Hecho y dicho esto, lógicamente acumulo un enorme retraso de temas. Pero si se me requiere una especie de lógica periodística, aquella estructura tan socorrida de la prensa de hacer tragar primero la sopa (la política) para acabar con los dulces (el deporte, el ocio), pues optaremos por eso.
Pero que sepáis que el plato de sopa va a ser enorme. Os diría que está en esa indeterminada temperatura que resulta desagradable para cualquier paladar: tibia para fría, de manera que a los que les reconforta caliente les repugna y a los (ya hay que ser raro) que les gusta fría. Y que el contenido sólido de la sopa no va a ser ese agradable cambio de texturas que hace mojar la ropa interior a los chef ultramodernos: se trata de desagradables tropezones que se atragantan y que estropean la ya dudosamente agradable experiencia del líquido templado.