clarísimo hace un par de días aquí mismo).
Estoy jarta de que malnacidos sin escrúpulos que están en su poltrona parlamentaria den marcha atrás en su decisión de cerrar el único servicio de cirugía cardiaca infantil de Canarias porque se acojonan cuando los medios nacionales lo ponen de manifiesto.
Estoy jarta de que otros malnacidos (de ellos está el mundo lleno) sean capaces de decir que una reforma de calado en la Ley Hipotecaria “dificultaría significativamente el acceso a la vivienda, encareciendo el coste de financiación y limitando el crédito”.
Estoy jarta de la patética labor de la totalidad de los medios de comunicación de estas Islas y de la mayoría de los que trabajan en ellos, que contribuyen a difundir los panfletos dictados por los malnacidos antes mencionados con el fin de engrandecerles y de pagar sus favores publicitarios.
Y como estoy tan jarta, no voy a seguir escribiendo por no jartarles más a ustedes, porque seguramente la mayoría no tendrá la culpa de mis jarturas, como diría mi abuela.