Hay un tema siempre prioritario y que debe actualizarse frecuentemente para responder a los desafíos que afrontamos: la Estrategia de Seguridad Nacional. Durante la Administración Obama, que tantos errores ha cometido en este asunto al tratar de abarcar demasiado con los pocos recursos militares que le ha dedicado, no ha conseguido reforzar las capacidades militares de Estados Unidos ni el liderazgo de la nación en el ámbito exterior. Estos últimos siete años se ha vivido del impulso que le dio la Administración Bush, pero con recortes cada vez más preocupantes en áreas sensibles.
Una de las peores equivocaciones de Obama ha sido pretender responder a la creciente lista de amenazas, que no ha dejado de crecer y empeorar en este tiempo, con los menguantes recursos militares y económicos que ha aprobado. Algo que ya estamos pagando caro con una menor influencia en lugares estratégicos y un debilitamiento del liderazgo estadounidense.
Por esta razón es fundamental que la Estrategia de Seguridad Nacional vuelva a ser un tema prioritario en la agenda política, algo que deberá ocupar y preocupar a los candidatos a la presidencia si quieren desarrollar el perfil presidencial que necesita este país. Escuchando algunas de las declaraciones de los candidatos, como Hillary Clinton o Rand Paul, nos damos cuenta de la enorme ignorancia en la que se mueven y lo equivocados de sus planteamientos en este tema en concreto. Si hubiera que hacerles un test sobre el particular, algunos no lo pasarían ni de lejos. Razón de más para que los ciudadanos tengan presente esto a la hora de votar porque si hay una cosa clara es que el presidente y Comandante en Jefe no puede ser un ignorante en cuanto a la Estrategia de Seguridad Nacional. Ya hemos tenido de eso durante los últimos siete años y este país no se lo puede permitir de nuevo. Y los agujeros en la defensa nacional siempre se terminan pagando tarde o temprano.
Todos los líderes militares y de inteligencia que nos preocupamos por esta cuestión, con un trabajo de asesoramiento intensivo, estamos de acuerdo en que los retos globales de carácter militar, político, social y tecnológico han abierto nuevos frentes muy complejos que debemos encarar con los recursos necesarios. No es de recibo que regímenes como los que hay en Rusia y China, o grupos armados como el Estado Islámico, estén poniendo el mapa geoestratégico mundial en grave riesgo por la inacción estadounidense motivada por causas políticas. No es admisible que los recursos militares se sigan reduciendo mientras se despilfarra en causas absurdas que sólo llevan al debilitamiento social.
Las inversiones en defensa son la primera garantía de la seguridad y de una Estrategia de Seguridad Nacional adecuada y solvente. La única manera de lograr que las fuerzas armadas y la comunidad de inteligencia sigan garantizando un nivel de defensa común adecuado. Un matiz importante que a algunos políticos se les está olvidando. Los ciudadanos harían bien en recordarlo porque son ellos quienes terminan pagando por los pecados y los errores de los políticos.
La Estrategia de Seguridad Nacional debe ser capaz de disuadir la agresión externa mediante la presencia militar de Estados Unidos en el extranjero y su participación activa, con unas fuerzas militares capaces de proyectar su poder a nivel mundial para derrotar cualquier enemigo y no permitir agresiones en múltiples teatros de operaciones. Esto va a depender cada vez más de nuestras capacidades cibernéticas, en el espacio y en las áreas de operaciones especiales, inteligencia, vigilancia y reconocimiento.
Estos son pilares esenciales para una defensa nacional fuerte. La capacidad de movilizar el poder y la intervención militar en cualquier punto del planeta, así como un liderazgo sólido y sin fisuras, son los ejes a los que no podemos renunciar en la nueva Estrategia de Seguridad Nacional.
Vivimos en un mundo en el que tenemos nuevas y crecientes amenazas, por lo que necesitamos el compromiso de la presidencia para que nuestras fuerzas armadas puedan hacerlas frente de una forma adecuada. Es la base para que Estados Unidos pueda proteger a sus ciudadanos e intereses en todo el mundo, y a la propia nación.
Es la base en la que debe apoyarse cualquier candidato presidencial serio con un proyecto de nación acorde al devenir histórico y los ideales de Estados Unidos.