Cuando supe que estaba embarazada, ya me había matriculado del que podía ser mi último curso del grado en Psicología por la UNED. La verdad es que no esperaba quedarme embarazada tan deprisa, así que no contaba con compatibilizar trabajo y estudios con el embarazo, y mucho menos con la crianza de un bebé.
Pero como la vida es lo que pasa mientras uno hace planes, escribo esto días después de (espero) haber superado los dos últimos exámenes para graduarme, y unos días antes de presentarme al primero de varios exámenes de oposiciones, después de este curso escolar, en el que me he vuelto experta en hacer girar los platos chinos.
¿Se puede compatibilizar el estudio con el embarazo y la crianza?
No nos engañemos: lo ideal es no compatibilizar la crianza con nada más, al menos al principio. Centrarnos exclusivamente en nuestros Monetes, en todos los cambios que han traído a nuestra vida, en las nuevas dinámicas de nuestra familia y en los cuidados que necesitamos durante el embarazo, el posparto y los primeros meses de vida de nuestro bebé, porque es muy duro. Otra cosa es que nuestros tiempos personales, nuestras necesidades objetivas o nuestras condiciones laborales nos lo permitan.
Yo me imaginaba, antes de dar a luz, llevando una vida muy similar a la anterior, pero con un bebé.
Ver esta publicación en InstagramResulta que todo lo que hablaban sobre anidar era verdad. El vértigo era ver el capazo al lado de la mesa del despacho. Es brutalmente real. Monete is coming.
Una publicación compartida de Vega Pérez-Chirinos Churruca (@veghita) el 1 Abr, 2018 a las 4:39 PDT
Me veía en mi despacho de siempre, sentada al ordenador como siempre, y me limitaba a imaginar que en ese capazo habría un bebé dormidito al que miraría embobada entre párrafo y párrafo. Spoiler: NO. Ni mi cerebro es el mismo, ni mi disponibilidad es la misma, ni mis prioridades son las mismas.
Eso implica que para poder entregar el proyecto de fin de carrera y el trabajo final de las prácticas de investigación, aprobar las dos asignaturas “hueso” que venía arrastrando desde los primeros cursos y, ahora, preparar unas oposiciones, he tenido que reestructurar la forma en la que venía estudiando.
Cómo organizar el tiempo de estudio
Llevo tres años trabajando fundamentalmente desde mi casa, y compatibilizo trabajo y estudios prácticamente desde que empecé a estudiar en la universidad mi primera carrera, allá por los primeros dosmiles.
Compatibilizar estudios y trabajo ya es, de por sí, complicado. Cuando trabajaba por cuenta ajena y tenía un horario lo llevaba fatal. Empecé a trabajar como dependienta cuando aún estaba matriculada en la universidad presencial, por lo que comía en el Metro y llegaba a clase con más cuerpo de siesta que de ninguna otra cosa. Enseguida entré en el sector de la consultoría, donde las horas extra se daban por hechas, y me pasé a la universidad a distancia.
Ahí me salvó el sistema de evaluación continua. Soy una gran procrastinadora, de forma que si en lugar de haber tenido entregas cada pocas semanas me hubiera enfrentado a trabajos finales probablemente seguiría sin haberme licenciado. De hecho, cuando terminé mi primera carrera en Publicidad y Relaciones Públicas por la UOC, empecé Sociología en la UNED y fue un fracaso: aspirar a leerme, entender y retener aquellos manuales de cientos de páginas en las tres semanas que teníamos de exámenes no funcionó (quién lo habría dicho, ¿eh?).
Se puede ser una empollona… muy vaga
Me apasiona aprender (siempre he dicho que si fuera tan rica que no necesitara un empleo, me dedicaría a estudiar, una tras otra, todas las carreras de letras), aunque, honestamente, estudiar se me da regular. Cuento con algunas ventajas de las que soy consciente: la principal es que leo muy, muy deprisa. Cuando era pequeña quería ser el robot de Cortocircuito y, aunque no he llegado a ese nivel, mi velocidad de lectura sigue asombrando a toda la gente nueva que conozco.
La segunda es que tengo muy buena memoria, aunque bastante selectiva. Mi memoria es muy sensorial y se lleva fatal con lo que no comprende: si entiendo una idea puedo recordarla para siempre con bastante detalle, pero puede atascárseme hasta el infinito el orden de elementos de una lista, por ejemplo.
Digo esto porque lo primero para aprovechar el tiempo de estudio es conocer las propias capacidades: las ventajas y limitaciones de las que partimos. Para ser capaces de exprimir nuestro cerebro tendremos que explotar sus puntos fuertes y echarle un cable con los débiles. Por eso, mi método puede no servirte de nada si tu cerebro funciona de forma opuesta. En cualquier caso, estos son mis trucos.
Mi gran baza: los sprints
Puesto que me aburro y me distraigo con facilidad, pero soy muy rápida leyendo y reteniendo, algo que he aprendido en los últimos años es que rindo mucho mejor en tramos cortos y alternos. Al trabajar por cuenta propia, puedo aplicar esta misma dinámica al trabajo: primero, planteo qué es lo que tengo que hacer. Preparar una clase, diseñar una estrategia, escribir un contenido. Me siento, apunto algunas ideas, y empiezo a documentarme.
Es inevitable: a partir de ahí empiezo a divagar. Mi capacidad de distraerme es probablemente lo que me hace una buena investigadora, lo que me permite estar al día de las tendencias de mi sector o lo que me convierte en una persona creativa, pero es exasperante cuando se trata de ser eficiente. Por eso, tengo que asumir que a cambio de esa “extra velocidad” me ha tocado en el pack de rasgos también esta “extra distracción”: la diferencia es que ahora reservo espacio para ella.
Libros y material de estudio sobre un fondo con nubes
" data-orig-size="7360,4912" sizes="(max-width: 640px) 100vw, 640px" data-image-title="escritorio con nubes" data-orig-file="https://i0.wp.com/mamamonete.es/wp-content/uploads/2018/09/261917-P4LPYW-887.jpg?fit=7360%2C4912&ssl;=1" aperture="aperture" />Imagen vía FreepikAl cabo de un tiempo determinado, dejo lo que estoy haciendo. Me resulta particularmente útil despegarme de la pantalla: pasear con los perros, limpiar la casa… son actividades que me mantienen la cabeza en “buffer”, por así decirlo: la información que he ido encontrando se va colocando por sí misma mientras no pienso en ella, ni en ninguna otra cosa.
Cuando quiero concluir algo, me pongo un tiempo ridículamente corto para hacerlo: treinta minutos para escribir un texto o preparar una sesión de formación, por ejemplo. Intento que sea justo antes de irme a comer, cuando tengo que devolver una llamada de teléfono, o antes de cualquier cosa que me genere sensación de urgencia, porque trabajo mejor bajo presión.
Mucho cuidado con el concepto de trabajar mejor bajo presión, porque si esperamos a que la presión sea real, es muy probable que ante cualquier imprevisto no podamos cumplir con el compromiso que tenemos.
Dividir el tiempo: productividad para quienes cuidan bebés
Con un bebé, esto se multiplica por mil. Los bebés te necesitan continuamente. Comen cada dos horas. Cuando crecen, duermen siestas de una hora y media y al despertarse quieren que juegues con ellos. Enseguida hay que cambiarles el pañal. O buscarles el chupete.
Si te planteas objetivos que requieren mucho tiempo, esto resulta frustrante y puede llegar a generarte mucha ansiedad. Recuerdo que los primeros días de trabajar con el bebé se me agotaba la batería del portátil antes de haber sido capaz de empezar a hacer algo realmente productivo.
Varios métodos de productividad trabajan con esta idea: dividir las tareas en unidades mínimas. No aspires a estudiarte un tema: aspira a estudiarte un apartado cada vez. Es probable que hoy sean tres, y quizá mañana el bebé tenga un día más independiente y puedan ser doce. Lo importante es que si has dividido el material de estudio en unidades mínimas, cada pequeña siesta que duerma o cada espacio entre tomas te permite aprovechar para darle otro empujón.
Pide ayuda… y vete lejos
No hay mejor “excusa” para pedir que te echen un cable con el cuidado del bebé que una entrega importante o una convocatoria de examen. A mí, personalmente, me cuesta muchísimo “desprenderme” de Monete, aunque creo que lo más sano para su desarrollo es que puedan cuidarle de cuando en cuando otras figuras de su entorno, como los abuelos (ya hablaré de esto en otra ocasión, porque tiene miga).
Saber que hay algo externo y objetivo que me reclama me ha ayudado a dar estos pequeños espacios para que cuiden de él otras personas.
Pero es que, incluso cuando está con su padre, ¡no puedo evitar estar pendiente! Yo, que he sido la embarazada que preguntaba en las clases preparto si se podía “repartir” el tiempo de piel con piel porque quería plantear la corresponsabilidad al 100% a un nivel biológicamente imposible, ahora cuando sé que Papá Monete está a cargo, ¡tengo siempre la antena puesta!
Poco a poco voy acostumbrándome a desconectar cuando sé que el bebé está en buenas manos, pero los primeros meses, cuando andaba con las entregas de final de curso, me resultaba imposible. Aún le daba el pecho y me negaba a usar un sacaleches, así que Papá Monete lo traía al estudio cada vez que quería comer y se ocupaba de todo lo demás, pero imagino que hay algo biológico en ello: el cerebro se me bloqueaba cuando le escuchaba llorar (aunque fuera un mínimo llanto y aunque sepa que es su forma de comunicación) y ya no podía pensar en nada más.
Por eso, mi recomendación es que no te quedes en el mismo sitio que el bebé. Que se lo lleven a dar un paseo, a casa de sus abuelos o tíos, o que te vayas tú a estudiar a una biblioteca o a casa de otra persona. Cuanto menos te distraigas, antes podrás volver a estar con tu bebé, recuérdalo.
El bebé como aliado y no enemigo del estudio
Es cierto: ocuparte de tu bebé hace que sea más difícil estudiar. Pero también te da acceso a nuevos recursos.
¿Sabías que una de las formas más eficaces de interiorizar un contenido es explicarlo a los demás? Si eras de los que resolvían las dudas de tus compañeros en el colegio o el instituto, si has dado clase alguna vez o si piensas simplemente en cuando le contaste un problema a un amigo últimamente y a lo largo de la conversación fuiste hilando tú sola la solución, sabrás que en el proceso de intentar que los demás comprendan algo, tú misma lo entiendes mucho mejor.
Además, el hecho de que sea un trabajo mental activo e interactivo hace que se vayan creando “pistas” para recuperar esa información más adelante: puedes recordar las preguntas que te hicieron, cómo te atascaste en una determinada idea, cómo una metáfora fue la solución perfecta para explicar un concepto complicado, e incluso los gestos y el tono de voz que usaste.
¿Has probado a intentar “darle clase” a tu bebé? El pobre Monete lleva dos semanas oyendo hablar sin parar de neurotransmisores, pero estoy segura de que intentar explicar en lenguaje infantil cómo unas moléculas se unen a otras y generan distintas reacciones en el cerebro ha sido clave para conseguir aprobar Psicofarmacología: una vez que he sido capaz de transformar las ideas hasta ese punto, las he entendido mucho mejor, y ahora recordaré siempre la vía dopaminérgica nigroestriada como la que le hizo manchar un pañal como una fuente.
Por otra parte, el bebé puede lastrar tu motivación. ¿Quién quiere ponerse a subrayar y hacer esquemas cuando puedes estar achuchándole y oyéndole reírse mientras cantas? En lugar de hacer que ese impulso te frene, ¡úsalo como aliciente! En mi caso, es un motivo perfecto para no perder el tiempo: en cuanto acabe, ¡podré volver a jugar con Monete!
Algo que también me ha generado sentimientos encontrados es que “robarle” ese tiempo al bebé me ha hecho sentir muy culpable. Sin embargo, también pienso que el día de mañana quiero que entienda el estudio como una actividad importante y gratificante y creo que no hay mejor forma de enseñar que la del ejemplo.
Por supuesto, él no va a acordarse de que cuando tenía cuatro meses su mamá le explicaba el proceso de contraste de hipótesis; ni siquiera se acordará de que cuando tuvo siete fue a la graduación de su madre. Pero para mí ha sido un recurso muy ilusionante imaginarme a Monete sonriendo en mi acto de graduación, y ha sido un motivo para seguir luchando; y algún día quiero poder contarle que no abandoné porque quería demostrarme que podía, porque quería completar mi formación y porque en el proceso aprendí muchísimas cosas que me resultaban interesantes.
Ahora tengo por delante una oposición y creo que va a ser peor aún, porque tendré que renunciar a cada tarde con el bebé. Pero no paro de pensar que, si lo consigo, tendré todas las tardes del resto de mi vida para estar con Monete, cuando ya no sea bebé y tenga sus propios deberes, y cuando los termine y quiera jugar conmigo.
Si has decidido seguir estudiando a pesar del tiempo y la energía que necesita un bebé es porque para ti es importante. Y ver a su madre pelear y esforzarse por algo que le importa es una lección de la que seguro que se beneficiará tu hijo en el futuro.
¿Cuáles son tus retos profesionales y laborales y cómo los compatibilizas con la crianza? ¿Tienes algún truco infalible para ser más productiva mientras cuidas a tu bebé?
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