Una tarde de verano, al volver de una fiesta organizada por Tupperware donde la anfitriona había puesto quizá demasiado kirsch en la fondue, la señora Edipa Maas se enteró de que la habían nombrado albacea de la herencia de un tal Pierce Inverarity, un magnate californiano de las inmobiliarias que cierta vez había perdido dos millones de dólares en su tiempo libre pero cuyos restantes bienes eran aún lo bastante numerosos y complicados como para que el trabajo de clasificarlos fuese algo más que simbólico.
Es un principio extraño, en el que avanzamos para adentrarnos en una ¿trama? aún más extraña. No sé muy bien por dónde coger esta lectura, pero afortunadamente es tan breve que creo que no lo dejaré sin acabar. ¡¡Visita mi blog y déjame un comentario!!